Investigadores de Singapur han analizado imágenes de resonancia magnética y han detectado una pérdida de conectividad en las áreas del cerebro relacionadas con la sociabilidad.
Cuanto más mayores somos, más pereza nos da quedar con esa persona a la que hace tiempo que no vemos. Pero esta tendencia a reducir el número y la intensidad de las interacciones sociales en la vejez podría tener una explicación neurobiológica. A medida que envejecemos, nuestro cerebro experimenta alteraciones en la forma en que sus redes internas se comunican entre sí.
Estas modificaciones afectan a las capacidades sociales, según un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyang (Singapur). Los resultados, publicados esta semana en la revista Neuroscience & Biobehavioral Reviews, indican que la pérdida de sociabilidad puede deberse a una menor conectividad en regiones cerebrales clave para mantener relaciones.
El trabajo analiza datos de resonancia magnética funcional (fMRI) en estado de reposo de 196 adultos alemanes de entre 20 y 77 años, así como cuestionarios que miden la sociabilidad como rasgo de personalidad.
Los autores observaron que, a mayor edad, la puntuación en sociabilidad era menor, y que este descenso estaba mediado por dos conjuntos de redes cerebrales cuya conectividad funcional cambiaba significativamente con el envejecimiento.
"Nuestros resultados sugieren que el envejecimiento altera la arquitectura funcional del cerebro de forma que reduce las capacidades necesarias para establecer y mantener relaciones sociales", explican los autores.
Patrones de conectividad en las áreas del cerebro asociadas con las relaciones sociales. / Dan et al., 2025, PLOS One
El equipo identificó dos tipos de redes neuronales: una cuya conectividad aumentaba con la edad —pero se asociaba a menor sociabilidad—, y otra cuya conectividad disminuía con la edad —y estaba relacionada con mayores niveles de sociabilidad. Es decir, los cambios en estas redes actuaban como mediadores entre el envejecimiento y la pérdida de sociabilidad.
Las regiones más afectadas incluían áreas del sistema límbico y la ínsula, implicadas en la gestión emocional; la red de atención ventral y la red somatomotora, claves para la percepción y respuesta a estímulos sociales; así como las regiones frontoparietales, fundamentales en la introspección, la teoría de la mente y el control cognitivo.
Estas modificaciones encajan con la llamada "hipótesis del cerebro social" del antropólogo Robin Dunbar, que sostiene que ciertas capacidades cognitivas —como la empatía, la comprensión de emociones ajenas o la regulación emocional— son esenciales para nuestras relaciones sociales y tienden a deteriorarse con la edad.
La sociabilidad no es solo una cuestión de carácter: su pérdida se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, depresión y mortalidad prematura. Por ello, los autores subrayan la importancia de entender esta transformación cerebral como parte del envejecimiento natural, no como una elección personal.
"Los cambios en la conectividad cerebral con la edad pueden ser una manifestación de la diferenciación funcional del cerebro, que a su vez puede deteriorar las habilidades sociocognitivas esenciales para formar relaciones", concluye el equipo.
Los investigadores proponen fomentar la educación psicológica entre personas mayores y sus cuidadores para normalizar esta transformación y facilitar herramientas que promuevan el envejecimiento activo y saludable, incluyendo programas de estimulación cognitiva y social adaptados a esta etapa de la vida.