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Hay un dicho que no hemos aplicado en esta pandemia: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. ¿Por qué los españoles miraron con extrañeza el temprano cierre de los comercios chinos ante la covid-19? Según los expertos, tuvo que ver con la dificultad para tomar una decisión hasta percibir un peligro claro, unido a que este colectivo sigue siendo un gran desconocido para la mayoría.
Al comienzo de la crisis sanitaria de la covid-19, en España multitud de comercios regentados por personas de origen chino cerraron sus puertas semanas antes de decretarse el estado de alarma. Ante esta situación, no faltaron reacciones de estupefacción y escepticismo entre sus vecinos. ¿Por qué la reacción de los residentes chinos no nos puso en alerta?
Para Luis Miller, doctor en sociología y científico titular del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, esto tendría relación con la teoría de la ‘amenaza percibida’ (threat perception). “En una crisis no tomamos una decisión hasta que percibimos una amenaza clara. Mi impresión es que en febrero no se percibía el peligro en España y por eso nos chocaba el cierre de las tiendas regentadas por chinos. Ellos, al estar conectados a los medios de comunicación de su país, donde la amenaza ya estaba confirmada, reaccionaron de forma muy distinta a nosotros”, declara a SINC el sociólogo.
La comunidad china en España sigue siendo una gran desconocida para la mayoría de los españoles, a pesar de que las cosas han mejorado mucho en los últimos años gracias a los descendientes de inmigrantes chinos que han crecido en el país.
“La mayoría de los inmigrantes chinos llegan a España con escasos recursos y proceden de un bajo nivel socioeconómico, lo que hace que su prioridad sea la supervivencia y no integrarse en la sociedad española”, destaca a SINC Paloma Robles Llana, doctora en Ciencias Sociales e Inmigración China por la Universidad Politécnica de Hong Kong. Es autora de la novela Fangfang, donde recrea la vida de una familia emigrante china que regenta –como muchas de ellas en la vida real– una tienda de comestibles en Madrid.
En enero 2020 la ciudad china de Wuhan se cerró y una buena parte de la población no volvió al trabajo tras las fiestas del Año Nuevo. “Quienes tenemos relación con China hemos escuchado cómo sus residentes en Madrid se quejaban de que no se tomaban medidas de control sanitario, como exigir el uso de mascarillas o confinar a la población lo antes posible”, añade Gladys Nieto, profesora de Antropología de China en la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora del Centro de Estudios de Asia Oriental.
El cierre de comercios chinos fue crítico para este colectivo, motivado por una necesidad de cuidado y de medidas que entendieron como urgentes.
“Los ciudadanos chinos, por cercanía cultural, inquietud familiar y anclaje emocional, siguen de cerca todo lo que pasa en China, no es ningún secreto. Cualquier expatriado suele seguir vinculado a su país de la infancia. A mí me causa cierta gracia y cierta tristeza que, de nuevo, no se tengan en cuenta a los migrados chinos como iguales, sino como exóticos, sujetos de sospecha y ajenos”, dice a SINC Susana Ye, periodista y directora del documental, Chiñoles y bananas, que recoge el sentir de las primeras generaciones de personas de origen chino nacidas en España, así como su evolución e integración.
La percepción hacia la autoridad política también es significativamente diferente en ambas culturas. En nuestra experiencia de la pandemia y el confinamiento, la figura del Estado es la de un agente que coarta la libertad individual y que coloca el cuidado en la propia voluntad del individuo.
“De hecho, todos hemos visto las dificultades que ha habido con la extensión del estado de alarma que limitaba los movimientos de las personas. Para muchos inmigrantes chinos, el Estado español no les ha cuidado, por eso también han cerrado comercios antes. Necesitan que el Estado les cuide y entienden como un abandono o una situación caótica que este deje al libre albedrío de la voluntad de las personas el ejercicio de acciones de cuidado colectivo”, explica Nieto.
Donación de mascarillas por parte de la comunidad china / Flickr
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, desde 1998 la población china en España se ha multiplicado exponencialmente, pasando de 11.611 a 232.617 personas registradas en el padrón provisional de en enero de 2020. Asimismo, este incremento ha llevado a que en 2018 en España nacieran 2.555 niños y niñas de los cuales al menos uno de los progenitores era de nacionalidad china.
El porcentaje de población de origen chino en España es relativamente bajo si se compara con otras nacionalidades como la marroquí, la rumana o la latinoamericana. “Eso hace que los conflictos también sean menores. No creo que la actitud con respecto a esta comunidad cambie demasiado. Dependerá también de si el porcentaje de personas procedentes de china aumenta y con ello el contacto y el conjunto de relaciones con ella”, opina Miller.
