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Cuando ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada en 2011 terminaban más de cuatro décadas de terrorismo. Lo letal de algunos momentos pudo hacer creer que aquello se trataba de una auténtica guerra. No fue así porque ni hubo dos bandos ni la violencia cobró las dimensiones de una contienda, pero ello no es óbice para que se hable de final y de paz, según un estudio de la Universidad del País Vasco.
¿Han intentado alguna vez cazar una mosca con la mano? ¿O parar un remate como lo hace Víctor Valdés? Ambas cosas son difíciles. La mosca tiene neuronas especializadas que detectan objetos que se acercan, y generan un reflejo. Muchas especies, como por ejemplo insectos, pájaros o mamíferos, tienen este tipo de neuronas. Los humanos también las tenemos para evitar colisiones o coger objetos en movimiento como pelotas de fútbol. A pesar de que estas neuronas cumplen las mismas funciones, no estaba claro si funcionaban del mismo modo en especies diferentes.
Una investigación de la Universidad de Barcelona, en colaboración con la Universidad de la Ciudad de Nueva York, ha estudiado los efectos de la llamada ‘violencia de persecución’ sobre las víctimas de ETA en Euskadi. Un enfoque científico que Javier Martín Peña, investigador principal del estudio, considera “necesario para la construcción de la narrativa e historia de lo sucedido”.