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El estadounidense David Julius descubrió el receptor de la comida picante y el calor sobre la piel, así como el del frescor de la menta y el frío, y el armenio Ardem Patapoutian otros relacionados con la presión mecánica y el dolor. Hoy comparten el Premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Biología y Biomedicina.
Las corrientes de los océanos son invisibles, sobre todo las que discurren bajo el hielo marino del océano Austral. Dos equipos de científicos han podido observar por primera vez en la Antártida pequeños y enérgicos flujos de agua gracias a robots oceánicos y a sensores unidos a las focas de Weddell, protagonistas del #Cienciaalobestia.
Científicos de la Universidad de Oviedo y el Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología han descubierto un método para controlar la frecuencia de la luz en la nanoescala intercalando átomos de sodio en los llamados materiales de van der Waals. El avance se podría aplicar en tecnologías de la información y sensores biológicos de alta sensibilidad.
Los virus y bacterias se suelen detectar mediante test basados en sus datos genéticos, pero en el futuro se podrían identificar de otra manera: por sus vibraciones. Usando sensores optomecánicos, investigadores del CSIC han logrado medir la frecuencia de resonancia de una sola bacteria, una información muy valiosa para conocer sus características y el tipo al que pertenece.
En los años 80 se descubrió que estos parientes de la estrella de mar eran sensibles a la luz y tenían un color distinto por el día que por la noche. Ahora, un estudio revela que gracias a esta característica pueden ver el exterior aunque no tengan ojos.
Investigadores del centro CiQUS de la Universidad de Santiago de Compostela han creado un material sensor que actúa como un teclado molecular. Está basado en el conflicto quiral, un efecto apenas descrito en química de polímeros, y su 'música' o respuesta quiro-óptica informa sobre diversos estímulos, como la presencia de cationes metálicos en una disolución.
Investigadores de la Universidad de Barcelona y del Instituto de Bioingeniería de Cataluña han diseñado y desarrollado un nanodrón que es capaz de detectar gases peligrosos en edificios derrumbados por terremotos o explosiones e, incluso, identificar la presencia de posibles víctimas en lugares difícilmente accesibles.
Investigadores de la Universidad Rovira i Virgili y otros centros europeos han demostrado por primera vez la posibilidad de utilizar nanodiamantes en sensores destinados a la detección de gases contaminantes. Por ejemplo, pueden percibir vapores de dióxido de nitrógeno o amoníaco en niveles de trazas en el medio ambiente.
Científicos de la Universidad Autónoma de Madrid han logrado sintetizar de manera sencilla y económica nanopuntos de carbono, un nuevo material de interés por sus propiedades ópticas. El trabajo también presenta un innovador método para modificar mediante la electroquímica esta forma del carbono.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia han fabricado unas espiras magnéticas que miden con gran precisión el flujo de tráfico sobre el asfalto. Estos sensores son baratos y también permiten recoger información sobre la velocidad de los vehículos, su longitud y diversos parámetros viales.