Según un nuevo estudio liderado por ISGlobal, seguir las recomendaciones de ejercicio de la Organización Mundial de la Salud se asocia con una menor acumulación de beta amiloide, una proteína vinculada al desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa.
Un aumento de la actividad física entre los 45 y los 65 años podría ayudar a prevenir el alzhéimer, mientras que la inactividad sería perjudicial para la salud cerebral. Esta es la principal conclusión de un artículo científico publicado en Alzheimer's & Dementia.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) es recomendable realizar de 150 a 300 minutos de actividad moderada por semana o de 75 a 150 minutos de actividad intensa por semana.
Aunque se ha investigado ampliamente cómo el ejercicio reduce el riesgo de alzhéimer al mejorar la salud cardiovascular y mental, estudios recientes sugieren que la actividad física puede tener un impacto directo en el desarrollo de las patologías cerebrales relacionadas con la enfermedad.
El artículo destaca la necesidad de fomentar la actividad física en personas adultas de mediana edad ya que se estima que un 13 % de los casos de alzhéimer del mundo pueden atribuirse al estilo de vida sedentario.
La investigación ha sido fruto de una colaboración entre el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), impulsado por la Fundación ”la Caixa”, y el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), de la Fundación Pasqual Maragall.
Liderada por Eider Arenaza-Urquijo, investigadora de ISGlobal, ha contado con la participación de 337 personas que pertenecen al estudio ALFA (ALzheimer's and FAmilies), del BBRC.
“Hicimos un seguimiento de cuatro años a residentes de mediana edad con antecedentes familiares de alzhéimer en Cataluña”, explica Müge Akıncı, investigadora doctoral en ISGlobal y primera autora del artículo.
“Utilizamos cuestionarios de actividad física para evaluar el cambio de actividad en un periodo de 4 años, y pruebas de neuroimagen con el fin de analizar los efectos del ejercicio en la estructura y función cerebrales”, añade.
Para ello, las personas se clasificaron en adherentes (es decir, seguían las recomendaciones de la OMS), no adherentes (realizaban una actividad física menor a la recomendada) y sedentarias (cero minutos de actividad física a la semana).
La beta amiloide (Aβ) es una proteína que puede obstaculizar la comunicación neuronal si se acumula en el cerebro, y se considera el primer evento patológico de la enfermedad de Alzheimer.
Aquellos participantes que aumentaron su actividad física hasta alcanzar los niveles recomendados por la OMS presentaron una menor acumulación de beta amiloide en comparación con aquellos que mantuvieron un estilo de vida sedentario o redujeron su actividad física. Además, parece ser dosis-dependiente; a mayor aumento de actividad, mayor reducción de la carga de amiloide.
Los participantes no sedentarios también mostraron un mayor grosor cortical en regiones del cerebro relacionadas con la enfermedad. El grosor cortical en áreas temporales mediales es clave para la memoria, por lo que su adelgazamiento o atrofia (pérdida de volumen) es un signo temprano de neurodegeneración.
“Incluso aquellas personas que realizaban una actividad física menor a la recomendada mostraron mayor grosor cortical que las sedentarias, lo que sugiere que cualquier nivel de movimiento, por mínimo que sea, aporta beneficios en salud”, aclara Müge Akıncı.
El equipo investigador estudió tanto el aumento de actividad física como la adherencia a las recomendaciones de la OMS. Observaron que el beneficio de la actividad física parece estar relacionado con el aumento del ejercicio a lo largo del tiempo, más que con el cumplimiento de un umbral específico de actividad.
“Estos resultados refuerzan la importancia de fomentar el ejercicio en la mediana edad como estrategia de salud pública para la prevención del alzhéimer”, destaca Eider Arenaza-Urquijo.
“Intervenciones dirigidas a promover el aumento de la actividad física podrían ser clave para reducir la incidencia de la enfermedad en el futuro”, concluye.
Referencia:
Akinci, M., Aguilar-Dominguez, et. al. “Physical activity changes during midlife link to brain integrity and amyloid burden”. Alzheimer’s & Dementia (2025)