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El silencio de las focas

Un barco se aproxima al hielo del Golfo de San Lorenzo (Canadá) donde habitan las focas arpa. Una cría es divisada desde la nave y un cazador le dispara. Pasan los minutos y el animal resiste, pero sólo hasta que otro hombre la despelleja con su gancho. Ésta es una de las imágenes de la matanza de focas de 2009. Su piel, como la de otras 299.000 focas, será vendida por 15 dólares canadienses. Hoy la Unión Europea ha vetado en una decisión histórica el comercio de productos derivados de estos animales. Pero Canadá sigue permitiendo esta criticada práctica.

Matanza de focas de 2009 en Canadá
Matanza de focas de 2009 en Canadá. Foto: HSI.

El Parlamento Europeo ha prohibido hoy la comercialización de productos derivados de las focas arpa tras un largo debate que se inició en 2006. La única excepción que permitirá la Unión Europea es la caza tradicional de la comunidad esquimal inuit y la destinada a mantener la sostenibilidad del mar.

La Europa de los 27 se une así a los Estados miembro que ya habían vetado o tenían la intención de vetar el comercio de productos derivados de las focas como República Checa, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria, Francia, Italia, Eslovenia y Luxemburgo. La resolución que prohíbe las importaciones ha sido aprobada por 550 votos a favor, 49 en contra y 41 abstenciones.

Pero el Gobierno canadiense no se da por aludido y la caza de miles de focas al año llega incluso a amenazar la supervivencia de las poblaciones de estos mamíferos. En los últimos 10 años, entre el 33% y el 50% de todas las focas que nacieron fueron asesinadas. Este dato preocupa a los expertos, ya que estos animales no alcanzan la edad de reproducción hasta los seis años, por lo que los efectos de la caza de los ejemplares más jóvenes, está empezando ahora a resentirse.

Stephen Harris, biólogo investigador de la Universidad de Bristol (Reino Unido), publicó en 2006 un informe sobre las poblaciones de focas arpa en el noroeste atlántico. En su investigación evaluó los modelos del gobierno de Canadá para estimar el número de focas existentes.

Harris explicó que las poblaciones están amenazadas porque “muchas variables como la disponibilidad de comida para las focas, el cambio climático, y la bioacumulación de toxinas antropogénicas no se toman en cuenta”. Estas variables reducen el índice de reproducción de los mamíferos y aumentan su mortalidad. Las focas paren y amamantan a sus crías sobre un hielo que cada vez se resquebraja más. En algunas ocasiones la capa de hielo se deshace antes de que la cría sea capaz de sobrevivir a mar abierto.

El investigador británico critica que no se valoren los aspectos biológicos de las poblaciones y que el gobierno se base en estimaciones de poblaciones inciertas para determinar el número de animales que deben ser sacrificados cada año. El 70% de las focas podría estar en peligro.

Según los ecologistas, la reducción de la caza en los ‘80 permitió a las poblaciones recuperarse, pero hoy la cacería es mayor que hace 50 años. Además de huir de sus predadores naturales (tiburones, ballenas y osos polares), las focas se enfrentan a los cazadores.

Las cifras de la cacería

En los últimos cuatro años, la caza de focas arpa o de Groenlandia (Pagophilus groenlandicus) se ha saldado con la muerte de un millón de animales. Es la mayor matanza de mamíferos marinos del mundo, una agresión que espeluzna aún más si se conoce este dato: el 97% de las focas que mueren son crías de menos de tres meses de edad.

El gobierno de Canadá tiene leyes muy estrictas al respecto para que las focas eviten el dolor y el sufrimiento al morir. El actual Reglamento Canadiense de Mamíferos Marinos obliga a los cazadores a golpear directamente en el cráneo para producir la muerte inmediata y esperar al menos un minuto hasta que la foca se desangre para desollarla. No obstante, los veterinarios y los zoólogos informan de que los cadáveres de las focas muestran numerosas heridas en todo el cuerpo, y que en el 66% de los casos el animal es despellejado vivo y consciente.

Ante estas circunstancias, el senador canadiense Marc Harb ha sido el primer parlamentario en presentar el pasado marzo un proyecto de ley que prohíbe la caza de focas arpa. No tiene el apoyo de ningún partido político –ni siquiera el suyo-, pero sí el de organizaciones no gubernamentales como Humane Society International (HSI).

