Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Anticiparse al enemigo es básico en cualquier guerra y una forma bastante simple de hacerlo es oírlos aproximarse. En esta imagen, tropas estadounidenses utilizan un localizador acústico montado sobre una plataforma con ruedas.
Las enormes bocinas amplificaban los sonidos a kilómetros de distancia, que eran monitoreados a través de los auriculares usados por un miembro de la tripulación, que podrían dirigir la plataforma para mover e identificar los aviones enemigos a distancia.
El desarrollo de localización acústica pasiva se aceleró durante la Primera Guerra Mundial, pero más tarde superada por el desarrollo del radar a partir de 1940.
Los miles de heridos requerían de soluciones innovadoras para sacarlos de las trincheras, como este vehículo blindado de la Cruz Roja, diseñado en 1915. Las ruedas estrechas y una carrocería excesivamente baja lo hicieron fracasar en los embarrados y tortuosos frentes de la Primera Guerra Mundial.
Cualquier cosa era buena con tal de permanecer invisible para el enemigo. Se inventaron camuflajes tan curiosos como estos caballos que eran usados por francotiradores. / U.S. Army Signal Corps / Brett Butterworth
Gigantesco cañón italiano localizado en las cercanías de Udine. Los ingenieros de ambos bandos probaron a agrandar las armas, llegando a tamaños como el de la imagen. De este solo se fabricaron 50 ya que su excesivo tamaño lo hacía enormemente costoso e inoperativo para la batalla (Italia). / National Archive
Los alemanes sembraron el terror en los cielos con sus enormes zepelines, que tenían la ventaja de que podían volar más alto que los aviones que defendían territorio británico y eludir las baterías antiaéreas.
Su enorme capacidad de carga –muy superior a la de los aviones de la época– les permitía arrojar una cantidad ingente de bombas en cada ataque. / Channel 4
En ambos bandos era común el uso de globos de observación que se usaban para hacer incursiones de pocos kilómetros detrás de las líneas del frente. Los globos eran de una tela resistente e iban rellenos de gas de hidrógeno. Su naturaleza inflamable llevó a la destrucción de cientos de ellos. Los observadores iban suspendidos en una pequeña plataforma. / Benjamin Hirschfeld
En ambos bandos se agudizaba el ingenio para observar sin ser visto. En la imagen, un falso árbol británico usado como puesto de observación. / Australian official photographs / State Library of New South Wales
No solo era cuestión de camuflar a las personas, también era necesario ocultar a los objetos, aunque fuesen tan grandes como un portaaviones.
En de la imagen –el británico HMS Argus, capaz de transportar 18 aviones– aparece pintado en camuflaje dazzle, una técnica pictórica aplicada desde los diseños cubistas –el arte del momento– para romper las líneas de los barcos en el mar. Su inventor fue el oficial Norman Wilkinson. / National World War I Museum
El ejército francés inventó este traje –de dudosa eficacia– que hacía que su portador no se hundiera en el agua. / www.europeana1914-1918.eu
Un equipo alemán de comunicaciones, en el Frente Occidental, usando una bicicleta tándem para alimentar el generador de la estación de radio. / Archivo Nacional Alemán
La guerra de trincheras llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental. Se construyeron centenares de kilómetros en estructuras donde los soldados podían pasar meses. La mayoría se hizo a pico y pala pero se inventaron artilugios como esta máquina alemana de excavación de trincheras. / Museo del Aire y del Espacio de San Diego
La única posibilidad de defensa contra las armas químicas eran las máscaras antigas. Ante la imposibilidad de llevarlas siempre se investigó con varios animales hasta que el norteamericano Paul Bartsch descubrió que las babosas detectan el gas mostaza en el aire mucho antes de que los humanos.
Así, las babosas formaron parte del equipo de campaña de los soldados estadounidenses desde junio de 1918. / Archives of American Art
La imaginación para tomar la delantera en el frente no tenía límites, como este ingenio para patinar sobre el agua del ejército francés de dudosa eficacia en el campo de batalla. / Bibliothèque Nationale de France
Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Y hay pocas situaciones que pongan al ser humano tan al límite como una guerra. Más todavía si hablamos de la Primera Guerra Mundial, el primer conflicto armado global, donde la perspicacia del hombre llevó a las trincheras todo tipo de artilugios para hacer frente al enemigo.
Cuando se cumplen 100 años del inicio de la lucha que lo cambió todo, repasamos en esta galería algunos de los artefactos más curiosos que se emplearon en los campos de batalla.