En el sudeste europeo estos animales extintos no eran estrictamente herbívoros, sino que modificaron sus dietas según el entorno en el que vivían. Esta estrategia los hizo más vulnerables a los cambios climáticos y ambientales del Pleistoceno superior.
Un nuevo estudio, liderado por José Manuel Maíllo Fernández, profesor de Prehistoria y Arqueología de la UNED, demuestra que su movilidad y territorio social eran mucho más amplios de lo que se pensaba.