No podrás conectarte si excedes diez intentos fallidos.
La Agencia SINC ofrece servicios diferentes dependiendo de tu perfil.
Selecciona el tuyo:
La vida de Ludwing van Beethoven estuvo marcada por una progresiva pérdida auditiva que fue total en su último año. Esto no solo le aisló socialmente, sino que también afectó a su bienestar mental, un impacto que sigue siendo infravalorado hoy en las personas con esta condición.
Cuando el 7 de mayo de 1824 se estrenó la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770-Viena, 1827) en el Teatro de la Puerta Carintia en Viena, la mayoría de los asistentes pensaron que por aquel entonces el músico estaba totalmente sordo. Aún hoy, 250 años después de su nacimiento, esa sigue siendo la creencia popular.
Pero para uno de los mayores expertos del mundo sobre Beethoven, Theodore Albrecht, profesor en la Universidad del Estado de Kent en EE UU, esto no es más que un mito. “Pudo escuchar su última sinfonía en su estreno, pero de forma relativamente débil, lo suficiente como para dar a la mayoría de los espectadores la impresión de que estaba completamente sordo”, explica a SINC.
A lo largo de sus últimos 30 años de vida, el compositor alemán fue experimentando la progresiva pérdida auditiva, que poco a poco le obligó a dejar de escuchar convenientemente no solo su música, sino también los aplausos. Pero no fue hasta su último año de vida, allá por 1826, que la sordera llegó a ser profunda. “Estuvo muy débil en ese momento”, continúa Albrecht.
Esa fragilidad pudo haberla arrastrado toda su vida. La viruela que sufrió de niño y que le provocó marcas en la cara, una cicatriz en la barbilla y sobre todo una visión débil, pudo ser el detonante de otros de sus problemas de salud. “No hay muchos investigadores médicos que hayan investigado sobre cómo pudo haber influido en sus otros sistemas más adelante en su vida”, sugiere el experto americano.
Los problemas de oído de Beethoven empezaron en torno al año 1798 cuando ya era un músico formado y podía “visualizar” una sinfonía, un concierto o una sonata en su cabeza sin escucharla acústicamente.
“Se dio cuenta de que estaba perdiendo la audición pasados sus 25 años, aunque sospecho que tuvo indicios de ello incluso antes de eso”, apunta a SINC Robin Wallace, profesor de Musicología en la Universidad de Baylor en EE UU, y cuya difunta esposa también perdió la audición al final de su vida.
No fue hasta junio de 1801 que el compositor, cada vez más irascible, confesó su discapacidad a sus amigos, el doctor Franz Wegeler en Bonn y el maestro de escuela y violinista Carl Amenda en Kurland. En el verano de 1802, con 32 años, otros comenzaron a apreciar pequeños lapsus auditivos ocasionales, así como el miedo y la confusión que esto le empezó a originar.
Así quedó reflejado en el Testamento de Heiligenstadt, una carta que el músico, atormentado e incapaz de ocultar su afección, escribió a sus dos hermanos en octubre de ese mismo año para despedirse de ellos. “En ese periodo fue cuando Beethoven comenzó a tener pensamientos suicidas”, concreta a SINC Yasmin Ali, investigadora en el departamento de Salud Mental y Pérdida Auditiva de la Universidad de Nottingham (Reino Unido). El documento, que nunca se envió, quedó escondido el resto de su vida.
Aunque su capacidad para oír se fue debilitando lentamente, Beethoven no interrumpió del todo sus actuaciones en público, incluso con la orquesta, al menos durante esos primeros años. “Se le hizo más difícil tocar el piano en público, aunque lo hizo con éxito en diciembre de 1808”, señala Albrecht.
Sin embargo, en algunos de los conciertos que dirigió, sus grandilocuentes gestos y exagerados movimientos le fueron delatando. “Tocó su Concierto para Piano n°5 con la orquesta en privado, pero nunca en público. Esa transición probablemente tuvo lugar hacia 1810 o 1811”, recalca el experto, que señala que, a pesar de todo, el músico se atrevió con una improvisación al piano delante de un pequeño grupo de amigos y compañeros en septiembre de 1825, dos años antes de su muerte.
A medida que su audición decayó, el compositor comenzó a comunicarse por escrito en sus cuadernos de conversación, que llevaba siempre con él. Algunos de estos, que están siendo editados en la actualidad por el profesor Albrecht, se han logrado conservar hasta la fecha y están aportando información valiosa sobre este virtuoso de la música. En ellos, pedía a las demás personas que escribieran lo que no podía escuchar y él también empezó a hacer anotaciones.
Primera página de la Quinta Sinfonía de Beethoven, que se estrenó el 22 de diciembre de 1808 en Viena
A nivel musical, también empezó a depender más de la notación. “La composición para él consistía cada vez más en dibujar, escribir y revisar en papel”, precisa Robin Wallace, autor del libro Hearing Beethoven: A Story of Musical Loss and Discovery. Prueba de ello es el manuscrito de la Quinta Sinfonía, una de las obras más conocidas de la historia de la música.
“Tiene tantas tachaduras y correcciones que es casi ilegible. Esto se debe a que Beethoven todavía estaba componiendo activamente, incluso cuando escribió la partitura final”, dice el experto. Acústicamente, la degeneración de su estado de salud también pudo plasmarse en su obra.
