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Año Internacional de la Biodiversidad

La cruda realidad del toro de lidia

Las características fisiológicas del toro de lidia lo han llevado a la gloria, por considerarse el símbolo de un país, y a la perdición, por morir de forma cruel debido a intereses que van más allá de la cultura y la historia. En el Año Internacional de la Biodiversidad, su condición de mártir compromete el bienestar animal y la bondad humana.

El toro de lidia en el ruedo. Foto: Antonio Martínez.

En 2010, el Parlamento catalán -a propuesta de la Iniciativa Legislativa Popular antitaurina en Cataluña- podría dar un paso más en la prohibición de una práctica que desconcierta, y también en la protección de este animal. El toro de lidia, como cualquier ser vivo, tiene un lugar en este planeta, pero ¿cuál?

Para José Enrique Zaldívar, veterinario por la Universidad Complutense de Madrid y vicepresidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVAT), es un animal doméstico “porque su existencia y supervivencia depende exclusivamente de la especie humana, la que se ha ocupado de su selección y de su alimentación. No sobreviviría a su libre albedrío, no es un bovino salvaje”.

Su crianza parece estar ligada de manera inexorable a la lidia, o a ciertos espectáculos taurinos. “El hombre crea al toro de lidia; no nace por generación espontánea”, asegura Zaldívar. Pero no todos los toros son iguales. Cambian su pelaje, su cornamenta y su estructura corporal en función de la ganadería.

Un mito de carne y leche

La creencia es que el toro de lidia es descendiente directo del bóvido salvaje, conocido por Uro primigenio o Bos taurus primigenius, y que desapareció de los bosques de Lituania en 1627. Pero este bovino de grandes dimensiones (entre uno y dos metros de altura, con cuernos que daban varias vueltas y acababan en puntas) también llamado Auroch, es, en realidad, el ancestro común de todas las especies de bóvidos de carne y de leche.

En la actualidad, un equipo de científicos pretende “resucitar” a Auroch en Holanda, dentro del Proyecto Taurus, y repoblar algunos ecosistemas de Europa a partir de cruces de bóvidos. Resulta ilustrativo que entre las subespecies de la Península Ibérica elegidas para el proyecto no figure el toro de lidia. “Se han elegido la Pajuna, la Sayaguesa, y la Tudanca”, informa Zaldívar.

El toro de lidia tiene la riqueza genética de cualquier otra subespecie y el factor cultural que la sociedad quiera darle. Pero ¿es más importante que la avileña (bovino ibérico) o que el guará català (burro catalán)? “Posiblemente no”, matiza Antoni Dalmau, investigador en el Subprograma de Bienestar Animal del Instituto catalán de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA).

Del campo al ruedo

Antes de tener una “utilidad” exclusivamente lúdica, la domesticación de los bóvidos se inició con un fin alimenticio, como ha pasado con otras especies animales. De estos bóvidos se seleccionaron los bovinos con mayor “fiereza”, que en realidad eran los más complicados de manejar para la crianza, para los espectáculos que dieron lugar a la tauromaquia, pero al final, “es tan vaca la de Milka de los anuncios como la madre de cualquier toro de lidia”, indica Dalmau.

Pero no está sólo el toro, también lo están las dehesas en las que habita. “Las dehesas estaban antes que este animal”, comenta Zaldívar que cuestiona la idea de que el toro de lidia sea beneficioso para estos espacios protegidos. “Si desaparece el toro, las dehesas van a permanecer ya que son utilizadas por los mismos ganaderos de lidia, para la crianza del cerdo ibérico, explotación de ganado ovino, de otras razas de vacuno, e incluso como cotos de caza”, apunta el veterinario.

En el caso de abolirse la tauromaquia, “el toro de lidia y su crianza dejarán de tener sentido”, afirma el vicepresidente de AVAT. Pero el animal no desaparecería. Al igual que el burro, que ha dejado de tener “utilidad” como animal doméstico, se conservarían algunos ejemplares del toro para mantener esta subespecie.

