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El agua que no cae del cielo en Cataluña

Después de más de tres años de lluvias escasas, Cataluña sufre su sequía más grave desde que hay registros. La emergencia hace replantear una planificación hidrológica que trata de garantizar todos los usos del agua, desde el agrícola hasta el doméstico, potenciando su regeneración, las desaladoras y la explotación racional de los acuíferos.

El embalse de Riudecanyes (Tarragona) es reflejo de la sequía que padece gran parte de Cataluña. / Alejandro Muñoz

La nieve y las lluvias de la borrasca Mónica de los últimos días apenas han aliviado una situación extrema. Cataluña lleva 40 meses percibiendo menos lluvias de las que le correspondería. Desde el pasado noviembre ha llovido la mitad de lo habitual en estas fechas.

Hoy, las reservas de agua en las cuencas internas y los embalses de Cataluña rondan el 15 % de su capacidad. Una cifra alarmante, teniendo en cuenta que las previsiones de precipitación no son optimistas de aquí al verano.

El pasado 1 de febrero la Generalitat declaró la emergencia por sequía, que conlleva importantes restricciones al consumo y actuaciones destinadas a la obtención del agua que no proviene de la lluvia: la explotación de acuíferos, la regeneración de agua (procedente de las plantas depuradoras para uso industrial o agrícola, por ejemplo) y la desalinización.

¿Por qué llueve menos en Cataluña?

Si bien las sequías son un fenómeno cíclico, en Cataluña no se había experimentado una situación de esta magnitud desde que hay registros.

Las reservas de agua rondan el 15 % en los embalses de Cataluña, donde en febrero se declaró la emergencia por sequía

En el ámbito mediterráneo las lluvias suelen concentrarse en torno a grandes episodios: mucha precipitación en pocos días.

Sin embargo, el último ‘gran diluvio’ de Cataluña se remonta a la borrasca Gloria (enero de 2020). “Ya han pasado cuatro años sin un episodio –ni por asomo– de esa magnitud”, reconoce Ramón Pascual, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en Cataluña.

A escala peninsular, los últimos años han estado caracterizados por la ausencia de vientos húmedos de levante, que soplan desde el mar Mediterráneo. En su lugar, ha llegado aire del Atlántico por poniente, lo que ha dejado un reparto de agua desigual: más agua en el norte y centro de la Península y escasez en el este y el sur.

Nivel de los embalses por cuenca hidrográfica. Los vientos del Atlántico que favorecen las lluvias en el norte y centro de la Península dejan seco al levante. / Embalses.net

“En todas las cuencas del norte: Galicia, Cantabria, País Vasco, incluso el centro peninsular, está lloviendo más que en la costa mediterránea. Si tuviéramos más frecuencia de levantes sería a la inversa, tendríamos la fachada mediterránea bien remojada y el centro y el oeste peninsular mucho más seco. Las situaciones que favorecen las precipitaciones en una zona dejan el aire seco en la otra”, explica Pascual a SINC.

Influencia del cambio climático

Las causas de esta llamativa ausencia de vientos de levante son objeto de debate científico. En cualquier caso, otros factores que también parecen haber contribuido a la disminución de las lluvias en el litoral mediterráneo son la expansión del anticiclón de las Azores y el calentamiento global.

Aunque las sequías no son eternas, el cambio climático podría agravar severamente estos fenómenos naturales. “Se apunta a que podría causar un descenso de la precipitación media anual en el ámbito mediterráneo. Por lo que sería recomendable contemplar una menor disponibilidad de lluvias para las siguientes décadas”, advierte Pascual.

Embalses como el de Riudecanyes (Tarragona) están a menos del 3 % de su capacidad

Dentro de Cataluña, la sequía está afectando sobre todo a las provincias de Barcelona y Girona y, en menor medida, a Lleida y Tarragona. Sin embargo, detrás de las estadísticas generales y que los embalses de Cataluña estén al 15 % de su capacidad, se esconden situaciones límite.

