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Compartir la idea de equidad o contar con unos recursos equilibrados entre ambos miembros de la pareja son algunos de los elementos cruciales a la hora de revertir el género en las tareas domésticas. Estos factores están vinculados a las circunstancias individuales y sociales de cada uno, según una investigación en la que participa la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Uno de los ámbitos donde la desigualdad de género es más acusada es el de las tareas domésticas. Las mujeres han sido quienes tradicionalmente han soportado esta carga y, aunque este modelo se mantiene bien presente en la sociedad, cada vez son más las parejas que intentan deshacer la división sexual vinculada a las labores del hogar.
Un estudio publicado en Community, Work & Family identifica los principales elementos que distinguen a este tipo de prácticas encaminadas a revertir el género. Entre otras cosas, el análisis ha permitido conocer cómo interactúan entre sí los distintos factores.
Para los científicos, estas prácticas sociales son interesantes en la medida en que pueden arrojar algo de luz sobre los mecanismos que contribuyen a superar la desigualdad de género. Por ejemplo, se ha observado que compartir la creencia en una relación igualitaria, así como la existencia de un contexto social que empodere a las mujeres, puede favorecer la puesta en marcha de estos modelos alejados de la concepción tradicional.
Del mismo modo, se considera que los recursos materiales e inmateriales disponibles y la actitud de género influyen en el mismo sentido, pero se desconoce en qué grado lo hacen y cómo se configuran entre sí estos elementos.
Recursos igualitarios, tareas equitativas
Para averiguarlo, un equipo de investigadoras de las universidades Pompeu Fabra, Pablo de Olavide, Pública de Navarra, Nacional de Educación a Distancia y el CSIC entrevistó a 68 parejas dentro de un proyecto más amplio. Las parejas procedían de distintos contextos socioeconómicos, contaban con dos ingresos y esperaban su primer hijo.
Las entrevistas fueron realizadas en primer lugar a cada miembro por separado, y posteriormente se hizo de manera conjunta. De este modo recogieron información relativa al nivel de estudio, al tipo de trabajo, al tiempo libre o a la familia de cada uno, pero también a la historia de la pareja o a los cambios de hábitos que se han producido desde que viven juntos. Para el análisis se seleccionaron 28 parejas, aquellas que convenían en que al menos un 40% de las labores del hogar lo llevaba a cabo el hombre.
“Los hombres y mujeres en todas las parejas argumentaban que el reparto tenía que ser equitativo, pero si el hombre se resistía en la práctica –por ejemplo poniendo en duda los estándares de orden y limpieza de ella–, entonces la mujer debía tener recursos relativos iguales o mayores a los de él para conseguir un reparto equilibrado”, explica Teresa Jurado, coautora de la publicación:
"En cambio, cuando había un mayor acuerdo sobre los estándares concretos, los recursos relativos o el tiempo que el empleo dejaba a cada cual podían inclinarse a favor de ella o de él, sin que esto fuera impedimento para un reparto corresponsable de las tareas”, subraya. No obstante, en la mayoría de las parejas analizadas la mujer tenía los mismos recursos o más que el hombre, ya fuera en estabilidad laboral, nivel de ingresos, titularidad de la vivienda o apoyo en redes sociales.
Referencia bibliográfica:
Marta Domínguez-Folgueras, Teresa Jurado-Guerrero, Carmen Botía-Morillas, Patricia Amigot-Leache. ´The house belongs to both`: undoing the gendered division of housework. Community, Work & Family, 2016. http://dx.doi.org/10.1080/13668803.2016.1192525
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