Cada año miles de personas sufren intoxicación por metanol; entre dos y cuatro de cada 10 mueren, y quienes sobreviven a menudo padecen graves daños permanentes, como una ceguera total. La fuente de estos envenenamientos es insospechada para la mayoría: este producto puede estar presente contaminando las bebidas alcohólicas, sobre todo en los países en desarrollo. El riesgo afecta también a destinos turísticos muy populares.
En la España de 1963, al menos 51 personas murieron y nueve quedaron ciegas debido a una intoxicación masiva por bebidas alcohólicas adulteradas con metanol. Hoy no conocemos casos similares en nuestro país, pero ocurren en gran parte del mundo, aunque solo suelen ser noticia cuando afectan a turistas. La reciente proliferación de envenenamientos por metanol en populares destinos turísticos ha llevado al Ministerio de Exteriores de Reino Unido a ampliar hasta 16 su lista de países donde un inocente chupito puede ser letal.
El llamado caso del metílico fue una crisis que el régimen franquista intentó minimizar, según fuentes que cifran el número real de víctimas en centenares o incluso miles. No sería descabellado, dada la alta toxicidad del metanol. Pero ¿qué es el metanol y cómo una sustancia tan peligrosa puede estar presente en las bebidas alcohólicas? ¿En qué países acecha esta amenaza, y cómo podemos protegernos de ella?
El etanol (sin "m") o alcohol etílico de las bebidas está muy lejos de ser inofensivo: tiene una relación probada con el cáncer, incluso a dosis bajas. Un atracón de bebida provoca los efectos de sobra conocidos, incluyendo las secuelas del día siguiente que llamamos resaca. Pero el metanol (con "m") o alcohol metílico, llamado también alcohol de madera, es infinitamente más tóxico: según Médicos Sin Fronteras (MSF), un trago de 30 mililitros (ml) puede matar, y solo 10 ml o dos cucharaditas pueden causar ceguera permanente.
El etanol y el metanol tienen estructuras químicas similares, con dos átomos de carbono el primero frente a uno solo el segundo. En el cuerpo humano, ambos son procesados por la misma enzima hepática, alcohol deshidrogenasa. El etanol se convierte en acetaldehído y este en ácido acético, el que da su olor al vinagre y que el organismo utiliza para varios fines. En cambio, el metanol produce formaldehído y este ácido fórmico.
Son estos los principales responsables de la toxicidad del metanol. El formaldehído es un líquido de embalsamar, utilizado también en pegamentos industriales y otros productos. El ácido fórmico lo producen las hormigas, y envenena las células bloqueando las mitocondrias, las baterías que nos proporcionan energía.
Los síntomas del envenenamiento por metanol se asemejan inicialmente a los de una borrachera común. Pero mientras que la resaca de la embriaguez suele evolucionar favorablemente y disiparse a las pocas horas, en cambio los efectos del metanol empeoran con el tiempo: entre las 12 y las 48 horas aparecen dolor abdominal, náuseas, vómitos, mareos, dificultades para respirar y visión borrosa o deficiente.
Son los efectos en la visión los que suelen alertar de que se trata de una intoxicación por metanol. La retina y el nervio óptico son especialmente sensibles al fallo mitocondrial, por lo que la ceguera permanente es una consecuencia habitual. Y por trágico que resulte perder la vista, quienes sobreviven pueden considerarse afortunados, ya que muchos afectados entran en coma y mueren en menos de 48 horas.
Afortunadamente, existen tratamientos que salvan vidas si se aplican a tiempo. El más inmediato y clásico, una vez diagnosticada una intoxicación con metanol, es suministrar alcohol etílico por vía oral o intravenosa. El etanol se une a la enzima alcohol deshidrogenasa y previene así la transformación del metanol en formaldehído y ácido fórmico, lo que evita el envenenamiento.
En tiempos más recientes se utiliza fomepizol, un compuesto que inhibe la alcohol deshidrogenasa y que es preferible al etanol, aunque es un medicamento muy caro y de baja disponibilidad.
Como tratamientos de apoyo se emplean bicarbonato, que mitiga la acidez de la sangre provocada por el ácido fórmico, y ácido fólico o su derivado ácido folínico, que ayudan a eliminar el ácido fórmico. Además puede practicarse una diálisis para depurar la sangre del alcohol y sus subproductos tóxicos.
El metanol no debería estar presente en las bebidas alcohólicas, pero puede estarlo por dos vías. Primero, la fermentación y la destilación en malas condiciones pueden generar cierta cantidad de metanol, sobre todo en algunos licores de elaboración tradicional. Con mayor frecuencia, la causa de los envenenamientos es el fraude: este alcohol, más barato que el etanol, se añade a las bebidas para aumentar su graduación y potenciar sus efectos.
Este fue el origen del caso del metílico en España. El empresario de Ourense Rogelio Aguiar mezcló 70 000 litros de metanol no apto para el consumo humano y más barato que el etanol para enriquecerse con la venta de licores adulterados. Estos fueron comercializados por distribuidores que estaban al tanto del fraude y también se lucraron con él.
