¿Vivir 150 años? El talón de Aquiles de la longevidad está en el cerebro

Con el apoyo financiero de algunas grandes fortunas, la ciencia de la longevidad está haciendo grandes avances para estirar nuestra esperanza de vida. Sin embargo, vivir un siglo o más no servirá de mucho si la cabeza no nos funciona.

Líderes mundiales
Imagen de archivo de María Branyas Morera, que vivió 117 años, junto al entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonés. En el estudio que le hicieron se observó que combinaba señales de vejez extrema y de longevidad saludable. / EFE/ Jordi Bedmar

¿De qué hablan los líderes más temidos del mundo cuando nadie les escucha? Hace unos días pudimos descubrirlo.

El pasado 3 de septiembre, Vladimir Putin y Xi Jinping caminaban juntos por la plaza de Tiananmen junto a Kim Jong-Un. Ruso, chino y norcoreano estaban allí para conmemorar el 80º aniversario del final de la II Guerra Mundial. En un momento dado, el traductor de Putin comenzó a traducir al chino: “La biotecnología está avanzando continuamente. Los órganos humanos pueden ser trasplantados continuamente. Cuanto más vives, más joven te vuelves e incluso puedes lograr la inmortalidad”.

El pasado septiembre los Putin, Jinping y Jong-Un hablaron sobre la capacidad de vivir hasta 150 años y la inmortalidad

Xi le respondió: “Algunos predicen que en este siglo los humanos podrían vivir hasta 150 años”.

Siempre y cuando —les faltó decir— nadie los apee del poder, dado que históricamente la esperanza de vida de un autócrata suele resentirse mucho al salir del palacio presidencial. 

Pese a su ubicación, tanto Putin como Xi compartían una idea cada vez más en boga, tanto en Oriente como en Occidente: la obsesión por la longevidad, cuya vertiente más extrema, el transhumanismo, defiende que en apenas unas décadas el ser humano trascenderá nuestro inevitable final como seres biológicos gracias a la biotecnología, nanorrobótica e inteligencia artificial.   

La ciencia de la longevidad

Basta con echar un vistazo a una de las últimas ediciones del Financial Times, ‘la Biblia’ de la élite empresarial, para darse cuenta del enorme interés que despierta la ciencia de la longevidad, así como la industria que ha crecido alrededor de la promesa de vivir saludablemente por encima de los 100 años.

“Altos Labs lidera la búsqueda de la longevidad mientras las empresas biotecnológicas esperan un momento decisivo”, dice un extenso reportaje en referencia a la joven empresa californiana que en apenas cuatro años ha captado a investigadores españoles de fama mundial como Juan Carlos Izpisúa, Manuel Serrano, Pura Muñoz CánovesMaría Abad o Eduardo Moreno, entre muchos otros científicos renombre, incluidos premios Nobel como Jennifer Doudna o Frances Arnold.

Existe un gran interés por la industria que ha crecido alrededor de la promesa de vivir saludablemente por encima de los 100 años

Pero Altos Labs no es la única competidora en la carrera por llegar al siglo de vida en plenitud de facultades: Sam Altman, el fundador de OpenAI, y otros magnates de Silicon Valley han invertido también en startups como Retro Biosciences, Cambrian Biopharma o Calico Life Sciences con el mismo objetivo: la longevidad extrema.

¿Qué hacemos con el cerebro?

Pero para todos estos pioneros, sigue existiendo un límite que la ciencia está sufriendo para cruzar: el cerebro. Podemos reparar o reemplazar casi cualquier parte del cuerpo gracias a la biotecnología o las células madres, ¿pero de qué nos serviría si el cerebro empieza a emitir señales de deterioro a partir de los 57 años?

Más allá de la ciencia, el asunto es de máxima importancia para todos los gobiernos por sus implicaciones socioeconómicas, y muy especialmente para España, país con mayor esperanza de vida de la Unión Europea y siempre rondando el podio mundial junto a Japón, Suiza o Singapur. No en vano, fue el tema de uno de los primeros informes preparados por la Oficina C de asesoramiento científico para el Congreso de los Diputados, a finales de 2023.

La ciencia puede llevar a nuestro cuerpo a vivir más de cien años, ¿pero de qué serviría si la cabeza no funciona?

El informe, que consultaba a las principales autoridades en la materia, concluía que el cerebro sigue siendo el mayor desafío para alcanzar una longevidad extrema, ya que muchas enfermedades neurológicas carecen de cura y porque, a diferencia de otros órganos, las neuronas perdidas por procesos neurodegenerativos no pueden ser reemplazadas o recuperadas mediante procedimientos médicos convencionales, lo que convierte al cerebro en un verdadero límite biológico para quienes aspiran a vivir más de un siglo.

Una profecía autocumplida

La prevalencia de patologías como el alzhéimer, el párkinson o la esclerosis múltiple aumenta con la edad y se espera que el envejecimiento poblacional multiplique los casos en las próximas décadas.