Para el investigador del IRTA, “resulta complicado saber cómo se gestionarían algunas fincas dedicadas a la cría de este ganado si éstos no existieran”. Podrían abandonarse o criar otros toros más dóciles.

“Muchos équidos, porcino y ovino han desaparecido a lo largo de los años y nadie ha clamado por ello”, señala Zaldívar que está en contra de “la crianza de un animal cuyo fin es ser torturado y muerto en un espectáculo que agrada a una parte de la ciudadanía”. Los toros que no acaban en el ruedo, son seleccionados y enviados al matadero o a algún otro tipo de “espectáculo”.

Bienestar animal, leyes que protegen a medias

El sufrimiento, dolor y muerte del toro ante miles de espectadores en una corrida cuestionan también las leyes sobre bienestar animal, normas que hasta 2005 eran una prioridad en el Plan Estratégico de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, las seis directrices adoptadas por los 174 países de la OIE desde mayo de 2005 no incluyen el manejo del toro de lidia, aunque aborden el bienestar animal en el transporte por vía marítima, por vía terrestre, por vía aérea, el sacrificio de animales para consumo humano, la matanza de animales con fines profilácticos (protección de una enfermedad), y el control de la población de perros vagabundos.

Ya lo anunciaba el artículo III-121 de la Constitución europea: “los animales son seres con capacidad de sentir emociones y los países de la UE deben poner el máximo empeño en proporcionarles unas buenas condiciones en relación al bienestar, pero respetando ritos religiosos y tradiciones culturales”.

“El caso del toro de lidia se encuadra dentro de este último punto. Siempre y cuando no haya choque entre tradiciones culturales y leyes de bienestar animal, éstas últimas deben cumplirse como en cualquier otro tipo de animal. En caso de choque entre ambos aspectos, prevalece la tradición cultural. Lo cual permite que se realicen las corridas”, asegura Dalmau.

En España, las comunidades autónomas establecen las leyes al respecto. “No existe una ley estatal unitaria sobre protección animal; cada autonomía ha desarrollado las suyas propias. La más moderna es la catalana, lo que da pie a que, merced a la modificación de su artículo sexto de la Ley de Protección Animal, se pueda prohibir matar toros en espectáculos públicos”, menciona Zaldívar.

El negocio está detrás

A pesar de que en 2009 el número de festejos taurinos descendió un 23% respecto a 2008, y unas 3.000 reses se quedaron sin lidiar, el trasfondo económico de las corridas supera al bienestar animal.

“Es imposible que alguien quiera criar toros de lidia por amor a la tradición, a la cultura, o a los símbolos de identidad nacional. Los ganaderos del toro de lidia ganan dinero”, arremete el veterinario, que afirma que sin las subvenciones directas o indirectas que reciben los criadores de toros de lidia como productores de carne ganado bravo (denominación de origen) por parte del Estado, comunidades autónomas, ayuntamientos y UE, “la tauromaquia no lograría subsistir”.

Según el Boletín Oficial del Estado publicado el pasado 23 de marzo de 2010, las subvenciones a criadores del toro de lidia ascienden a 803.757 euros que se reparten entre cinco asociaciones. A esto se añaden las ayudas indirectas como las que se otorgan a las escuelas de tauromaquia, las que se emplean en la construcción y rehabilitación de plazas, o las que dan los ayuntamientos para las fiestas populares.

Una parte de la población española defiende la tauromaquia como forma de expresión y arte de la cultura y tradición españolas, pero el sufrimiento y dolor inflingido a estos animales por el bien de la feria cuestiona su ética. ¿Qué tipo de cultura es la que mata a un animal en público y observa su agonía con placer? La española podría tomar ejemplo de la desaparición de viejas tradiciones, como la caza del zorro con perros en Inglaterra y Gales, prohibida por ley en 2005 (en Escocia se ilegalizó en 2002). Las nuevas generaciones decidirán.