Casos como este continúan siendo comunes en muchos países: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 25 % del alcohol que se consume en el mundo no está regulado. Esto incluye alcohol que se destila en instalaciones caseras y se distribuye ilegalmente, pero también falsificaciones de marcas costosas.
No todo el alcohol clandestino es necesariamente tóxico, pero el envenenamiento por metanol es un problema muy frecuente que afecta cada año a miles de personas, según la Iniciativa de Envenenamientos por Metanol de MSF, que mantiene un seguimiento estrecho y exhaustivo de los casos en todo el mundo. Hasta la fecha se registra un total de 2 100 incidentes, con 74 000 afectados y 26 000 víctimas mortales.
En líneas generales, la mortalidad se cifra entre un 20 y un 40 % de los afectados, aunque según MSF “se cree que esta es una subestimación de la situación real”, ya que muchos más casos probables no se identifican como intoxicaciones por metanol.
Los datos de MSF muestran que Asia es el continente más afectado; los 10 países con mayor número de incidentes son Indonesia, India, Rusia, Bangladés, Pakistán, China, Vietnam, Camboya, Irán y Turquía. El primero de la lista, Indonesia, con 684 incidentes, duplica con creces al segundo, India, con 277. Por número de afectados el primer país es Irán, con 18 300, seguido de India, Rusia, Indonesia, Camboya, Vietnam, Kenia, Turquía, Ecuador y Nicaragua.
No debe pensarse que los países desarrollados están libres de esta lacra. España no ha registrado incidentes en décadas recientes, pero sí EE UU, Canadá, Australia, Reino Unido, Irlanda, Suecia o Noruega. Sin embargo, el mayor riesgo para los ciudadanos de los países desarrollados se sitúa en los viajes a destinos turísticos donde circula este alcohol tóxico.
En los países en desarrollo, los licores clandestinos son una alternativa barata a las bebidas legales, por lo que su consumo está muy extendido. A menudo, a estos brebajes se les añaden otros productos industriales para aumentar su graduación, como anticongelantes, limpiadores, combustibles o fluido de embalsamar. También se utiliza metanol para desnaturalizar alcoholes no destinados a consumo humano, que pueden acabar sirviéndose como bebida.
Pero aunque los envenenamientos afectan sobre todo a la población local, estos alcoholes tóxicos pueden ocasionalmente llegar a los turistas, especialmente en los circuitos de bajo coste. Por ejemplo, ciertos alojamientos para mochileros en el sudeste asiático obsequian a sus huéspedes con chupitos gratis. Uno de estos establecimientos fue el foco de un incidente en Laos en noviembre de 2024 que costó la vida a seis jóvenes turistas extranjeros.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de España advierte sobre este riesgo solo en algún país, como es el caso de Brasil. Mucho más detalladas son las recomendaciones del Foreign Office de Reino Unido: a la lista de ocho países donde ciudadanos británicos se han visto anteriormente afectados —Camboya, Indonesia, Turquía, Costa Rica, Tailandia, Vietnam, Laos y Fiyi—, en octubre de 2025 se han añadido ocho más donde el riesgo se considera importante: Ecuador, Kenia, Japón, México, Nigeria, Perú, Uganda y Rusia.
También en octubre de 2025, la Oficina Regional para las Américas de la OMS ha emitido una alerta por casos en Brasil, México, República Dominicana, Perú y Colombia.
El metanol es incoloro y similar al etanol en olor y sabor, por lo que no es posible apreciar fácilmente si una bebida que nos sirven puede contener el alcohol tóxico; se necesita un análisis de laboratorio. Sin embargo, en los últimos años se trabaja en el desarrollo de sensores químicos de uso personal que puedan detectar incluso trazas de metanol en cualquier líquido mediante un cambio de color o la aparición de fluorescencia, apreciables a simple vista.
Un grupo de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH, por sus siglas en alemán) ensaya un dispositivo de bolsillo que permite detectar pequeñas cantidades de metanol frente a niveles mucho mayores de etanol. Según comentaba el director del proyecto, Andreas Güntner, “esta tecnología es de bajo coste, por lo que es idónea para su uso también en países en desarrollo. Aún más, es de manejo simple y puede operarse sin entrenamiento de laboratorio, por ejemplo por parte de autoridades o turistas”.
Por el momento y sin otra posibilidad de detectar si una bebida está adulterada, la precaución es la única defensa. En España, el Ministerio de Exteriores recomienda “comprar alcohol únicamente en establecimientos de confianza y evitar cualquier tipo de bebidas de producción casera”.

Comprar alcohol únicamente en establecimientos de confianza y evitar cualquier tipo de bebidas de producción casera

El Foreign Office añade que se eviten las bebidas ya preparadas, incluyendo los chupitos, y se consuman solo botellas selladas. Por último, reaccionar rápidamente para buscar ayuda médica ante cualquier sospecha o síntoma anómalo puede ser vital.