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Desde el pasado sábado el Centro de Desarrollo de Tecnologías de Captura de CO2 situado en León ya está en marcha. Los técnicos lograron encender los cuatro quemadores de la caldera de Carbón Pulverizado (CP), de forma simultánea y estable, dando por cumplido el hito de la puesta en marcha del primer centro de captura de CO2 en España.
“Este primer encendido se logró con gas natural como paso previo al encendido con carbón pulverizado”, señala Pedro Otero, director técnico del proyecto. Pero para llegar hasta aquí se ha superado una serie de requisitos como disponer de sistemas como el de protección contra incendios, de energía eléctrica, sistemas de refrigeración y aire comprimido y la parte correspondiente del sistema de control distribuido (SCD) y el circuito de gases implicado.
La instalación de CIUDEN, principal instrumento del Gobierno para desarrollar las tecnologías de captura, transporte y almacenamiento de CO2, es única en España, y una de las más importantes del mundo para estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
El nuevo centro de captura, situado en Cubillos del Sil (El Bierzo), y que ha contado con una inversión de 128,4 millones de euros, es “singular” porque permite investigar con todo tipo de carbones e incorpora dos tecnologías distintas de oxicombustión, carbón pulverizado (CP) y lecho fluido circulante (LFC) –esta última es única en el mundo–.
La Fundación Ciudad de la Energía, que ha desarrollado el centro, se creó en 2006 a iniciativa del Gobierno para potenciar el desarrollo económico y social de la comarca de El Bierzo, a través de la ejecución de proyectos y actividades relacionados con la energía y el medio ambiente.
Científicos de la Universidad Autónoma de Madrid han aprovechado procesos de carbonización hidrotermal para transformar residuos orgánicos en un material carbonoso, estable e inocuo con características adecuadas para su uso como biocombustible.
Tras analizar más de 3.000 conflictos socioambientales en todo el mundo, científicos de una decena de universidades confirman el impacto negativo que tiene el desarrollo industrial sobre las formas de vida, las tierras y los derechos de las comunidades indígenas.
