Un equipo de investigadores ha desarrollado una espuma biodegradable que funciona como aislante térmico, sin necesidad de añadidos tóxicos. Combina un compuesto proveniente de las algas con un material conductor similar al grafeno.
La demanda de turismo en entornos naturales crece, el régimen de incendios forestales cambia y el calentamiento global se acelera. Mala combinación. Es imprescindible desarrollar campañas de educación y concienciación para reducir la vulnerabilidad de las personas y de los bosques, afrontar los nuevos retos y aprovechar las oportunidades.
La lucha contra los incendios ha dejado de centrarse exclusivamente en la extinción. Hoy se plantea desde una óptica más ambiciosa y estructural, en la que la innovación tecnológica, la participación ciudadana y la gestión territorial son imprescindibles.
Las quemas prescritas, planificadas y controladas se emplean con éxito en diversos lugares del mundo para mejorar la salud de los bosques y prevenir incendios catastróficos. Pero son una herramienta tan valiosa en la gestión forestal como desconocida para el público. Los expertos recomiendan extender su uso, también en España donde aún apenas se utiliza.
Esta ingeniera de la Universitat Politècnica de Catalunya investiga cómo se puede utilizar la inteligencia artificial en la vigilancia antiincendios. Su equipo pretende crear tecnologías capaces de adaptarse a la naturaleza compleja y variable de los accidentes, y ayudar a los equipos de gestión de emergencias.
Al pie del cañón en temporada de incendios están los brigadistas, que se exponen directamente al peligro con consecuencias físicas y emocionales. Sin embargo, la salud mental en estos entornos sigue siendo una asignatura pendiente.
En algunos ecosistemas, este tipo de incendios son aliados esenciales en el desarrollo de la biodiversidad. El botánico Fernando Ojeda desmonta los estigmas que pesan sobre el fuego y señala que la actividad humana que modifica el paisaje favorece peligrosamente la propagación de las llamas.
Según un nuevo informe, la Unión Europea sigue centrando sus esfuerzos en la extinción de incendios, una estrategia que por sí sola no basta para abordar el creciente problema del fuego. Invertir en nuevas políticas enfocadas en la prevención, la gestión del territorio y la educación puede ser clave para enfrentarlo de forma más eficaz.
Estos fenómenos se han vuelto más frecuentes y severos, y se ha comprobado que las partículas finas generadas en ellos perjudican a la salud. Según un nuevo estudio, 1 009 millones de personas al año, al menos durante un día, se expusieron a alta contaminación interior por incendios forestales en las últimas dos décadas.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han participado en un estudio internacional, publicado en Nature, que analiza cómo esta corriente ha influido de manera determinante en el clima europeo durante más de 700 años provocando eventos extremos como incendios, epidemias o inundaciones.