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Un consorcio vasco, con la participación de Tecnalia, ha diseñado una nueva herramienta para mejorar la sostenibilidad del sector transporte, responsable del 25% de los gases efecto invernadero. La aplicación ya se prueba en autobuses y recolectores de residuos.
El transporte es responsable de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la Unión Europea, por lo que resulta fundamental evaluar la sostenibilidad de los combustibles a lo largo de todo su ciclo de vida. De esta forma se puede establecer cuales son más sostenibles.
Es en este contexto se sitúa el proyecto europeo Biolca, liderado por Ekotek y que cuenta con la participación de Tecnalia, Gaiker-IK4, Factor CO2, Cespa y el Ayuntamiento de Bilbao. Sus investigadores han diseñado una nueva herramienta que permite calcular los impactos ambientales, sociales y económicos asociados al uso de diferentes fuentes de energía en el sector trasporte (gasolina, diésel, bioetanol, biodiesel, electricidad, gas natural, GLP, queroseno).
Estos impactos se calculan teniendo en cuenta todo el ciclo de vida de esas fuentes de energía, desde la extracción, generación o cultivos, hasta el uso de los mismos.
De esta forma Biolca, permite la toma de decisiones a las organizaciones de la cadena de valor del trasporte, a la hora de decantarse por una fuente u otra. De la misma forma, será de gran ayuda en el establecimiento de políticas públicas, a distintos niveles, para priorizar o fomentar determinadas fuentes de energía.
La herramienta, que ahora está siendo ahora probada con la flota de vehículos del Ayuntamiento de Bilbao y Cespa-Ferrovials, ha sido desarrollada en el marco del programa LIFE+. Su objetivo es generar una herramienta web definitiva que permita evaluar y mejorar la sostenibilidad del sector transporte.
Científicos de la Universidad Autónoma de Madrid han aprovechado procesos de carbonización hidrotermal para transformar residuos orgánicos en un material carbonoso, estable e inocuo con características adecuadas para su uso como biocombustible.
Tras analizar más de 3.000 conflictos socioambientales en todo el mundo, científicos de una decena de universidades confirman el impacto negativo que tiene el desarrollo industrial sobre las formas de vida, las tierras y los derechos de las comunidades indígenas.