“Su estilo musical se desarrolló mucho, pero es difícil saber si esto se debió a su sordera. No obstante, sospecho que su creciente dependencia por piezas musicales cortas y fáciles de recordar pudo ser producto de su pérdida auditiva”, recalca Wallace.
A pesar de que los expertos no quieren hacer asociaciones directas, sí coinciden en afirmar que sus composiciones seguramente fueron influenciadas por la ira, el miedo y otras emociones que pudo sentir, debido al avance de su afección.
“La música de Beethoven se hizo más fuerte, agresiva y oscura, lo que también reflejó su estado de ánimo”, indica a SINC Ali. Según la investigadora, la teoría que existe sobre la evolución de la música más profunda del compositor es que este pudo centrarse en los tonos de sonido fuertes que eran los que podía escuchar, antes de volverse completamente sordo. Después, incluso estas tonalidades apenas las pudo detectar.
Pero su estado de salud se vislumbró sobre todo en sus interacciones sociales. “La sordera de Beethoven hizo que se aislara socialmente, y puede que por eso sus últimos trabajos fueran más personales e introspectivos. Con esto no quiero decir que fue una simple cuestión de causa y efecto”, señala Wallace.
Con la pérdida auditiva, independientemente del nivel –leve, moderado, severo o profundo–, es frecuente que las personas se aparten en cierto modo de la sociedad porque ya no pueden participar en conversaciones o comunicarse de manera efectiva con los demás.
Según Ali, esto puede generar un bajo estado de ánimo y, en última instancia, depresión o ansiedad. “Lo interesante es que Beethoven se vio afectado por la pérdida auditiva hace doscientos años exactamente de la misma forma en que las personas se ven aquejadas hoy”, subraya a SINC la experta.
En la actualidad, más de 466 millones de personas en todo el mundo tienen pérdida auditiva incapacitante, y se estima que más de 900 millones de personas lo sufrirán para el año 2050, según la Organización Mundial de la Salud. Una de esas personas es el hermano mellizo de la investigadora, afectado desde los 18 años por una hipoacusia neurosensorial, la misma sordera que pudo sufrir Beethoven.
Preocupada por las consecuencias psicológicas de esta discapacidad, la investigadora escribió un ensayo en la revista Nature –que le valió el premio al mejor ensayo de Jóvenes Científicos 2019–, en el que transmitía la necesidad de abordar este problema, muchas veces pasado por alto por la sociedad, de manera efectiva en los servicios de salud. “El impacto de esta afección sobre el bienestar mental de las personas aún no se tiene en cuenta”, manifiesta.
“Tuve mucha suerte de ganar la competición, pero la mayor victoria para mí sería lograr una mayor concienciación de las comunidades científicas y públicas sobre los efectos de la pérdida auditiva”, confiesa Ali.
Beethoven paseando en la naturaleza. / Julius Schmid
En el caso del compositor, el origen de la sordera no está todavía del todo claro. Una investigación, publicada a principios de año en la revista The Laryngoscope, apuntaba a una posible intoxicación crónica por plomo como la causa de la progresiva sordera de Beethoven.
Los científicos llegaron a esta conclusión al comparar los síntomas del músico observados en manuscritos, cartas e informes de su autopsia con los de una mujer de 64 años que acudió al hospital en 2018.
Otros investigadores, como el australiano Peter J. Davies –autor de un libro sobre la vida y muerte del compositor– propone algún tipo de enfermedad del nervio auditivo, que al final de su vida, a los 56 años, se juntó posiblemente con otros trastornos como el alcoholismo y la depresión, entre otros.
“A día de hoy, todavía no hay manera de restaurar la pérdida de audición neurosensorial, que es el tipo más común y el que tenía Beethoven”, asegura Yasmin Ali. El músico intentó varios tratamientos aunque “los médicos entendían poco de sordera y lo que probó no fue útil”, explica Wallace. Beethoven optó por algunas soluciones que no hicieron más que deteriorar su estado de salud.
Entre ellas, destacan las plantas tóxicas en la piel, como la llamada matacabras (Daphne mezereum) que provoca picazón y enrojecimiento, sanguijuelas, galvanismo –la corriente eléctrica que pasa por el cuerpo para su estimulación–, el aceite de almendras, e incluso el aislamiento forzado en el campo durante el verano, que le fue recomendado en mayo de 1802 por el médico Johann Adam Schmidt para preservar su audición con la soledad y el silencio.
“Más tarde se puso audífonos después de que su pérdida auditiva empeorara mucho, pero su efectividad en ese momento no era como la que tenemos hoy”, afirma Yasmin Ali, que está convencida de que si Beethoven hubiera vivido ahora hubiera llevado audífonos más avanzados o un implante coclear.
“Aunque el sonido a través de estos dispositivos parece más robótico, habría sido más efectivo. De hecho, hay muchos músicos exitosos con implantes cocleares”, comenta la experta.
Sin embargo, el compositor, siempre en busca del perfeccionismo, podría haberse frustrado con el sonido imperfecto de estos dispositivos. Y entonces posiblemente su "furia creativa" nunca hubiera dado lugar a algunas de las piezas más importantes de la historia de la música.