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La ocupación hotelera y de casas rurales durante el mes de agosto superó el 70% siendo las zonas de costa y los archipiélagos los lugares con mayor afluencia de turitas con porcentajes por encima del 80% de ocupación. La información se ha recabado de 1.510 establecimientos, a través de la encuesta OCUPATUR, del Instituto de Estudios Turísticos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio.
Según la encuesta OCUPATUR, la ocupación turística registrada en agosto ha superado en seis puntos porcentuales las previsiones que realizaban los alojamientos en función de sus reservas.
Barcelona ha alcanzado tasas de ocupación del 80% y ciudades como Málaga o Palma de Mallorca se han situado por encima del 70%. La Costa Blanca ha tenido un grado de ocupación del 86%, la Costa Brava del 85% y la Costa del Sol del 81%. Asimismo, los alojamientos turísticos de Baleares se llenaron al 84%, mientras que los de Canarias lo hicieron al 75%.
El turismo en las ciudades alcanzó el 61%, porcentaje altamente superado en ciudades como Barcelona (80%), Málaga (76%), Santiago de Compostela (75%) o Palma de Mallorca (71%).
Por otro lado, la ocupación en hoteles ha alcanzado el 75%, mientras que en casas rurales ha sido del 58%.
Esta encuesta, que se realizó por primera vez con motivo de la Semana Santa, tiene como objetivo conocer el grado de ocupación en alojamientos turísticos en épocas de mayor afluencia turística, viajes de temporada y principales puentes, y se suma a las que ya realiza el Instituto de Estudios Turísticos sobre llegada de turistas extranjeros (FRONTUR), el gasto que realizan (EGATUR), los viajes de los españoles (FAMILITUR) y las llegadas en compañías de bajo coste (CBC).
Un equipo de investigadores del Instituto INGENIO (CSIC-UPV) y la Universidad de Oslo han analizado un total de 103 regiones europeas y ha concluido que aunque en general la desigualdad parece disminuir al aumentar las habilidades digitales de la población, si se analiza por grupos concretos, esta disminución solo se da entre las clases media y alta.
El crecimiento económico suele considerarse una forma segura de aumentar el bienestar de las personas en los países menos desarrollados. Sin embargo, un estudio dirigido por la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad McGill de Canadá sugiere que existen buenas razones para cuestionar esta suposición.