“El racismo tiene muchos modos de camuflarse. Aunque lo políticamente correcto es aplaudir a los chinos como trabajadores, no se les acaba de aceptar como ciudadanos de pleno derecho, como un vecino más con quien puedes socializar si hay interés en ello. Hemos aprendido, y en ello me incluyo, que hay mucho camino aún por recorrer”, argumenta Ye.
Joaquín Beltrán, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid, hablaba en su estudio "Los retos de la inserción social. Un caso de estudio asiático" de los grandes obstáculos a los que la población china residente en España tiene que enfrentarse: la legislación, la lengua, los valores contrapuestos y los medios de comunicación que contribuyen a la creación de imágenes estereotipadas, prejuiciosas y racistas relacionadas con los inmigrantes.
“La inserción social en ningún caso debe obligar al olvido de la propia identidad ni de las raíces culturales, sino todo lo contrario”, recordaba Beltrán.
Los primeros estados afectados por el coronavirus en Europa, Italia y España tienen patrones de incorporación de la población china bastante similares: su origen está en el distrito Qingtian y sus distritos vecinos de la municipalidad de Wenzhou, al sur de la provincia de Zhejiang, con un perfil específico de origen rural.
Asimismo, la incorporación laboral tiene muchos puntos similares, como la importación y exportación de productos o el pequeño comercio. Sin embargo, en Italia hay una estructura en la región de Prato que ha incorporado a la mano de obra china en la confección textil.
“Italia y España han tenido procesos de regularización de inmigrantes y de reagrupación familiar importantes, lo que ha engrosado el volumen de población china en ambos países. Es una inmigración bastante reciente en el tiempo, por ello no tiene las características de la población china en EE UU, con una larga tradición migratoria, con distintas oleadas y regiones de origen diferentes”, dice Nieto.
De hecho, en el país americano ha habido una incorporación de los hijos de los inmigrantes chinos en ámbitos profesionales, un proceso que está siendo muy lento en países como España e Italia, en los que esta comunidad termina trabajando en un mismo nicho étnico.
“El tratamiento racista que tuvo EE UU frente a este grupo a fines del siglo XIX podría explicar ciertas actitudes prejuiciosas que se mantienen en la actualidad, pero en el caso de Italia o España no ha habido un proceso de similares características”, concluye la antropóloga que es, además, autora de un artículo que analiza la construcción de los discursos en prensa y redes sociales sobre los barrios chinos de la ciudad de Madrid.
Otro estudio, publicado en la revista Frontiers in Communication, analizó la reacción en redes sociales de los estadounidenses hacia los asiático-americanos durante la pandemia y amplió la investigación después a más países, entre ellos España.
Sus resultados indican que neozelandeses y estadounidenses tienden a creer más en la información que leen en sus redes sociales sobre la covid-19, mientras que los italianos y los españoles se lo cuestionan más.
“Por otro lado, España, Italia y EE UU tienen niveles similares de prejuicio hacia los asiáticos en redes sociales, mientras que en Nueva Zelanda son mucho más bajos”, apunta a SINC Stephen Croucher, autor principal del trabajo y profesor de comunicación en la Universidad de Massey en Nueva Zelanda, cuyo trabajo se centra en la dinámica entre los grupos mayoritarios y minoritarios.
Algo que une a España y EE UU es la polarización afectiva respecto a los sentimientos hacia otros grupos sociales y políticos, explica Miller: “Estos países suelen estar siempre en los primeros puestos de las clasificaciones de sociedades más polarizadas. Una vez que existe una alta polarización en la política, por ejemplo, los mensajes de odio se multiplican en las redes y eso podría tener consecuencias sobre nuestras actitudes y creencias hacia otros grupos, como en este caso la comunidad china”, advierte.
En Europa, incluso con las comunidades afincadas en cada país, la relación con China es fundamentalmente comercial. De esta forma, durante años han pervivido prejuicios hacia los chinos, muchas veces infantilizándolos o viéndoles como seres serviciales, casi sin personalidad propia sino colectiva: “los chinos” en plural y no “tu vecino de origen chino”.
Para Ye, “esto ha hecho que exista esa distancia entre ambas partes. Quizás la pregunta más interesante sería: ¿y ahora?, ¿cómo estás existencias tienen entidad y derechos para reclamarse igualitarias? Esa es, para mí, la cuestión de calado, más allá de la fase inicial de asentamiento de cualquier persona migrante, asiática o no”.