Suscríbete al boletín semanal

Recibe cada semana los contenidos más relevantes de la actualidad científica.

Agencia Sinc
Si estás registrado

No podrás conectarte si excedes diez intentos fallidos.

Si todavía no estás registrado

La Agencia SINC ofrece servicios diferentes dependiendo de tu perfil.

Selecciona el tuyo:

Periodistas Instituciones

JULIO ROBERTO ZAZZALI

Soy Perito psiquiatra Forense Oficial en la Prov. de Buenos Aires, Argentina. Y digo: Para ver que les parece les mando algo que escribí en mi “Psiquiatría Jurídica” (www.psiquiatríajuridica.com.ar).

EL SOCIOPATA
UN INTENTO DE COMPRENSIÓN DESDE LA ANTROPOLOGÍA PERSONALISTA

PSICOPATOLOGÍA CLÍNICA.
En estrecho contacto con la psicopatología fenomenológica centroeuropea sostenemos que —dejando afuera a los psíquicamente “normales”— los ciudadanos de este mundo pueden estar en una de dos categorías psíquicas: anormalidad o enfermedad.
La anormalidad psíquica abarca los disturbios anímicos cuantitativos, ya sea en el “modo de estar en el mundo” (variantes poco comunes de personalidad), ya sea en el “modo de responder emocionalmente” (reacciones vivenciales desmesuradas o, más simplemente, neurosis).
La enfermedad mental es aquella entidad psíquica que expresa disturbios anímicos cualitativos (psicosis), en que aparecen fenómenos “fuera” de la realidad (alucinaciones, delirios), cuyo origen puede ser endógeno o exógeno.

PSICOPATOLOGÍA FORENSE: LOS SOCIÓPATAS.
Aquí nos vamos a ocupar de quienes, por su comportamiento habitual, “hacen sufrir a la sociedad” y que suelen transitar por los pasillos de Tribunales como acusados. Vamos a hablar de aquellos sujetos que Schneider llamó “desalmados”, para los que indistintamente llamaremos “sociópata” o “psicópata”.
Dado que “solamente” presenta una personalidad anormal (disturbio psíquico cuantitativo) y no una enfermedad mental (disturbio psíquico cualitativo), el psicópata entiende cabalmente las cosas comunes de la convivencia: no tiene limitación alguna en la capacidad de comprender ni de decidir. Tiene aptitud mental para “comprende la criminalidad de un acto” y, consecuentemente, para “dirigir su acción”.
¿Cómo es el sociópata? Es manipulador, poco sensible, egoísta, con una muy alta autovaloración. Vive una íntima y muy fuerte convicción de “ser el mejor”. Es un soberbio. Para él, los demás son algo así como “humanos de segunda”, “subhumanos”. Los otros son sólo cosas, y a las cosas se la usa. En su periplo por el mundo no vive límite ninguno en su accionar.

EL SER HUMANO SOCIÓPATA.
Elevándonos desde la ciencia psicopatológica hacia una más alta consideración del fenómeno humano, se percibe que el sociópata no tiene frenos éticos. Ejerce la maldad. Julián Marías ha dicho que solamente la persona tiene la “posibilidad extrema”, estrictamente humana y que no tiene el animal, de entregarse a la maldad, lo que se podría entender como una “posesión consentida” —la única que permite la forzosa libertad del hombre—. (Marías, Julián, Persona, Alianza Editorial, pag. 19). Hacer una maldad es una decisión consciente. Vivir ejerciendo la maldad es una elección libre.
El tipo ha decidido “ser malo”. Y no le importa. Si obtiene para él “algún beneficio”, el hecho de servirse del otro o de dañar al otro se torna legítimo. Su conducta social manifiesta crueldad. Carece de compasión, No hay sentimiento de culpa y no puede haber, por ende, arrepentimiento. Sucede que le resulta fácil absolverse, porque… ¿qué culpa tiene “él” si los otros son tontos? ¿qué culpa tiene “él” si Dios lo creó así, superior?
Buscando precisión, en la persona del sociópata se pueden reconocer dos factores que confluyen. Hay un componente “constitucional” de personalidad: es flemático, poco sensible, desapasionado, frío emocionalmente. Este factor es neutro axiológicamente. Y hay un componente “consciente”: la libre decisión de la persona de comportarse egoístamente, lo que significa llevar adelante una vida llevando a cabo claros valores socialmente negativos. Así las cosas, aparece que no es la “personalidad” la que se expresa perturbadoramente, sino la “persona”.
Pretendiendo escudriñar en la naturaleza del sociópata, vamos a jugar con dos nociones: persona, que es un concepto filosófico-antropológico, y personalidad, que es un término psicológico-antropológico.
Por un lado, filosóficamente hablando, la esencia del hombre —lo que todos los humanos tienen en común y que lo distingue de los demás seres— es la condición de ser libre. Eso lo define como Persona.
Por otro lado, el ente psíquico que expresa las diferencias individuales entre unos y otros, el estilo usual con el que se manifiesta socialmente el hombre, es la Personalidad.
Sintéticamente y elementalmente dicho, hombre “es” persona y “tiene” personalidad. Entonces, la personalidad no es, por sí, causa de ninguna clase específica de conducta, ni buena ni mala. A cada accionar concreto lo decide la persona. Puede ocurrir que alguien, portador de una personalidad fría, poco sensible, indiferente emocionalmente, decida libremente apartarse de la sociedad y ser investigador científico aislado en un laboratorio. Puede también suceder que, con esas mismas características de personalidad, otro decida libremente vivir ejecutando comportamientos antisociales. A este último lo designamos sociópata.
Es decir que, apasionado o frío, el sujeto puede vivir ejecutando valores “pro-sociales” o “antisociales”. Más allá del estilo individual, el violar las normas morales es una decisión consciente. Ser ardoroso o glacial se trae de fábrica, ser antisocial es una libre elección.