La Organización Mundial de la Salud y algunos estudios recientes advierten que la demencia (encabezada por el alzhéimer que representa 7 de cada 10 casos) prácticamente se triplicará para 2050, pasando de 50 millones de afectados a escala global hasta cifras cercanas a los 150 millones. Solo en España, se esperan más de millón y medio de casos de demencia para la próxima generación.

La edad biológica del cerebro puede diferir de la edad cronológica y está muy influida por los hábitos de vida

Es cierto que también está habiendo noticias alentadoras. Hace unos días, Europa aprobó la autorización de comercialización para donanemab (Kisunla) para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer en una situación temprana.

En agosto, Nature publicó el papel esencial que tiene el litio en su desarrollo. Pero son pasos aún iniciáticos: los tratamientos son caros y apenas sirven para ralentizar moderadamente el curso de la enfermedad.

El envejecimiento cerebral está condicionado por límites biológicos que aún no pueden ser superados de forma significativa, incluso contando con las tecnologías médicas más avanzadas. Sin embargo, quienes trabajan por ampliar su longevidad tienen una carta a su favor. La edad biológica del cerebro, determinada por marcadores como el grosor cortical o la atrofia del hipocampo puede diferir de la edad cronológica y está muy influida por los hábitos de vida.

La pérdida progresiva e irreversible de estructura y función neuronal es la principal manifestación del envejecimiento cerebral y se hace patente por el adelgazamiento cortical o la formación de lesiones de la sustancia blanca, cuyo riesgo aumenta con la edad. Solo en muy pocos casos excepcionales, como el de los llamados ‘superancianos’, se observa una resistencia notable: estas personas muestran cortezas cerebrales sorprendentemente gruesas y una baja inflamación cerebral, manteniendo ciertas áreas del cerebro intactas pese a su edad avanzada.

Soluciones muy prematuras

Experimentos pioneros han logrado, en ratones, revertir parcialmente el envejecimiento cerebral mediante reprogramación celular con factores de Yamanaka, o rejuveneciendo zonas concretas como el giro dentado del hipocampo, pero aún no existen aplicaciones prácticas para humanos, y el reemplazo de grandes áreas del cerebro sigue considerándose una frontera lejana para la ciencia. El mantenimiento de la homeostasis de células gliales también se perfila como vía prometedora para proteger la función cognitiva en la longevidad, aunque se trata de una hipótesis en fase de investigación.

Por tanto, la única herramienta plausible para ralentizar el envejecimiento cerebral está en modificar los hábitos de vida. 

Movernos un poco más, comer menos y mejor, priorizar el sueño, no dejar de socializar y plantearle retos a nuestro cerebro de manera frecuente funciona

Jordi Olloquequi, Universidad de Barcelona

“La ciencia ha demostrado que movernos un poco más, comer menos y mejor, priorizar el sueño, no dejar de socializar y plantearle retos a nuestro cerebro de manera frecuente (es decir, romper rutinas de tanto en tanto) funciona”, explica Jordi Olloquequi, profesor de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona y autor de Antiaging para el cerebro (Paidós, 2025). 

En el libro, este investigador explica cómo “a pesar de que los genes que heredamos son importantísimos, tenemos muchas maneras de modular las órdenes que dictan” para ayudar a nuestras neuronas “a ser más jóvenes que la fecha marcada en nuestra partida de nacimiento, aunque la genética que nos ha tocado no sea para tirar cohetes”.

Gimnasia antiaging cerebral

Entre las principales claves, Olloquequi subraya que “un poco de estrés nos hace más fuertes, pero el estrés crónico o sostenido debilita las conexiones neuronales y afecta directamente al hipocampo, una región del cerebro clave para la memoria”. 

El libro sugiere aprender a tratar al cerebro como si fuese un músculo más del cuerpo, y ejercitarlo en la medida de lo posible para que no se atrofie. “Mantenerlo joven pasa por hacer un poco de gimnasia cerebral con asiduidad”, indica. “Los entrenamientos más efectivos son aquellos que podemos integrar en el día a día: para la memoria, por ejemplo, podemos eliminar la lista de la compra en papel y obligarnos a recordar todo lo que necesitamos”.

“Trabajando la creatividad, forzamos al cerebro a conectar ideas de forma novedosa, lo que ayuda abrir nuevas rutas neuronales”, continúa Olloquequi. Y para la atención, “un clásico cuyos efectos beneficiosos se han descrito en varios estudios neurocientíficos: la respiración consciente”, también conocida como mindfulness. “Consiste en prestar atención al proceso de inhalar y exhalar aire, así como las sensaciones que ello produce, refuerza determinadas áreas cerebrales implicadas en la capacidad de concentrarnos, y controlar las emociones”.

Por supuesto, nada de esto es comparable a las revoluciones que la medicina y la tecnología anuncian para la longevidad, pero sí que puede ayudarnos a que nuestra cabeza y nuestro cuerpo sigan en sintonía si alguna vez llegamos a los cien años.

Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons
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