Un equipo del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía busca anticipar la llegada de especies no nativas a este rincón del Atlántico, donde la confluencia de las aguas oceánicas y fluviales crean un entorno idóneo para su llegada y proliferación.
En el sur peninsular, bañado por el Atlántico, está el golfo de Cádiz, donde el Guadalquivir llega al océano en una confluencia de aguas con alta productividad pesquera por su alta riqueza ecológica. Se trata del único río navegable de España, por donde, a veces, se cuelan polizones no humanos que pueden acabar estableciéndose muy lejos de su lugar de origen.
El transporte marítimo globalizado es una de las causas principales de la llegada accidental de especies exóticas. A ello se suma el cambio climático, que favorece que otras especies crucen desde aguas africanas y se asienten en este enclave tan biodiverso como vulnerable. Desde hace tiempo llegan como un goteo constante que no ha pasado desapercibido a la pesca local, cuyas redes y nasas atrapan organismos no nativos. Por su parte, la ciencia los monitoriza desde hace casi tres décadas gracias a la colaboración entre ambos sectores.
Para el grupo de Biodiversidad del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), liderado por José Antonio Cuesta Mariscal y Enrique González Ortegón, estamos ante lo que denominan punto caliente o hotspot de especies exóticas. Es una adaptación del concepto ‘hotspot de biodiversidad’, que hace referencia a los lugares que destacan tanto por su variedad de formas de vida como por las múltiples amenazas que se ciernen sobre estas. Un término muy adecuado para el golfo de Cádiz, donde confluyen ambos escenarios.
Aunque es una continuación del Mediterráneo, tiene especies propias que lo enriquecen. Además, se dan condiciones que propician la aparición de especies no nativas, sobre todo peces y crustáceos que llegan desde aguas africanas, pero también desde Asia y América
“Aunque es una continuación del Mediterráneo, tiene especies propias que lo enriquecen. Además, se dan condiciones que propician la aparición de especies no nativas, sobre todo peces y crustáceos que llegan desde aguas africanas, pero también desde Asia y América”, explica González Ortegón.
Su grupo empezó el seguimiento de esta zona para asesorar al sector de la pesca. Ahora, con el nuevo proyecto InvaTropic, estudiará las costas de África para anticipar futuras invasiones.
El tramo final del Guadalquivir acoge muchas especies de interés pesquero, cuyos ciclos de vida transitan entre las aguas abiertas y las del río, a donde acuden los juveniles de boquerones o langostinos. Por eso investigan lo que pueda alterar su equilibrio: “Observar durante años nos permite entender los cambios que experimenta un ecosistema tan dinámico. Los límites espaciales de estas especies dependen de las lluvias, las temperaturas o la acción del ser humano. Ahora, las exóticas añaden un punto más de complejidad”, argumenta González Ortegón.
Huevos de camarón. / ICMAN-CSIC
El pasado mes de junio, dos centros de investigación publicaban sendos artículos alertando de la tropicalización a ambos flancos del estrecho de Gibraltar, el mar de Alborán y el golfo de Cádiz. En este último participaron Enrique González y Gustavo Freire de Carvalho Souza, también investigador del grupo de Biodiversidad del ICMAN-CSIC. “Cada vez observamos más, y con mayor frecuencia, peces tropicales que llegan por el aumento de las temperaturas. De media, detectamos una nueva especie al año, muchas procedentes de África, pero también del otro lado del canal de Suez, que cruzan el Mediterráneo”, explica el experto.
Cada vez observamos más, y con mayor frecuencia, peces tropicales que llegan por el aumento de las temperaturas
Además de la observación de 15 especies de peces desde 2008, el investigador ha reportado la presencia de otras especies en el estuario del Guadalquivir, como un camarón originario de Asia oriental y sudoriental, Macrobrachium cf. nipponense, en 2024, que seguramente llegó desde el Danubio, donde se vio por primera vez en 2021. Sin embargo, aún es pronto para saber si algún animal exótico ya asentado en las aguas del río, como el cangrejo azul (Callinectes sapidus), está causando perjuicios a alguna especie nativa.
Los investigadores empezaron a observar periódicamente el estuario del Guadalquivir para estudiar las zonas de cría y la alimentación de los juveniles de especies de interés pesquero, como el boquerón, la sardina o el langostino. Por eso, desde el principio colaboran con quienes pasan más tiempo allí. “Como están siempre a pie de campo, nos reportan cosas que nosotros no vemos, como la presencia de los langostinos exóticos Penaeus monodon, P. notialis o Macrobrachium cf. nipponense”, relata Enrique González.
