Aunque los fármacos anticonceptivos para hombres empezaron a desarrollarse casi al mismo tiempo que los femeninos, más de medio siglo después aún no hay ningún producto en el mercado. La falta de inversión y otros impedimentos han mantenido congelada la promesa de un paso necesario hacia la equidad, que finalmente podría llegar en los próximos años.
Cuenta la leyenda que una botella de licor introducida clandestinamente en una prisión dio al traste con el que pudo haber sido el primer fármaco anticonceptivo masculino. Sea auténtica esta versión u otra menos peliculera, lo interesante es que la investigación en este campo se remonta a la misma época de la primera ‘píldora’ femenina, aprobada en 1960.
Pero mientras que esta es de uso común, en el siglo XXI aún no existe su equivalente masculino. Los avances recientes invitan a confiar en que pronto llegará. En cambio, la historia invita a dudar de ello.
En la década de 1950, una compañía estadounidense llamada Sterling Drug disponía de un tipo de compuestos que habían fracasado como antiparasitarios, pero que inesperadamente suprimían la formación del esperma en roedores. Por ello, se decidió investigar su uso como posibles anticonceptivos masculinos.
A la hora de estudiar sus efectos en humanos, se recurrió a una práctica frecuente entonces en EE UU: ensayar los fármacos con reclusos voluntarios. En la penitenciaría estatal de Oregón, las pruebas mostraron unos resultados espectaculares para el WIN 18446: el recuento de espermatozoides se desplomaba, sin efectos secundarios y de forma reversible si se suspendía la medicación.
Al mismo tiempo, en 1957 se aprobaba en EE UU un medicamento hormonal llamado Enovid para los trastornos menstruales. Tres años después se daba luz verde a su uso anticonceptivo. Nacía así ‘la píldora’, que aparte de su utilidad original en la planificación familiar se convertiría en el catalizador de una revolución de libertad sexual y reproductiva para las mujeres. Y el éxito del WIN 18446 auguraba que el equivalente masculino no tardaría en llegar.
Pero nunca llegó. Quizás fuese aquella botella de whisky de contrabando o, según la versión alternativa, tal vez se descubriese al llevar las pruebas a la población general; la cual, a diferencia de los reclusos, tiene libre acceso a bebidas alcohólicas. En un caso u otro, lo que sucedió fue que la combinación de WIN 18446 y alcohol provocaba vómitos, dificultad para respirar, arritmias cardíacas y otros efectos serios. Nadie quería un anticonceptivo incompatible con el alcohol, y el WIN 18446 se abandonó como posible píldora masculina.
Investigaciones posteriores descubrieron cuál era el problema. El fármaco inhibe una enzima llamada aldehído deshidrogenasa (ALDH), una de cuyas versiones interviene en la maduración del esperma en los testículos, pero otra se encarga de metabolizar el alcohol etílico en el hígado.
Cuando esta no funciona, como ocurre con el WIN 18446, se acumula en el organismo un intermediario tóxico del metabolismo del etanol, el acetaldehído. El conocimiento de este mecanismo ha reavivado un interés reciente por encontrar un derivado del WIN 18446 que interfiera con la producción de esperma sin afectar al metabolismo del alcohol.
Pero aunque el fiasco inicial de este compuesto enfrió las expectativas, no ha sido el único estudiado como posible anticonceptivo masculino. En los años 70, los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU iniciaron los ensayos clínicos con fármacos hormonales, siguiendo el ejemplo de la píldora femenina.
Aquellas pruebas se llevaron a cabo con inyecciones de testosterona. Esta hormona masculina es necesaria para la maduración de los espermatozoides; pero al administrarla externamente, disminuye su producción en los testículos y se detiene la fabricación de esperma. Los ensayos mostraron una efectividad comparable a la píldora femenina con efectos adversos tolerables, como acné, ganancia de peso o cambios de humor. Otros estudios confirmaron estos buenos resultados en los años 90.
Tampoco esta línea prosperó. Las grandes compañías farmacéuticas que mantenían programas de investigación en esta área los abandonaron a comienzos de siglo. ¿Las razones? Según Richard Anderson, investigador del Centro de Salud Reproductiva de la Universidad de Edimburgo, “este es un mercado totalmente nuevo, y los anticonceptivos tienen que ser efectivos al 100 %, baratos y con cero efectos secundarios, así que las reticencias son comprensibles”.
La novedad de este mercado, aún sin unos estándares reguladores, es un gran escollo: cuando comenzó a extenderse la píldora femenina, en los años 60, la regulación era más permisiva con los efectos secundarios; se dice que hoy el Enovid nunca habría superado los filtros.
Este fármaco y otras píldoras de primera generación se retiraron en 1988 debido a la aparición de trombosis causantes de infartos o ictus. Los productos posteriores rebajaron las dosis de hormonas, pero continúan acarreando varios efectos adversos.
Es más, la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica los anticonceptivos orales como agentes que incrementan el riesgo de ciertos cánceres (aunque disminuyen el de otros), y la misma institución los incluye en sus listas de medicamentos esenciales. Esta paradoja tiene una explicación: se considera que los riesgos de la píldora son aceptables por ser menores que los del embarazo y el parto. Por ejemplo, la píldora aumenta la posibilidad de trombos, pero el embarazo la eleva 10 veces más.
