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El pulpo, un modelo de ocho brazos

Los cefalópodos tienen una vida muy breve, una memoria muy simple y son muy sensibles a los cambios en la acidez y temperatura del mar. Lejos de parecer desventajas, los científicos que los estudian ven en ellos un mundo de posibilidades para saber más sobre la memoria, el envejecimiento y el cambio climático. Estos y otros temas se han tratado en el mayor evento científico sobre cefalópodos que se ha celebrado en Brasil.

Saber cuál es el alimento de las larvas de pulpo a partir de estudios genéticos servirá para definir las dietas en cultivos y salvar el problema que sus altas mortandades. Imagen: IIM / CSIC.

La semana pasada en Brasil se reunieron los mayores expertos en pulpos del mundo y, como no podía ser de otra manera, la representación española vino de Galicia. El grupo Ecobiomar del Instituto de Investigaciones Marinas (IIM) de Vigo acudió al XI congreso del Consejo Asesor Internacional para los Cefalópodos celebrado en la ciudad brasileña de Florianópolis del 27 de octubre al 2 noviembre. El Consejo se creó en 1980 en Inglaterra y Ángel Guerra Sierra, científico del instituto vigués, es uno de sus fundadores.

“Cada tres años tenemos un congreso internacional, este pasado es el undécimo. El primero fue en Inglaterra, después vinieron Francia, Japón, Sudáfrica, Tasmania… y el anterior de 2009 lo celebramos en Vigo”, explica Guerra a SINC.

Galicia es la primera comunidad española en cultivo y explotación de cefalópodos. Se estima que se capturan anualmente entre 3.000 y 4.500 toneladas de pulpo de roca, unas 600 toneladas de choco y 500 toneladas de calamar, además de otras especies. Asimismo, la comunidad se presenta como una potencia en la industria de comercialización de cefalópodos congelados y en producción y transformación de estos recursos en conservas.

No es extraño, por tanto, que los expertos del IIM de Vigo sean pioneros en este campo. “En la lección inaugural que ofrecí en el congreso hablé sobre la importancia de los equipos multidisciplinares en el estudio de los cefalópodos, pero es fundamental además que se puede investigar con estos organismos como especies modelo”, subraya Guerra.

Los pulpos tienen una vida muy breve y estudiar sus procesos de envejecimiento podría servir para explicar cómo maduran otros organismos

El secreto está en aprovechar las características peculiares de los cefalópodos para ahondar en disciplinas muy dispares. Por ejemplo, “los pulpos tienen una vida muy breve –explica Guerra– y estudiar sus procesos de envejecimiento podría servir para explicar cómo maduran otros organismos, incluso los humanos, y encontrar posibles soluciones para retrasarlo”.

La ‘mala memoria’ del pulpo y del cocho, extremadamente simple y basada en procesos muy sencillos, los convierte en modelos para la investigación. Las conclusiones que se obtengan sobre ellos podrían iluminar el estudio de la memoria en otros seres vivos.

“Otro campo por ampliar es el del cambio climático. Existe un amento de la temperatura y acidez del mar y estas especies se van a ver afectadas de una manera muy directa. Son bioindicadores del calentamiento global”, argumenta Guerra.

Incluso hay científicos que quieren hacer robots a partir del pulpo. Una de las propuestas más llamativas del congreso es utilizar la anatomía, morfología y fisiología de los pulpos como modelos para la construcción de robots de cuerpo blando en biotecnología para hacer, por ejemplo, una explotación de nódulos de manganeso a grandes profundidades. “El campo que se plantea es muy amplio y global en ese sentido”, asegura el experto.

Cerrar el ciclo del pulpo

Eclosión de larvas de Octopus vulgaris. Imagen: IMM /CSIC

Entre los estudios presentados por el grupo Ecobiomar en el congreso destacan dos. El primero identifica los hábitats más adecuados para la puesta y alevinaje de pulpo, choco y calamar en los Parques Nacionales de las Islas Atlánticas de Galicia y Cabrera. El otro trabajo relevante, del becario predoctoral del CSIC en el IIM Álvaro Roura Labiaga, define por primera vez la dieta alimenticia de las larvas del pulpo común.

