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Sobre esto de que no podríamos distinguir una persona amamantada de otra con biberón, recordarle a la persona que ha escrito este artículo que la masa cerebral de personas amamantadas o alimentadas con fórmula es distinta, es decir, la materia cerebral. Alguna diferencia habrá.
Por otro lado, existe un impacto a nivel oncológico tanto en madre (cáncer ovarios, pecho) como de bebé (linfomas, leucemia) que tampoco es desdeñable.
También incide la lactancia en una menor aparición de trastornos mentales, debido al contacto físico.
Y al final también es sentido común. Me da igual que la ciencia me diga que da lo mismo que te amamante tu madre, con amor, cuerpo con cuerpo, que una leche de una pobre vaca que no conoce nadie, hormonada hasta las trancas, administrada en un recipiente de plástico hecho en China.
Sencillamente no lo es. Porque estamos hablando de amor. Y no es lo mismo abrazarse a un peluche made in China que a tu marido o a tu hijo, ni es lo mismo hacer el amor con tu marido que meterte un consolador de goma.
La ciencia androcéntrica sigue negando y ninguneando el cuerpo femenino en lo materno y sigue sustituyéndolo con artilugios hechos en laboratorios fríos y fórmulas creadas por hombres.
En cuanto al sentimiento de culpa, en parte estoy de acuerdo. Pero ls madres que amamantamos también aguantamos chaparrón pro biberón, es lo que tiene ser madre, aguantar a los opinólogos.
Que cada una haga lo que quiera. Y si por el simple hecho de leer los beneficios de la lactancia materna alguien se siente culpable, quizá el problema no es la lactancia si no que no se han tomado las decisiones desde el corazón, con el convencimiento que se hizo lo mejor.
Yo tuve que tomar antidepresivos durante el embarazo, después ha salido un estudio que los relaciona con un mayor riesgo de autismo. Me duele, por supuesto, quiero lo mejor para mi hija. A partir de aquí, tengo claro que los necesitaba. Por lo tanto culpabilidad, cero.