A pesar de que el Gobierno asegura que las focas no sufren, “este tipo de caza no es viable sin crueldad”, explica Rebecca Aldworth, directora de HSI Canadá. “Las imágenes que se han filmado en la campaña de este año demuestran que la matanza es tan cruel e inhumana como siempre ha sido”, apunta la ecologista que lleva más de 11 años mostrando la realidad sangrienta del hielo del Golfo de San Lorenzo donde dice haber visto “las peores atrocidades”.

“Un comercio poco rentable”

Este año son cerca de 300.000 las focas que van a morir en manos del ser humano a un precio que muchos cuestionan. El gobierno canadiense estima que son entre 5.000 y 6.000 cazadores canadienses quienes obtienen ingresos de la caza de focas, pero sus ingresos anuales con esta práctica no llegan al 5%. Según Aldworth, “ésta no es la mejor manera de crear empleo; se puede hacer mejor”.

En 2008 los cazadores ganaron el 2,5% de sus ingresos anuales con la matanza de focas, en total, siete millones de dólares canadienses para Canadá, una ínfima parte si se compara con los 2.500 millones de dólares de beneficio anual que aporta la exportación del 66% de su marisco a EE UU.

Aunque Canadá insiste en que el mercado de la caza de focas arpa es “de vital importancia para la economía de las poblaciones costeras del Atlántico”, los datos demuestran lo contrario. El comercio de productos derivados de estos mamíferos es una actividad económica “marginal”. El Estado de Newfoundland ejemplifica bien esto: la matanza de focas aporta menos del 1% a su economía. Además, aunque cada año se emiten 11.000 licencias para cazar, por cinco dólares canadienses cada una, sólo la mitad se utilizan.

La piel, el objeto oscuro de deseo

La caza de focas responde a un mercado concreto, el de las pieles, ya que la carne de los animales permanece en el hielo hasta que desaparece. Sin embargo, este comercio de lujo encuentra cada vez menos compradores; desde 2006 el precio de las pieles ha disminuido un 86%, hasta situarse en 15 dólares canadienses por piel.

“Si se tiene en cuenta la realidad económica de esta cacería y la ausencia de mercados para la compra de productos lujosos como las pieles, el comercio nunca será rentable”, señala Harb. Además, el Departamento de Pesca y Océanos de Canadá ya ha advertido a los cazadores de no matar a las focas si no hay compradores para sus pieles.

La piel se utiliza también con propósitos industriales. El aceite que se desprende de la grasa del animal produce suplementos de ácidos grasos Omega 3 para el consumo humano, además de cosméticos y medicinas. Sin embargo, desde HSI afirman que “existen alternativas más baratas a la grasa de las focas para producir el Omega 3 como el lino o los aceites procedentes del pescado”.

A la rapidez de la caza (en dos días se pueden matar hasta 140.000 focas) se suman las condiciones extremas a las que se enfrentan los cazadores, que en realidad son pescadores. “La caza no está realmente controlada y las condiciones climatológicas desempeñan un papel crucial”, subraya Rebeca Aldworth. A esto Harb añade que “el Gobierno no puede regular una actividad comercial que se lleva a cabo en condiciones tan peligrosas y en un espacio de tiempo tan corto”. Por ello proponen que estas personas pasen de verdugos a cuidadores fomentando el ecoturismo, que crea empleo a las poblaciones costeras como el avistamiento de ballenas, cuyo rendimiento económico supera con creces a la caza de focas.

Pero para proponer el ecoturismo marino es necesario que haya esperanza para las focas. Cerca del 70% de la población canadiense se opone al comercio derivado de la matanza de focas y el 66% de la ciudadanía apoya la decisión de otros países de prohibir este comercio. “La novedad de la campaña de 2009 es que, por primera vez, la UE, que es nuestro segundo socio comercial después de EE UU, ha luchado por prohibirlo”, reivindica Harb.

Sin embargo, mientras el mercado sea la batuta de las matanzas de especies como las focas, éstas seguirán abandonadas a su suerte. Su única salvación: que la sociedad ponga voz a su sufrimiento y actúe en su nombre. Sólo eso podrá romper su eterno silencio.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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