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Desmontando Zorita

Más de cuatro décadas después de su inauguración, y en pleno debate sobre la continuidad de Santa María de Garoña, la primera central nuclear construida en España comienza la fase final de un proceso de desaparición comenzado en 2010. En 2016 la central José Cabrera, más conocida como Zorita, será historia.

Desmontando Zorita

“Francisco Franco Bahamonde inauguró esta Central Nuclear, primera que inicia en nuestra Patria la era atómica industrial”, reza la placa de la entrada

La central nuclear José Cabrera, pionera de la energía nuclear en nuestro país, fue la primera en ser levantada y será la primera en ser completamente desmantelada. Así, los terrenos, pertenecientes al término municipal de Almonacid de Zorita, Guadalajara, serán restaurados a, prácticamente, el estado en que se encontraban en el verano de 1965.

Aquel 6 de julio, varias personalidades de la época se dieron cita bajo un sencillo cobertizo para inaugurar las obras. Laureano Castán, el obispo de Sigüenza, bendijo el terreno para dejar paso a Gregorio López Bravo, el ministro de Industria del Movimiento, que dejó unas palabras para la historia: “Si un proyecto como el de Zorita es hoy económicamente viable, cabe soñar un poco en un mañana en que dispongamos de los “reactores rápidos” con tasas de utilización de la energía de fisión del uranio, unas cien veces superiores a las actuales. Y más aún en un pasado mañana en que contemos con una fuente de energía similar a la de las estrellas, a través de la fusión controlada de elementos ligeros”, recogió entonces ABC.

A continuación, dio comienzo a las obras pulsando el botón que hizo explotar la primera carga de dinamita. Como recuerda la placa que aún persiste en la entrada, las obras terminaron tres años y medio más tarde: “S.E. El Jefe del Estado Francisco Franco Bahamonde inauguró esta Central Nuclear Primera que inicia en nuestra Patria la era atómica industrial. 12 de diciembre de 1968”.

Ambiente sesentero

En el bar de un edificio contiguo, donde el mismo Perico Chicote ofreció el cóctel tras la inauguración, el tiempo parece haberse congelado desde entonces. Entre los apliques en madera y la decoración kitsch, solo un grupo de empleados que ve desde la barra un partido del Barcelona en televisión parece traer al visitante de vuelta al siglo XXI. Sin embargo, el Consejo de Seguridad Nuclear tiene a Zorita tan en cuenta como a cualquier otra central, como demostró el hecho de que la planta tuviera que pasar recientemente un análisis –enmarcado dentro de los test de estrés post-Fukushima– para comprobar que no requería de medidas de seguridad adicionales.

La central, que desde el 30 de abril de 2006 no produce un solo kilovatio, conserva hoy parte del mobiliario de entonces, aunque prácticamente solo en la sala de mandos –parcialmente operativa– de la central, con sus largos paneles cubiertos de interruptores, palancas y botones rojos, puede uno fantasear plenamente con un tiempo pasado.

En los pasillos de la José Cabrera todavía se ven teléfonos de baquelita, sillones y sofás negros de estética sesentera, acolchados y con una pequeña chapa metálica en una pata con un número de serie y la leyenda “Propiedad de Enresa”, la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos, aunque en realidad la titularidad de cuanto queda en Zorita pasará, en cuanto acabe el desmantelamiento, a manos de Gas Natural–Fenosa, el verdadero dueño de los terrenos.

Los estadounidenses se encargaron desde la financiación de la central –con un crédito de 1.470 millones de pesetas a devolver en 25 años– al manipulado y preparación del combustible

Primeros pasos en la central

En febrero de 2010, Manuel Rodríguez, de Enresa, puso por primera vez los pies en Zorita, coincidiendo con el cambio de titularidad de Gas Natural–Fenosa a su empresa, encargada por ley de las tareas de desmantelamiento y descontaminación de las instalaciones. Rodríguez es el responsable de ‘desmontar’ la central, que llevaba entonces detenida casi cinco años.

“Bueno, lo que se había hecho desde el año 2006 hasta el 2010 era prácticamente gestionar el combustible gastado”, dice Rodríguez, “se sacó el combustible de las piscinas, se metió en contenedores y estos fueron al Almacén Temporal Individualizado, que también se tuvo que construir en ese mismo periodo”.

Rodríguez llegó a Guadalajara tras haber trabajado en los dos desmantelamientos nucleares que ha habido previamente en España: el de la central nuclear de Vandellós I (entre 1998 y 2005) y en las diversas instalaciones nucleares del CIEMAT sitas en la Ciudad Universitaria de Madrid. “Antes de empezar el desmantelamiento, estaba acabando el de CIEMAT pero también estaba preparando la transferencia de Zorita, lo que requirió de muchas conversaciones con el propietario y mucho trabajo para diseñar cómo serían las operaciones de desmantelamiento, la organización, las personas que iban trabajar, los contratos. El trabajo técnico previo nos llevó unos dos años”.

Cuando Unión Fenosa les entregó en préstamo las llaves de Zorita, Manuel Rodríguez encontró a 271 trabajadores todavía en la nómina de la central. “Se les recicló mayoritariamente”, recuerda el director del desmantelamiento, “el 90% del personal que estaba en Zorita antes de que llegáramos siguió trabajando allí con nosotros. A estos se añadió un colectivo especializado para hacer otra clase de servicios”.

