Un trabajo publicado en Nature revela el papel clave del ilion, así como los cambios en su desarrollo y genética que hicieron posible caminar sobre dos piernas.
La parte superior de la pelvis humana, conocida como ilion, experimentó dos innovaciones clave en su estructura durante la evolución que hicieron posible el bipedismo, según un estudio publicado hoy en Nature. Este hallazgo ofrece nuevas pistas sobre cómo se originó una de las características más definitorias de nuestra especie: caminar erguidos sobre dos piernas.
El ilion es la gran parte ensanchada de la pelvis que sirve de anclaje a los músculos glúteos, fundamentales para mantenernos de pie. Aunque se sabe que su forma distingue a los humanos de otros primates, hasta ahora se desconocía qué procesos de desarrollo habían dado lugar a su estructura única.
“Desde los tiempos de Darwin sabemos que la locomoción bípeda erguida puso a la línea humana en un camino evolutivo separado del de otros simios, pero las bases de desarrollo para este gran paso han sido objeto de especulación”, explican los autores liderados por Terence Capellini, biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard y autor principal del estudio.
“Es muy interesante el hecho de que uno de los primeros cambios que se produjeron en nuestro linaje evolutivo fue precisamente en la reorientación más lateral (parasagital) y la longitud más corta del hueso iliaco”, apunta José Miguel Carretero Díaz, profesor titular de Paleontología en el departamento de Ciencias Históricas y Geografía de la Universidad de Burgos (UBU) en declaraciones al Science Media Center (SMC) España. “Los chimpancés son bípedos facultativos, pero no muy eficientes (gastan mucha energía y no pueden recorrer grandes distancias). Los pequeños cambios en la forma del ilion simplemente permitieron a Ardipithecus ramidus (4.4 millones de años) propuesto como uno de nuestros primeros ancestros, una bipedestación facultativa algo más eficiente que la de los chimpancés, lo cual pudo suponer una gran ventaja evolutiva en cuanto al ahorro de energía y liberación de los brazos para, por ejemplo, transportar más alimentos y más lejos”.
El equipo combinó enfoques histológicos, anatómicos y genómicos para estudiar la formación del ilion. Descubrieron dos cambios principales: el primero, en la orientación de la placa de crecimiento del cartílago, que en humanos se dispone de manera perpendicular respecto a otros primates, y otro en la forma y el momento en que las células óseas se depositan sobre el cartílago.
“Revelamos dos innovaciones genéticas de desarrollo que dieron forma al ilion humano: un cambio espacial en la orientación de la placa de crecimiento y una modificación, tanto temporal como espacial, en la osificación”, añade el estudio.
Además de Harvard o el MIT, han participado en la investigación científicos irlandeses, británicos y alemanes. “Estos procesos modificados facilitaron un mayor crecimiento de la pelvis humana y la formación única del ilion entre primates e incluso mamíferos”, destacan los autores, que subrayan cómo estos cambios “hicieron posible una locomoción bípeda estable y eficiente”.
Ambas innovaciones están conectadas a nivel molecular y de tejidos. Los investigadores identificaron cientos de secuencias reguladoras activas durante el desarrollo del ilion humano, con señales de haber experimentado cambios evolutivos específicos. Estos ajustes genéticos habrían sido seleccionados a lo largo del tiempo, favoreciendo la morfología pélvica que sostiene nuestra característica forma de andar.
“Se trata de un artículo de una enorme calidad y relevancia”, apunta Juan Manuel Jiménez Arenas, profesor titular del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada. “Aunque el bipedismo, por su singularidad dentro de los primates, se ha considerado una característica íntimamente unida a la historia evolutiva de los humanos, muchos de los mecanismos que subyacen a este complejo cambio (que ha afectado a todas las partes de nuestro cuerpo) permanecen ocultos. Sin embargo, estudios como este contribuyen de forma sólida a ampliar el conocimiento sobre nuestra particular locomoción”, y añade que “las conclusiones están respaldadas por datos sólidos que, además, provienen de diferentes disciplinas”.Referencia:
Capellini, T. et al. "The evolution of hominin bipedalism in two steps". Nature, 2025.