Uno de los puntos fuertes de esta investigación es que por primera vez se ha conseguido identificar lo que consumen estas larvas, unos animales de unos 2 milímetros de longitud, con técnicas moleculares muy novedosas”, asegura Ángel F. González, investigador científico del CSIC en el IIM y miembro del comité ejecutivo de CIAC.

El estudio es pionero, no solo en el campo de los cefalópodos, sino en el de otros diminutos organismos zooplanctónicos. “Hay muy poco grupos en el mundo que hayan conseguido lo mismo en otras especies zoológicas diminutas”, añade González.

Como estos ‘pulpitos’ son muy pequeños, no dejan restos visibles que den pistas sobre su dieta. Durante dos años Roura se desplazó a Australia para perfeccionar técnicas que le permitieran averiguar de qué se alimentan las larvas de pulpo común. Como resultado, ha conseguido identificar un amplio rango de presas de los pulpos recién eclosionados.

Los pulpos se proponen como modelos para la construcción de robots de cuerpo blando en biotecnología

“Saber cuál es el alimento de las larvas de pulpo a partir de estudios genéticos servirá para definir las dietas en cultivos y salvar el problema que sus altas mortandades. Eso significaría hacer el cultivo del pulpo rentable desde el punto de vista comercial en solo unos años”, augura el experto del CIAC.

A la hora de cerrar el ciclo del pulpo común, este hallazgo es fundamental, porque la supervivencia de las larvas es muy baja. Cuando eclosionan, flotan en la columna de agua –la fase crítica en la que se produce el 99% de las muertes de estos animales–. Si sabemos lo que comen, en teoría será más sencillo alargar su supervivencia y aligerar el peso de la pesquería natural para dar más importancia al cultivo.

En el segundo proyecto presentado por el IMM, denominado Cefaparques, se trabaja con buceo de escafandra autónoma. La meta es identificar los hábitats idóneos para la puesta del choco, el pulpo y el calamar, tres especies de interés comercial. Las prospecciones permitirán favorecer la proliferación de huevos y alevines, y proteger las áreas de cría para que su explotación sea sostenible.

“En concreto, hemos estudiado toda la reproducción del pulpo cabezón, que no se conocía, su distribución en las profundidades y su edad a través de una técnica nueva que consiste en la lectura de anillos de crecimiento en la concha interna que tienen estos pulpos. Por último, analizamos la influencia de los factores ambientales, concretamente la oscilación del Atlántico Norte (NAO, en sus siglas en inglés), en su distribución y abundancia”, concluye González.

Dos nuevas especies en Canarias

El equipo vigués ha trabajado en varias campañas oceanográficas en colaboración con la Universidad de la Laguna y a bordo del buque Cornide de Saavedra, con el fin de valorar la influencia de la explosión submarina de la isla del Hierro en los organismos entre aguas, y también para conocer los alimentos fundamentales de dos grupos de delfines: los calderones y los sifidos.

“Como resultado de estas campañas presentamos por primera vez en este foro internacional de debate la posible existencia de dos nuevas especies para la ciencia en Canarias”, señala Guerra.

Entre las muestras que recogieron con redes comerciales –de entre 200 y 800 metros de profundidad– los científicos encontraron dos organismos de cefalópodos nuevos. El primero pertenece a los calamares pectinados –que tienen las aletas como peines– y el segundo a los pulpos potas. “Se denominan así porque a pesar de que son calamares y tendrían que tener diez brazos, dos los pierden cuando se hacen adultos, y se quedan con ocho. Parece mentira que en el siglo XXI sigamos descubriendo nuevas especies”, apunta el investigador.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

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