El día de la inauguración contó también con unas escuetas palabras de José Cabrera Felipe, principal valedor de la futura central, presidente de Unión Eléctrica Madrileña y abuelo de Mercedes Cabrera, ministra socialista de Educación y Ciencia entre 2006 y 2009. Cabrera dijo entonces que la decisión de construir la central “ha obedecido a una razón exclusivamente económica”.

Como delataba la presencia en Zorita del embajador Angier Biddle Duke, fue gracias a un convenio con Estados Unidos que la central fue finalmente puesta en marcha. A los escollos propios de una obra de ingeniería similar –que produciría al principio 150.000 KWh, alrededor de una cuarta parte de la producción nacional de electricidad– se unieron los propios de un régimen como el franquismo, que exigió, por ejemplo, que todo el uranio utilizado fuera español.

Por lo demás, los estadounidenses se encargaron de todo: desde la financiación de la central –con un crédito, concedido la agencia norteamericana de créditos para exportación Eximbank, de 1.470 millones de pesetas a devolver en 25 años– al manipulado y preparación del combustible. El uranio extraído de las minas de Andújar, en Jaén, fue enviado a América, de donde regresó como uranio enriquecido. La colaboración entre ambos países culminó con la instalación de un reactor de agua a presión Westinghouse, compañía que por entonces alternaba la construcción de material nuclear con la de lavadoras.

“El 90% del personal que estaba en Zorita antes de que llegáramos siguió trabajando allí con nosotros", dice el director del desmantelamiento

Un desmantelamiento 100% español

Esta connivencia histórica ha llevado a la prensa española a afirmar en ocasiones que el desmantelamiento de la central José Cabrera “seguía el modelo norteamericano”, algo que Rodríguez niega con rotundidad. “No estamos siguiendo un modelo estadounidense para el desmantelamiento”, dice Rodríguez. “El diseño de la planta sí que era de Westinghouse, pero el modelo de desmantelamiento es específico, nuestro. Las operaciones que realizamos siguen una pauta que ya utilizamos en Vandellós, que luego hemos seguido perfeccionando en el Plan Integrado para la Mejora de las Instalaciones del CIEMAT (PIMIC) y ahora en José Cabrera. Es un modelo propio de actuación nacido aquí, en Enresa, en España”.

De acuerdo con el responsable del desmantelamiento, “hay diferencias con respecto a otros países en muchas cosas, por ejemplo, nosotros hacemos aquí especial hincapié en hacer una segregación de materiales muy precisa y reciclar el máximo posible de componentes de la planta”. De hecho, según Rodríguez, casi el 95% de las 104.000 toneladas que pesa la central de Zorita podría ser reciclado potencialmente.

“Hemos comenzado hace un mes el desmantelamiento de elementos radiológicos”, dice el director. “Hay dos grandes bloques, por un lado, la vasija y lo que tiene dentro, lo que llamamos internos del reactor. Luego hay otro gran bloque de desmontajes radiológicos de muchos componentes que han estado expuestos o en áreas contaminadas”, comenta Rodríguez.

Rumbo a Córdoba

Estos días ha llegado a la central una pieza básica para completar el puzle del desmantelamiento, un cubo hueco de hormigón de unos dos metros de lado. En él irá ubicada una jaula, y dentro de ella, los trozos del cuerpo y los internos de la vasija del reactor –tubos guía y otros materiales–. El edificio del reactor, coronado con una cúpula naranja ya descolorida, ha sido conectado con el edificio contiguo a través de un túnel de unos 30 metros, por el que irán circulando los trozos del reactor dentro del cubo. Una vez fuera, serán sepultados en hormigón durante 30 días y luego, el bloque, ya endurecido, se irá rumbo al cementerio nuclear de El Cabril, en Córdoba, para residuos de alta y media actividad.

El resto son, dice Rodríguez, “40 toneladas de internos de la vasija que se quedarán en el ATI, porque tienen una actividad superior a la admisible en estos momentos en El Cabril”. En cuanto a la construcción del Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas, el director del desmantelamiento afirma que es una buena noticia, aunque no tenía preferencia alguna sobre el emplazamiento final del ATC.

Rodríguez no tiene aún respuesta a la pregunta de qué residuos nucleares serán trasladados a Villar de Cañas con mayor prioridad, si los de Zorita –los más antiguos de España– o los de Vandellós I, que actualmente están cedidos a Francia en régimen de alquiler: “Me temo que la planificación de cómo se va a cargar de residuos el ATC no está todavía definida”.

Tras casi dos años de trabajos, el paisaje de Zorita se ha beneficiado ya de la caída de las torres de refrigeración y el derribo de un par de edificios auxiliares. Como si de un programa informático se tratase, Manuel Rodríguez calcula que “el avance del desmantelamiento está ahora mismo en torno al 28%”. En cuanto al presupuesto del mismo, cifrado entre 135 y 170 millones de euros, el director apunta a que “no tenemos desviaciones significativas, por lo que yo creo que se puede cumplir”.

Rodríguez calcula que, alrededor del segundo semestre de 2016, y a la espera de que el ATC abra un año más tarde para hacerse cargo de los restos de uranio, el almacén en superficie junto con las torres y transformadores de la luz serán, al final del desmantelamiento, los únicos vestigios de la primera central nuclear española de la historia.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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