En Barcelona, el pantano de Sau ­–conocido por su icónica iglesia que emerge en periodos de sequía– está al 3,23 % y ya se asemeja más a un río que a un embalse. La disminución de su nivel se ha acelerado por la transferencia de caudal hacia el de Susqueda, dónde sus condiciones favorecen una mejor calidad del agua.

Por su parte, el embalse de Riudecanyes (Tarragona), vital para muchos agricultores de su entorno, se encuentra al 2,69% de su capacidad.

Pantano de Riudecanyes sin apenas agua. / Alejandro Muñoz

“A pesar de la activación de recursos adicionales, como la desalinización, la regeneración y los pozos de sequía [perforaciones profundas para acceder a los acuíferos en tiempos de carestía], que han aportado el equivalente a dos embalses de Sau llenos, junto a inversiones superiores a los 100 millones de euros en dos años para incrementar la disponibilidad de agua, las lluvias no han sido favorables durante 40 meses. Esto ha provocado el descenso lento pero continuado de los embalses”, advierte Verònica Pérez, portavoz de la Agencia Catalana del Agua (ACA).

Además, como las medidas adoptadas para incrementar la disponibilidad de agua no son inmediatas, la ACA también está financiando la recuperación de pozos, el transporte de agua en camiones cisterna y la mejora de las redes de captación y suministro municipales, según informa su portavoz.

Más aportación desde los acuíferos 

En esta búsqueda del recurso hídrico, los acuíferos deberían ser más relevantes, según investigadores del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA- CSIC).

“En condiciones de normalidad, podríamos disponer de un 25 % más de agua sin poner en peligro todos los usos de los acuíferos, incluido el ecológico. En sequía deberíamos revisar los datos”, afirma Joan Botey, investigador postdoctoral en el grupo de Aguas Subterráneas e Hidrogeoquímica del centro.

Podríamos disponer de un 25 % más de agua de los acuíferos sin poner en peligro todos sus usos, incluido el ecológico.

Joan Botey (IDAEA-CSIC)

El investigador señala que para optimizar estos recursos sería necesario cambiar el modelo de la gestión del agua y avanzar hacia una cogobernanza. De esta forma, las prestaciones y los usuarios irían de la mano, en lugar de adecuarse solo a la planificación desde una oficina.

“Imaginemos que cada municipio tuviera que autoproveerse de electricidad. A nadie se le ocurre desconectarse de la red central y apañarse como pueda. ¿Por qué con el agua sí? Tenemos redes de abastecimiento a pocos centenares de metros unas de otras y no las podemos conectar, porque en medio hay un límite provincial y la ley lo prohíbe”, destaca Botey a SINC.

Interconectar las redes de agua

Esta alternativa no implicaría hacer trasvases, sino interconexiones que aumentarían la flexibilidad del sistema para cubrir déficits de agua temporales. “Haría falta extender la red de control a todas las masas de agua y dotarnos de la infraestructura para redistribuir estos recursos”, indica.

Por su parte, Enric Vázquez-Suñé, vicedirector del IDAEA-CSIC, recuerda que esa cogobernanza ya funciona en zonas como el delta del Llobregat, donde las comunidades de usuarios ejercen este papel, en coordinación con la administración.

“Desde un despacho es difícil saber si se ha perforado un pozo, pero los payeses seguro que lo notan. Si la gobernanza es conjunta el control es mayor. Para beneficio de todos. Son estos buenos ejemplos los que hay que tomar para extenderlo a todo el territorio”, señala.

Desde un despacho es difícil saber si se ha perforado un pozo, pero los payeses seguro que lo notan

Enric Vázquez-Suñé (IDAEA-CSIC)

La sequía ahoga a los agricultores

La situación es dramática para algunos de estos payeses. Los 130 socios productores de la cooperativa de aceite de Riudecanyes (Tarragona), por ejemplo, solían regar sus olivos solo los tres meses de verano. Ahora, con veranos más largos, calurosos, sin precipitaciones y sin regar, su producción ha caído en picado.

