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El neurólogo Oliver Sacks falleció el pasado 30 de agosto a los 82 años, después de una vida dedicada a la neurociencia, a sus pacientes y a la divulgación científica, sin olvidar la docencia. Su forma de describir los trastornos, tomando las experiencias del paciente como punto central, es un recurso que los profesores utilizamos para desarrollar en nuestros alumnos, futuros profesionales de la salud, la empatía que les será imprescindible en su carrera.
Oliver Sacks nació en Londres (Reino Unido) en 1933 y se formó como neurólogo durante la década de los cincuenta, siguiendo la estela de sus padres, ambos médicos.
Para el público se hizo mundialmente famoso por las películas inspiradas en su trabajo (Despertares, A primera vista o La música nunca dejó de sonar) y por sus numerosos libros sobre casos clínicos (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, La Isla de los ciegos al color, Veo una voz, Los ojos de la mente o Alucinaciones).
De hecho, para muchos, Oliver Sacks es el doctor de Despertares (1990), interpretado magistralmente por el también fallecido Robin Williams.
Una de sus grandes virtudes fue la de ser capaz de acercar la ciencia al público no especializado, con un lenguaje sencillo que permitió hacer comprensible para todos el mundo complejo de la patología mental, normalizando muchos de los trastornos –tal y como mostró en su último libro Alucinaciones (2012)–.
Gran parte de sus publicaciones estuvieron relacionadas con el trabajo diario con sus pacientes, pero también con su biografía y sus propias patologías. El neurólogo padeció un déficit en el procesamiento de la información facial –prosopagnosia– que le dificultaba reconocer a las personas con las que se relacionaba, y también sufría una pérdida de sensibilidad en una pierna fruto de un accidente.
Por eso, no es casualidad que el caso que da título a su libro más conocido, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985), sea el de una persona que tiene prosopagnosia y, en el caso de Con una sola pierna (1984), el paciente sea él mismo.
Maestro de la empatía
En sus escritos se aprecia la gran empatía que tuvo con los pacientes que trataba, lo que le permitió narrar de forma minuciosa los trastornos cognitivos desde la perspectiva del propio enfermo. Quizá por esta razón, probablemente todo médico y psicólogo conoce la obra de Oliver Sacks.
Su forma de describir los trastornos, tomando las experiencias del paciente como punto central, es un recurso que los profesores utilizamos frecuentemente para intentar desarrollar en nuestros alumnos y futuros profesionales de la salud la empatía que les será imprescindible para un buen trabajo en estas disciplinas. Por eso no suelen faltar en nuestras bibliografías algunos de sus libros, y sus casos los vemos como ejemplos de muchos temas relacionados con psicopatologías y déficit cognitivo.
Aunque Sacks fue inicialmente conocido por las aportaciones de la L-DOPA (el precursor metabólico de la dopamina) al tratamiento de la encefalitis letárgica, y por su trabajo con pacientes de párkinson, la mayoría de sus trabajos se centran en déficits perceptivos, de memoria y del lenguaje.
Los casos descritos en sus obras permiten vislumbrar la gran complejidad de la mente y la enorme diversidad en la expresión de las psicopatologías –no existen dos casos iguales–, lo que sugiere la gran plasticidad del cerebro. Por lo tanto, el tratamiento de la enfermedad nunca podrá ser generalista, sino específico y adaptado a la persona que la sufre. Probablemente de ahí viene el enfoque humanista de Oliver Sacks, y por eso su fallecimiento es algo más que una pérdida para la neurociencia.