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Las complejas teorías cuánticas no solo surgen en los laboratorios, también en los viajes, en un chiringuito a la orilla del mar o dibujando en pizarras al aire libre en los Pirineos ante atónitos turistas. El físico Juan Ignacio Cirac (Manresa, 1965), cuenta a SINC su experiencia en el Instituto de Física Teórica de Santa Bárbara, en California, y el Centro de Ciencias de Benasque (Huesca).
“Es un sitio ideal, paradisíaco, al lado de playas con palmeras”. Seguramente pocas personas asociarían esta imagen con un instituto de física teórica, pero el de la Universidad de California en Santa Bárbara es así, según Juan Ignacio Cirac.
Desde el Instituto Max-Planck de Óptica Cuántica, en Alemania, el físico español recuerda ahora sus temporadas en el californiano Kavli Institute for Theoretical Physics (KITP) –su nombre oficial– durante los años 90.
“Desde entonces he estado varias veces en ese centro, donde científicos de todo el mundo pueden participar en workshops o trabajar allí durante varias semanas, al lado del mar, no solo en el propio instituto, también en la playa o en los cafés y chiringuitos cercanos”.
“A veces distraerse un poco es bueno para la inspiración de un científico”, asegura Cirac, cuyos trabajos sobre computación y óptica cuántica son fundamentalmente teóricos. Aun así, reconoce que, incluso cuando salía con los colegas a dar una vuelta o tomar una cerveza fuera del KITP, era frecuente seguir hablando “sobre lo mismo”.
Las ideas para uno de sus artículos más conocidos sobre simulaciones cuánticas, publicado en la revista Physical Review Letters en 1998, surgieron en un café de las playas de Santa Bárbara.
Las discusiones solían ser con otro de los autores del trabajo, el profesor austriaco Peter Zoller, con quien compartía apartamento. La amistad entre ellos ha continuado hasta la actualidad y en 2013 ambos han compartido el Premio Wolf de Física, la antesala del Nobel.
Físicos en los Pirineos
Zoller también ha acompañado a Cirac en alguna ocasión a otro de sus sitios especiales: el Centro de Ciencias de Benasque Pedro Pascual. Se encuentra en el pleno corazón de los Pirineos, al norte de Huesca, “un lugar alejado de las grandes ciudades, prácticamente aislado y con un paisaje de montaña extraordinario”.
Cada dos años se reúnen aquí un centenar de expertos en física cuántica para debatir durante tres intensas semanas los avances en esta disciplina. “La mayoría de los participantes son gente joven, con ideas nuevas, que plantean discusiones muy interesantes”, apunta Cirac.
El investigador recuerda que, para facilitar las explicaciones, hay pizarras distribuidas por el centro, tanto dentro como el exterior: “Los turistas que pasan se quedan mirando y nos hacen fotos, como si fuera el circo, pero nosotros seguimos a lo nuestro”.
“Trabajamos mucho –añade–, aunque también hacemos deporte”. De hecho son habituales los partidos de fútbol entre los físicos de España contra los del resto del mundo. En otras ocasiones, cuando hay muchos brasileños, son estos los que disputan la copa a una selección internacional.
Otra de las actividades del Centro de Ciencias de Benasque son las excursiones a los bosques y picos cercanos. La subida al Aneto es todo un clásico, aunque los científicos montañeros se tengan que levantar a las 5 de la mañana.
“Por el camino se puede seguir charlando de física, al igual que en los bares y restaurantes de la localidad”, dice Cirac, quien destaca cómo el entorno facilita la inspiración. La idea original de varios de sus artículos más recientes ha salido de discutir aquí con otros investigadores.
“Es una forma curiosa de hacer ciencia, pero está teniendo tanto éxito, que lo seguimos repitiendo y cada vez quiere venir más gente”, señala el físico, que es coorganizador de estos encuentros. El de 2013 se ha desarrollado entre el 23 de junio y el 12 de julio, y ya se está preparando el de 2015.
Mientras tanto, el experto en física cuántica no dejará de viajar para mantener su apretada agenda internacional. “También hago mucha física en los aviones, donde me concentro bastante bien, sobre todo en los vuelos largos entre Europa y EEUU”, dice Cirac. El día menos pensado volará a Estocolmo para recoger algún premio.