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Nuevas especies de avispas parásitas de entre 66 y 23 millones de años

Aproximadamente el 50% de todas las especies de animales se consideran parásitos, y su diversidad es especialmente evidente en uno de los órdenes más numeroso de insectos: los himenópteros. Sin embargo, la evidencia fósil de las interacciones entre huésped y parásito es extremadamente rara. En este contexto, un grupo de investigadores acaba de descubrir cuatro especies fósiles parasitarias nuevas.

La reconstrucción de una hembra de Xenomorphia resurrecta / Thomas van de Kamp et. al

La evidencia de parasitismo en fósiles es muy rara ya que requiere información conservada de la interacción entre ambos: parásito y hospedador. Como consecuencia, el registro fósil de avispas parasitoides se restringe casi exclusivamente a adultos aislados, con pocos ejemplos de larvas atrapadas en ámbar junto a sus huéspedes.

Han conseguido identificar hasta 55 eventos de parasitación, en un total de cuatro especies de avispas distintas

El único registro de una supuesta avispa parasitoide fósil dentro de su hospedador se halló en la región de Quercy en Francia y tiene una antigüedad de aproximadamente 40 a 30 millones de años.

Un equipo de investigadores liderados por el Instituto de Tecnología de la Universidad de Karlsruhe (Alemania) ha usado microtomografía de rayos X de un sincrotrón de alto rendimiento para examinar 1510 crisálidas de moscas del Paleógeno halladas en Francia. Los científicos han conseguido identificar hasta 55 eventos de parasitación, en un total de cuatro especies de avispas distintas, junto con datos sobre su morfología e información ecológica.

Todas las especies se desarrollaron como endoparasitoides solitarios dentro de sus hospedadores. El hallazgo se publica en la revosta Nature Communications. Las especies descritas son Xenomorphia resurrecta, X. handschini, Coptera anka y Palaeortona quercyensis y crecieron como parásitos solitarios dentro de sus huéspedes con diferentes adaptaciones morfológicas para explotarlos en su hábitat.

Por ejemplo, los autores señalan que C. anka y P. quercyensis muestran alteraciones en sus antenas, alas y pecíolo –la estrecha ‘cintura’ que separa el abdomen del tórax–, lo que hace que estén mejor provistos para un estilo de vida más terrestre en comparación a las dos especies de Xenomorphia.

Referencia bibliográfica:

Thomas van de Kamp et al. "Parasitoid biology preserved in mineralized fossils" Nature Communications DOI: 10.1038/s41467-018-05654-y

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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