En el caso de los hombres no existe esta compensación de riesgos, por lo que la permisividad a efectos secundarios es muy baja. La búsqueda de una píldora masculina 100 % inocua puede ser uno de los factores que han ralentizado el avance de estos fármacos, que no cuentan con el apoyo de la gran industria. Así, la píldora masculina depende del impulso de instituciones académicas, gobiernos y organizaciones no gubernamentales (ONG).
Imagen de microscopía electrónica de espermatozoides humanos. / Enver Kerem Dirican / Wikimedia Commons
Pero a espaldas de la Big Pharma, varios proyectos logran superar hitos. En el campo de los métodos hormonales, el objetivo a perseguir es una pastilla diaria, como en el caso de la píldora femenina, si bien con la testosterona es más complicado porque se elimina rápidamente del organismo. Las inyecciones, como en los ensayos de los 70, son engorrosas. Por fortuna, existe otra alternativa: un gel que actúa a través de la piel.
Este es el caso de NES/T, un gel desarrollado por la ONG Population Council y el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver (NICHD). Contiene testosterona y nestorona (un análogo sintético de la progesterona, hormona que en los hombres suprime la producción de espermatozoides) y se encuentra en proceso de ensayos clínicos. Según explica a SINC Piedad Gómez Torres, doctora de la Universidad de Granada y experta en salud sexual y reproductiva, el producto debe aplicarse a diario en los hombros, el pecho o la espalda.
El gel NES/T es la opción con más posibilidades de aprobarse y comercializarse primero
“Esta formulación ha mostrado buena eficacia anticonceptiva, tolerancia y escasos efectos secundarios”, comenta Gómez Torres, añadiendo que NES/T es “la opción con más posibilidades de aprobarse y comercializarse primero”. Anderson participa en los ensayos clínicos, lo mismo que Christina Wang, del Instituto Lundquist y la Universidad de California en Los Ángeles. Wang confirma a SINC que NES/T es el anticonceptivo masculino que se encuentra más avanzado, solo a falta del ensayo de fase 3, el último antes de la aprobación.
Algo más retrasadas se encuentran dos píldoras hormonales basadas en sendos compuestos (DMAU y 11β-MNTDC) que aúnan el efecto de la testosterona y la progesterona. Gómez Torres estima que, en la situación más favorable, “tanto la píldora como el gel hormonal podrían estar disponibles en los próximos cinco años”.
Pero precisa que los estudios predicen una mayor aceptación para la píldora que para el gel: “En países como España, la píldora es vista como más familiar, más discreta y más fácil de incorporar a la rutina diaria”.
No obstante, tanto el gel como estas píldoras se enfrentan a un posible obstáculo: con la divulgación de los riesgos para la salud de los disruptores endocrinos, algunas personas pueden albergar recelo hacia los fármacos hormonales. Anderson opina que esta resistencia desaparece “ante un embarazo no deseado”. Por su parte, Wang aclara: “Las hormonas que usamos son las concentraciones más bajas que pueden funcionar en los hombres”. La investigadora subraya que los efectos adversos de NES/T han sido muy escasos en las pruebas.
La resistencia a los fármacos hormonales desaparece ante un embarazo no deseado
Otros anticonceptivos masculinos en desarrollo proponen opciones no hormonales. Algunos son fármacos que impiden la producción de espermatozoides, como era el caso del WIN 18446. De hecho, el más avanzado en esta línea, el YCT-529 de la compañía YourChoice Therapeutics y que ya se encuentra en la fase 2 de ensayo clínico, anula la misma vía que el WIN 18446, la del ácido retinoico que es esencial para la maduración del esperma.
Otra clase de anticonceptivos comprende los que bloquean el tránsito de los espermatozoides, mediante fármacos o por una barrera física. Esto último sería equiparable a una vasectomía reversible y sin bisturí. De estos métodos vasooclusivos, ADAM, de la compañía Contraline, encara la fase 2 de ensayo clínico; es un hidrogel inyectable que detiene los espermatozoides pero no el fluido seminal, y que dura al menos dos años antes de degradarse sin dejar rastro. Una opción similar es Plan A (antes Vasalgel) de NEXT Life Sciences.
Con este amplio menú de propuestas, a las que se suman otras en investigaciones preclínicas, se diría que los frutos ofrecerán una buena cosecha en los próximos años. Al menos, parece que la sociedad está preparada: diversas encuestas a lo largo de los años han mostrado que una gran mayoría de los hombres están dispuestos a usar los nuevos anticonceptivos; un 61 % según la mayor encuesta global, publicada en 2024. “Crece fuertemente el sentimiento de que los hombres deberían contribuir al uso de anticonceptivos”, valora Anderson.
En España la aceptabilidad es alta y comparable o superior a la de otros países europeos
En España y según estudios en los que ha participado Gómez Torres, “la aceptabilidad es alta y comparable o superior a la de otros países europeos”, resume la investigadora. Una encuesta en la Comunidad Autónoma de Aragón concluyó que un 70 % de los hombres probarían estos métodos, “en línea con los datos de países como Francia, Reino Unido o Alemania”.
“España está en una buena posición sociocultural para la introducción y normalización del uso de anticonceptivos hormonales masculinos”, dice Gómez Torres, aunque advierte que aún se necesita un cambio cultural: “Si eso se logra, los anticonceptivos hormonales masculinos pueden ser una herramienta real para promover la equidad en salud sexual y reproductiva”.