Al cangrejo azul, de origen americano, lo observaron por primera vez en 2017. Desde entonces, no ha dejado de expandirse y la Junta de Andalucía ya ha expedido algunas licencias específicas para su captura y comercialización desde 2021, pues tiene valor culinario. Por otra parte, además de la información que aportan las lonjas y los pescadores, cualquier persona puede apoyar esta investigación, mediante fotos y geolocalización, a través de la herramienta iNaturalist de registro de observaciones.
Cangrejo azul. / ICMAN-CSIC
Aunque en la mayoría de los casos no pueden asegurar cómo se produce, la dispersión de muchos crustáceos exóticos sucede en alguna de sus fases larvarias, algunas microscópicas, pues es cuando pueden caer en las aguas de lastre que portan los grandes buques para mantener su equilibrio, que las transportan muy lejos. Sin embargo, también es una etapa muy crítica, pues las larvas son muy vulnerables a los cambios en el ambiente.
Es llamativo lo bien que se ha establecido en el golfo de Cádiz, cuyas aguas son más cálidas que en su lugar de origen
Por eso es importante conocer sus límites de tolerancia a la temperatura o la salinidad, que pueden cambiar mucho durante el viaje y en la zona invadida, sobre todo bajo el actual contexto de cambio global, que las somete a olas de calor o las expone a contaminantes. En el laboratorio del grupo de Biodiversidad del ICMAN-CSIC, Ángela Rodríguez Ruiz estudia los efectos sobre el comportamiento y la fisiología de las larvas del cangrejo azul. "Es llamativo lo bien que se ha establecido en el golfo de Cádiz, cuyas aguas son más cálidas que en su lugar de origen”, reflexiona la investigadora predoctoral. “Sin embargo, parece que hemos encontrado su límite de temperatura y, si sigue aumentando la del mar, podría empezar a sufrir un declive poblacional”, añade.
Ahora, este grupo afronta el nuevo proyecto InvaTropic junto a investigadores de Marruecos, Mauritania, Túnez y Egipto. Con ellos estudiarán la diversidad de peces y crustáceos, aún poco explorados, para conocer las especies que podrían acabar llegando al golfo de Cádiz. Quieren detectarlas a través del ADN ambiental, el material genético presente en las muestras de agua que tomarán a lo largo de la costa africana.
José Antonio Cuesta explica que el ADN ambiental es un excepcional método de detección temprana porque desvela la presencia de especies que aún no han visto. “Encontrar un individuo, suele significar que ya hay una población asentada o que, al menos, han empezado a reproducirse en la zona. Sin embargo, el ADN ambiental delata su presencia mucho antes y nos da más tiempo para pensar en cómo paliar el posible daño que una nueva especie podría causar en nuestras aguas”, cuenta el experto.
Encontrar un individuo, suele significar que ya hay una población asentada o que, al menos, han empezado a reproducirse en la zona
Una parte de la diversidad de las costas africanas ya está catalogada en las bases de datos genéticos, abiertas para toda la comunidad científica, pero muchas otras no. Por eso, los investigadores van a hacer una recopilación exhaustiva de los códigos de barras genéticos que las identifican. “El nuevo catálogo de ADN de la biodiversidad marina africana nos servirá para buscar después esas mismas especies en el ADN ambiental de las costas andaluzas”, anticipa Gustavo Freire.
“Se necesitan repetidas introducciones de larvas en un ecosistema nuevo para que una especie prolifere como lo ha hecho el cangrejo azul en el golfo de Cádiz”, reflexiona la investigadora. “Pero pensemos en la intensidad de las rutas de transporte y comercio diarias y en el volumen de aguas de lastre de estos buques, que facilitan el traslado de propágulos desde puertos lejanos hasta aquí”, concluye. Esto, sumado a las modificaciones de su línea de costa y los numerosos puertos, obliga a continuar con el esfuerzo conjunto por frenar el asedio continuado de especies exóticas, que pueden llegar a convertirse en invasoras.
Contenido realizado dentro del Programa de Ayudas CSIC – Fundación BBVA de Comunicación Científica, Convocatoria 2023 CSIC