“La media de lluvias era de 520 litros al año [por metro cuadrado]. En un trienio debería haber llovido unos 1.600 litros, pero el acumulado de estos tres años está en 600 litros. Hemos perdido 1.000 litros”, lamenta Joan Llaberia, presidente de la cooperativa de Riudecanyes, del entorno del pantano del mismo nombre y del de Siurana.

El payés Joan Llaberia reconoce que, si no llueve, su próxima cosecha será prácticamente nula. / Alejandro Muñoz

El verano pasado los agricultores no pudieron regar, ya que del agua del pantano de Riudecanyes también beben los pueblos cercanos. Con lágrimas en los ojos, se resignan a que su aceite –laureado a nivel nacional y europeo– ahora esté en peligro de desaparición.

Las esperanzas de los payeses se centran en un proyecto para regenerar las aguas de la depuradora de Reus, que a medio plazo permitirá disponer de agua para usos agrícolas y reducir la dependencia del embalse. Pero tardará. 

Panorámica del embalse de Riudecanyes. / Alejandro Muñoz

En cualquier caso, la agricultura es una parte importante del problema: consume cerca del 80 % del agua en España. Para Vázquez-Suñé, las principales actuaciones para ahorrar agua deben centrarse en mejorar el riego agrícola y las redes de suministro de algunos municipios.

“Los agricultores españoles son de los que más han avanzado en cuanto a técnicas y eficiencia de riego, pero siempre se puede mejorar aún más. Es una oportunidad”, reconoce.

Optimizando el olivo a la sequía

Otra de las aproximaciones es tratar de adaptar los cultivos a la falta de agua, como hacen precisamente con los olivos en otras partes de España. Un ejemplo son las investigaciones que se realizan en el Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC), en Córdoba.

“Cruzamos variedades de Arbequina –muy productivas– con otras de Irán muy adaptadas a la falta de agua. Germinamos miles de semillas y las evaluamos durante 15-20 años para identificar variedades que luego pueden llegar al mercado”, explica Raúl de la Rosa, del grupo de Mejora de cultivos leñosos.

Programa de mejora de olivos que busca el cruce entre la variedad ‘Arbosana’, adaptada al olivar en seto, con variedades de Irán adaptadas a la falta de agua. / Raúl de la Rosa

Desaladoras y barcos con agua

Por otra parte, para obtener agua también se recurre a la desalinización, como ocurre en el área de Barcelona, donde un tercio de la que consume tiene esa procedencia.

Sin embargo, no se descarta que, si la actual emergencia empeora, la ciudad condal solicite apoyo de otras regiones. En concreto, la desaladora de Sagunto (Valencia) podría producir el agua potable que sería enviada a través de buques cisterna.

Cerca de un tercio del agua de consumo de Barcelona proviene de la desalinización

“Se está definiendo la logística del operativo, sin que todavía podamos concretar la procedencia del agua que se capte. Esta medida, que se adoptaría solo en caso de que la sequía empeorase y no se diesen aportaciones de lluvias, se llevaría a cabo hacia principios del verano”, apunta Verònica Pérez, portavoz de la Agencia Catalana del Agua.

En este contexto, la propia Comisión Europea también ha mostrado su disposición a enviar barcos de agua a España si en algún momento solicitara ayuda.

El problema de la sequía en Cataluña ­­y el resto de la Península es una realidad compleja con muchas implicaciones y posibles formas de mitigarlo. Sin embargo, un consenso parece ir abriéndose camino: hay que aprovechar la emergencia para adaptarse y anticipar un futuro en el que agua será un bien cada vez más escaso y valioso.

Planta desaladora de Sagunto (Valencia). / Acuamed

Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons
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