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CSI Atapuerca

Como en el laboratorio de Grissom, la investigadora Ana Gracia trabaja con pruebas forenses, hipótesis de sucesos, lupas, microscopios, para resolver enigmas de muertes violentas. Ante ella están no cadáveres que pueden llevar a resolver un crimen, sino restos de 500.000 y 800.000 años de antigüedad. El trabajo pretende reconstruir las causas de las muertes o de las circunstancias que las rodeaban para conocer algo más de la evolución humana. Y Gracia, del equipo de investigación Atapuerca, muestra habitualmente los resultados ante un público heterogéneo (desde niños a personas atraídas por la Paleontología).

Cráneo 5 'Miguelón' y mandíbula pertenecientes al 'Homo heidelbergensis', hallado en la Sima de los Huesos (Atapuerca).

"Como hace la serie de televisión CSI, hay que tratar al público con inteligencia. Cualquier persona es capaz de entender algo nuevo se se sabe explicar bien y se enseñan las palabras nuevas que se van a utilizar", resume a DiCYT Ana Gracia, investigadora de la Universidad de Alcalá y del centro mixto Universidad Complutense de Madrid-Instituto de Salud Carlos III, que desde 1986 trabaja junto a Juan Luis Arsuaga en el yacimiento más famoso del país. Y, por eso, a su labor de investigadora ha añadido un aspecto divulgativo. "La ciencia ha superado una época de oscurantismo, en la que parecía que sólo se podían mostrar los resultados en un lenguaje superior, para unos pocos. En nuestro grupo hemos aprendido de los niños, de cómo se atreven a hacer preguntas ante lo que no saben, mientras que los adultos estamos acomplejados a la hora de levantar la mano", prosigue la científica.

Ante ella se plantean algunas de las preguntas que se ha hecho la Humanidad cuando empezó a conocer a los seres que la antecedieron. Por ejemplo, si hace 800.000 años nuestros antepasados tenían conciencia de lo que suponía la muerte de un semejante. "Esta cuestión es muy importante, porque supone tomar conciencia biológica de uno mismo", explica Ana Gracia. En la Sierra de Atapuerca, hace 800.000 años, vivieron homínidos pertenecientes a la especie humana de Homo antecessor. Los restos encontrados en la Gran Dolina presentan signos de agresión y marcas de corte que indican que estos homínidos fueron comidos por otros semejantes, posiblemente de otro grupo. "Queremos saber si los que se alimentaron de ellos lo hicieron después de que murieran o los atacaron porque veían en ellos una fuente de alimento". Esta cuestión es importante resolverla para la Ciencia, porque supondría que estos homínidos aún no tenían conciencia de que estaban ante seres semejantes. La conciencia de la muerte es una de las cuestiones que nos separa a los humanos del resto de animales.

Trescientos mil años después aproximadamente, una nueva especie aparece en Atapuerca. Es el Homo heidelbergensis. El yacimiento conserva el 90% de los restos de todo el mundo de estos homínidos. Muchos de ellos apilados en la Sima de los Huesos. Los científicos quieren saber si esta agrupación de restos fósiles se debe a alguna acción humana. "Hemos descartado las hipótesis naturales una a una, por lo que la única explicación que nos queda es que fueran otros humanos los que realizaron la acción de agrupar los restos", indica Gracia. Aunque se tratara de una acción humana ("Es un caso único en el mundo y siempre queda esa duda"), no se podría saber por quéHomo heidelbergensis se comportó así. Este comportamiento sería simbólico y "requerería de su piedra de Rosetta" para interpretarla.

Miguelón y Benjamina

Uno de ellos huesos es el Cráneo 5, también conocido como Miguelón, que presenta signos muy evidentes de haber sufrido severas infecciones, probablemente causadas por un fuerte golpe que le produjo muy serias heridas. "¿Se produjo por agresiones o por alguna caída?", se pregunta Gracia. La infección pudo derivar en septicemia, y ser la causa última de la muerte de Miguelón. En todo caso, se sabe que falleció muy enfermo. También está el caso de Benjamina, una homínida a que llegó a 10 años, pero que presentaba una fusión prematura de los huesos de la cabeza. "Alguien cuidó de ella más allá de lo normal". Este comportamiento ya no es animal, ningún primate lo tiene y supone "una de las características más bellas del ser humano".

Curiosamente, los comportamientos de nuestros antepasados pueden ayudarnos a comprender, los nuestros actuales. "Este comportamiento altruista no se pueden atribuir a algo cultural, algo que la mente ha fabricado, ya sea material o inmaterial". Responde, más bien, a un paso más en la escala evolutiva, a una razón biológica. "Darwin ya apuntaba que en la selección a nivel de grupos, aquellos que albergaban a individuos altruistas eran más fuertes que los que no tenían este tipo de componentes".

Gracias a todos estos restos fósiles se han podido estudiar cómo eran estos homínidos, qué características físicas tenían y qué capacidades les otorgaban. Los investigadores siguen, como los policías de CSI, indagando en sus vidas para conocer un poquito más las nuestras.

Fuente: DICYT
Derechos: Creative Commons
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