EL PSICÓPATA COMO DELINCUENTE.
Hay diferentes categorías de sujetos antisociales. Aquí nos centraremos en el peor de todos, el “psicópata grave”, el que es capaz de cometer crímenes abominables. Estamos en el terreno de los “delitos contra las personas”. Por supuesto que un crimen, aun el más simple, es siempre repudiable. Pero de vez en cuando sucede uno que nos impacta como asombrosamente brutal, al que denominamos “crimen aberrante”, que consiste en una agresión contra la vida, la salud o la dignidad de un ser humano, que se ejecuta empleando un procedimiento particularmente horroroso, descargado sobre un ser incapaz de defenderse. Ahí están fundamentalmente las agresiones sexuales y los homicidios. Pero no cualquier homicidio, sino el de factura especialmente atroz.
Entre otros, son sociópatas autores de crímenes aberrantes los “asesinos seriales”, los capos mafiosos, los “asesinos profesionales” y no pocos políticos (terroristas, dictadores autócratas).
Muchas veces, en su realización de la monstruosidad, el sociópata goza torturando, denigrando, mancillando, deshonrando a su víctima. Así el homicida serial experimenta el placer de sentirse superior. Otras veces, sin deleitarse demasiado, impasiblemente cumple con una tarea remunerada, como el sicario que “por encargo” asesina alevosamente a desprevenidos. O también, sin remuneración, masacra inocentes justificando su accionar con un “ideal humanitario”.

¿QUÉ HACER CON EL SOCIÓPATA?
El sociópata es un muy serio problema social. Para solucionarlo, se debe partir del conocimiento de la naturaleza de esa clase de sujeto. Hay que tener una correcta comprensión de este tipo de persona. Fundamentalmente, no hay que caer en visones erróneas, desgraciadamente hoy muy difundidas. Se debe tener en claro lo que el sociópata no es. En su conducta no hay invencibles causas biológicas: no hay un “gen psicópata”, no hay un “centro cerebral de la maldad”. Tampoco hay ocultos elementos psíquicos: no hay un “instinto homicida”. Ni hay un fatal factor social-educativo. O sea que ni la biología, ni las fuerzas sociales, ni “inconscientes” empujes psicológicos gobiernan el accionar del sociópata. Por sobre un eventual ingrediente cerebral, psíquico o social favorecedor de un comportamiento antisocial —cuestión que hay que demostrar— está el libre albedrío de quien ha decidido vivir despreciando al género humano.
Asimismo, no se debe olvidar que el sociópata es “no reeducable”. ¿Por qué? La explicación es sencillísima: el tipo no quiere cambiar. ¿Quién, convencido de ser el mejor, va a querer ser otro hombre? Seguirá ejerciendo la maldad. Y repetirá su comportamiento antisocial.
Frente a esta realidad, la Sociedad debe protegerse. ¿Cómo? Una vez probada la ejecución de su primer crimen aberrante, el sociópata irá a prisión para siempre. Jamás, por ningún motivo, podrá otorgársele un beneficio o una atenuación de la condena.
Sabemos que no cabe ilusionarse con una posible “resocialización”. Y que seria suicida darle la oportunidad de reincidir. Entonces, no deberá salir nunca de la cárcel.

Julio Roberto Zazzali.



.