Periodista, pediatra y doctor en medicina (UCM). También ha trabajado en ayuda humanitaria, cine y televisión, como actor y técnico de rodaje.
Si ponérnoslas fue un quebradero de cabeza, cabe preguntarse ahora cuándo y en qué contextos nos las quitaremos. El uso de mascarillas en exteriores podría relajarse cuando el porcentaje de vacunados sea mayor y la incidencia caiga. Aun así, las mascarillas han venido para quedarse, lo que no tiene por qué ser negativo.
Resulta descorazonador que aún no tengamos claro que el riesgo de contagio se da en interiores cerrados, a lo que sin duda ha contribuido el uso partidista de las políticas frente a la pandemia y la polarización. Lo grave son las fiestas en casas con las ventanas cerradas, los interiores de bares y locales de ocio.
En la segunda ola de contagios ya conocemos evidencias que permiten tomar medidas adaptadas a cada contexto. Así, no tiene sentido cerrar parques ni centros culturales seguros. La mayoría de los brotes surgen en espacios cerrados donde hablamos o gritamos, como restaurantes, discotecas, lugares de culto o de trabajo. En ellos urge una buena ventilación, uso de mascarillas y distancia interpersonal más amplia.
Los profesionales de atención primaria y los pacientes deberíamos sospechar de un posible caso de COVID-19 ante la aparición de síntomas ─no solo respiratorios─ y actuar en consecuencia. La clave no está en evitar repuntes, sino en poder atajarlos de forma precoz desde el sistema sanitario.