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Esta madre de cuatro hijos se convirtió en activista cuando se dio cuenta de que el agua que se bebía en su ciudad, Flint (Michigan), estaba contaminada con plomo, un neurotóxico muy peligroso para el desarrollo del cerebro infantil. No dudó en aliarse con el científico Mark Edwards para reunir pruebas, denunciar la situación y crear test caseros de análisis de aguas.
Cualquiera que haya estado en Estados Unidos sabe que el agua se bebe del grifo (tap water). Pero en Flint, una población del estado de Michigan, el agua se convirtió en un problema. Después de casi medio siglo consumiendo agua del lago Huron, en el vecino Detroit, la crisis hizo que en 2014 Flint volviese a consumir el agua de su río para reducir costes.
El río Flint había sido el patio trasero de las industrias locales desde los años 1830. A causa de la contaminación, el agua del grifo se volvió marrón y miles de habitantes acumularon niveles de plomo en sangre que comprometieron su salud.
El plomo es un neurotóxico especialmente peligroso para los niños en edad de desarrollo y LeeAnne Walters tenía cuatro hijos. A sus mellizos les apareció un sarpullido en la piel, otra de sus hijas empezó a perder mechones de pelo y a finales de aquel año, el mayor, de catorce años, también cayó enfermo. Ella se quedó sin pestañas.
Aquella madre sabía que el problema estaba en el agua. Para demostrarlo se alió con Mark Edwards, investigador de la Universidad de Virginia Tech y, finalmente, en enero de 2016, el Estado de Michigan declaró el estado de emergencia. Durante semanas, el ayuntamiento repartió agua embotellada entre la población, que incluso tenía que ducharse con ella. En abril del año pasado, todos los puntos de suministro de agua cerraron, pero el problema no está solucionado.
Ahora, Walters y Edwards han impulsado un modelo de ciencia ciudadana en los Estados Unidos para ayudar a otros a analizar el agua de sus hogares mediante test caseros. En 2018, ella recibió el premio Goldman por su papel relevante en la crisis del agua de Flint.
LeeAnee Walters estuvo recientemente en Barcelona para compartir su experiencia en la Bienal Ciudad y Ciencia, invitada por el Instituto de Cultura del ayuntamiento.
LeeAnn Walters con miembros de su comunidad en Flint. / Goldman Environmental Prize
¿Alguna vez te hubieses imaginado que te convertirías en una científica ciudadana y en un activista?
Nunca. No sé si hubiese escogido una vida así, pero ahora que estoy metida en esto no creo que vaya a dejarlo. Ha ido así, estas cosas pasan y ahora voy a estar siempre involucrada. Me encanta aprender cosas nuevas, investigar… Creo que ser activista era mi vocación, pero me llevó una vida encontrarla. Hay muchas cosas por hacer y aprender en este trabajo.
En Barcelona te han presentado como “madre, ciudadana científica y activista”. ¿Te sientes cómoda con esta definición?
Hay otros activistas que me han dicho que soy mala activista porque soy demasiado científica y no me importa decirle a otro activista que está haciendo las cosas mal, como utilizar la ciencia de forma incorrecta. No tengo ningún problema en llamarles la atención y, si esto me convierte en una mala activista, me da igual. Digo la verdad y no voy a cambiar mi moral por nadie. Lo único que quiero es que la gente tenga acceso a agua potable, es un derecho humano.
Ahora eres un ejemplo para mucha gente, pero ¿en algún momento te has sentido como David contra Goliat?
Sí, me he sentido así durante mucho tiempo. Incluso ha habido ocasiones en las que me he sentido sola, pero han sido muy pocas. Pertenezco a una comunidad en la que nos apoyamos mucho y nunca me he sentido desamparada. Nos costó sangre, sudor y lágrimas demostrar que la ciudad entera se estaba envenenando. Pero cuando el gobierno federal nos dio la razón, ganamos.
En la ceremonia de entrega del Premio Goldman.
¿Cómo conociste a Mark Edwards, el ingeniero medioambiental que te ha acompañado en tu lucha?
Después de que diagnosticasen a uno de mis hijos, empecé a buscar en internet para saber más sobre los problemas de salud asociados al consumo de agua contaminada con plomo. Mark Edwards fue la única persona que encontré en un artículo sobre su trabajo en 2004 en Washington DC, donde también habían tenido problemas con el agua. Avisé a la Agencia de Protección Ambiental de que había encontrado un profesor al que quería localizar. Me contestaron que ellos ya habían recogido muestras del agua de nuestras casas, pero yo quería una persona independiente que lo verificara. Así que les dije: “Vais a hablar con él y veremos lo que pasa aquí”. Desde entonces, Mark y yo hemos trabajado juntos.
Tu historia es un ejemplo paradigmático de ciencia ciudadana, pero supongo que no todos los científicos se prestarían a ello.
Me encontré con un par de esos científicos que te hablan como si fueran mejores que tú. Mark no es de esos y es lo que más adoro de él. Desde que lo conozco nunca se ha comportado así. Creo que es muy importante mostrarle al mundo que como científico puedes trabajar en una comunidad y hacer algo útil. En el futuro será cada vez más necesario para encarar cuestiones medioambientales.
Mark debe de ser como tu ángel.
Sí, lo es. Flint no hubiese tenido el reconocimiento, el apoyo y la voz que conseguimos si no hubiera sido por Mark Edwards y su equipo, que nos ayudaron en todo momento.
Walters y sus paisanos de Flint sobre un mural de protesta. / Goldman Environmental prize
Flint no es la única población estadounidense que ha tenido problemas con el agua.
Sabemos que también pasó algo similar en Washington DC, en Nueva Orleans y en muchos otros lugares desde hace al menos 25 años. El caso de Flint no es el primero. Recibimos todo tipo de peticiones de gente que quiere testear su agua para saber si hay contaminación por plomo. El Gobierno nos engañó. La gente necesita actuar para proteger su entorno y sus familias. Hemos impulsado conjuntamente con Edwards un estudio de investigación sobre el agua en Estados Unidos.
¿En casa ya puedes beber agua del grifo?
No. Ahora tenemos problemas con los niveles de cloro. Ya no se trata de una cuestión del plomo, sino de las bacterias. Solo consumo agua embotellada y no creo que vuelva a consumir agua del grifo. Confío en la ciencia, pero después de saber que di agua envenenada a mis hijos, solo bebemos agua embotellada. Me da mucho miedo beber agua del grifo, da igual si estoy en Flint o en otra parte. Al llegar a Barcelona fui al supermercado a comprar una caja de botellas de agua, siempre llevo alguna conmigo. A cualquier sitio.
¿Cómo se encuentran tus hijos?
Mis niños tienen problemas de salud graves que intentamos superar día a día, siempre aparecen síntomas nuevos, algunos más graves que otros. Pero no me gusta hablar demasiado sobre ello públicamente porque no los quiero criar como víctimas, sino como supervivientes. Siempre intentamos mirar el lado positivo. He visto mucha gente en Flint que caía en la mentalidad de víctima, es fácil que te pase. Quiero que mis hijos hagan cosas a pesar de todo esto, no quiero que piensen que no pueden hacerlas por culpa de esto.
Walters y su familia. / Goldman Environmental Prize