El sufrimiento del toro, paso a paso

En 2007, Juan Carlos Illera, investigador en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid publicó un artículo en la revista no científica 6Toros6 en el que afirmaba que durante las corridas los toros de lidia eliminan el dolor, y por lo tanto no sufren gracias a un sistema hormonal desarrollado. La polémica no hizo más que empezar.

José Enrique Zaldívar, el investigador y veterinario que lleva tres años estudiando este tema, considera que el toro “sufre una enorme agonía durante la lidia”. Además de provocar lesiones anatómicas como son la rotura de músculos (más de 20), de ligamentos, tendones, vasos, y nervios, a causa de los instrumentos empleados por los toreros, también se producen fracturas de estructuras vertebrales, de costillas y de sus cartílagos de prolongación.

Zaldívar explica que las puyas insertadas en el animal durante la lidia le limitan su movilidad, ya que afectan al plexo braquial, que se ocupa de la inervación del tercio anterior. “Como consecuencia de las puyas el toro puede perder entre un 8 y un 18% de su volumen sanguíneo”, precisa el veterinario.

La estocada le provocará la muerte por una profusa hemorragia en la cavidad torácica. “En sólo el 20% de las ocasiones la espada va a seccionar los grandes vasos del tórax, lo que haría la agonía más corta”, comenta Zaldívar.

La puntilla le provoca la asfixia por cortarle el bulbo raquídeo. Según las analíticas sanguíneas realizadas por los veterinarios, existen graves alteraciones orgánicas durante la corrida. “El 93% de los toros lidiados presenta acidosis metabólica, compatible con el sufrimiento, y la incapacidad del organismo para regular sus constantes vitales”, señala Zaldívar.

Otros estudios científicos señalan importantes lesiones musculares por el sobreesfuerzo que supone la lidia para el toro, “para la que es evidente que no está preparado”. Además, el 23% de los toros lidiados tienen lesiones oculares.

Según el taxidermista de la plaza de Las Ventas en Madrid, “el 60% de los toros lidiados en esta plaza presentan fracturas o fisuras de cráneo”.

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PERFIL DEL TORO DE LIDIA

- Número: Hay 113.000 madres por año en España.

- Peso: Un novillo (toro de 4 años) pesa más de 400 kilos, y un toro más de 500.

- Reproducción: El grupo de sementales no es muy numeroso, los hay jóvenes en prueba (dos años cumplidos) y ya probados (más de cuatro años) que cubren la mayor parte de la vacada. Se habla de un toro por cada 50 hembras. Estas son tentadas de becerras con caballo y con capote. Las que demuestran “bravura”, pasan a ser madres, y las que son desestimadas, van al matadero. Su periodo de gestación es de 9 meses. El destete se suele hacer con 6 u 8 meses. Desde los 2 meses, los animales reciben piensos compuestos.

- Alimento: Basado en cereales (trigo, centeno y cebada principalmente), leguminosas-grano (habas, guisantes), forrajes (alfalfa, avena), y piensos compuestos (de origen vegetal y animal). En las explotaciones donde hay encinas, los toros también comen bellotas, y las hojas de este árbol. Cuando son elegidos para una corrida, son alimentados sobre todo con pienso compuesto un tiempo antes de ser transportados.

- Muerte: En 2009 se realizaron 1.877 “festejos taurinos”, de los que 1.443 corresponden a corridas de toros. Cada año mueren entre 8.700 y 12.000 toros, según fuentes.

- Precio: De 2.000 a 12.000 euros por cada toro, en función del tipo de “espectáculo” (plaza de primera, de segunda, de tercera o festejos de pueblos). Debido a la crisis, los precios también han bajado.

- Esperanza de vida sin corridas: Las cifras son un poco secretas. Algunos toros a los dos años son probados para ser sementales, y pueden convertirse en ello a los 4-5 años o llevados a la plaza o al matadero.

- Debate: Aunque no hay cifras absolutas, las encuestas realizadas apuntan que un 70% de la población está en contra de las corridas de toros.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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