Los detalles se recogen en un artículo liderado por el Instituto de Ciencias del Mar, clave para entender cómo nacen y evolucionan las fallas activas, con implicaciones relevantes para la comprensión de los riesgos sísmicos ocultos en esta región del Mediterráneo occidental.
Un equipo del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) ha liderado un estudio pionero publicado en la revista Tectonics que identifica y describe por primera vez con gran detalle un sistema de fallas incipiente en el mar de Alborán, situado entre el sur de la península ibérica y el norte de África.
El hallazgo aporta nuevas claves para entender cómo nacen y evolucionan las fallas activas y tiene implicaciones relevantes para la comprensión de los riesgos sísmicos ocultos en esta región del Mediterráneo occidental.
El artículo analiza la estructura y morfología de un conjunto de escarpes submarinos situados a unos 60 km al suroeste de Almería y relacionados con el sistema de fallas Norte-Sur, un sistema en las primeras etapas de su desarrollo.
A partir de datos batimétricos de alta resolución obtenidos mediante un vehículo submarino autónomo (AUV) y su análisis geomorfológico y estructural, el equipo ha podido reconstruir las primeras fases de su crecimiento, un proceso que hasta ahora se había observado muy pocas veces en entornos marinos.
El mar de Alborán es una zona tectónicamente compleja, donde interactúan las placas Euroasiática y Africana. Aunque su actividad sísmica es moderada, la región muestra signos de deformación activa.
Según el estudio, el equipo del ICM-CSIC ha identificado pequeños escarpes submarinos, alineaciones estructurales y deformaciones locales en el fondo marino que sugieren la presencia de un sistema tectónico en los primeros estadios de su formación y evolución.
“Es como observar el momento en que una zona comienza a deformarse hasta convertirse con el tiempo en una falla capaz de generar grandes terremotos que podrían causar daños en las zonas cercanas”, explica Ariadna Canari (ICM-CSIC), autora principal del trabajo.
“Esta fase es muy difícil de detectar, ya que en geología los procesos actúan a escalas de miles o millones de años. Por eso, este estudio nos proporciona información clave sobre cómo crecen y se organizan las fallas dentro de la corteza terrestre”.
Para alcanzar este nivel de detalle, el equipo ha utilizado datos de muy alta resolución. “Las observaciones obtenidas con un AUV han permitido realizar un análisis morfotectónico del fondo marino con una resolución métrica, excepcional en entornos submarinos y comparable a los estudios topográficos terrestres”, destaca Sara Martínez-Loriente (ICM-CSIC), coautora del estudio.
“Es una herramienta de gran valor para estudiar sistemas de fallas activos en lugares donde las observaciones directas son imposibles”.
Los resultados muestran que la falla aún no está plenamente desarrollada, pero ya presenta signos de actividad. Según el estudio, este sistema podría haber originado el terremoto de 1910, que causó daños en la localidad de Adra (Almería) y se sintió en todo el sureste de la Península Ibérica.
Además, los datos obtenidos permiten inferir la dirección de los esfuerzos tectónicos y la posible evolución futura del sistema, que podría llegar a desempeñar un papel relevante en la dinámica del mar de Alborán si acaba formando parte, como plantea el equipo científico, de la falla de Al-Idrissi, responsable del terremoto de magnitud 6,4 de 2016 que provocó importantes daños en el norte de Marruecos.
Aunque el mar de Alborán no se considera una región de alto riesgo sísmico, el descubrimiento de este sistema incipiente indica que pueden existir fuentes de sismicidad aún no identificadas. Tal como señala Hector Perea (ICM-CSIC), coautor del estudio:
“Muchas áreas costeras caracterizadas por una deformación lenta, como el Mediterráneo occidental o el mar de Alborán, se consideran seguras porque no existen evidencias de grandes terremotos en el registro histórico o instrumental. Sin embargo, en estas zonas pueden existir fallas desconocidas que podrían generar terremotos de magnitud superior a 6 cada varios miles de años, como sería el caso de las fallas Norte-Sur”.
Por tanto, añade el investigador, “identificar su presencia y determinar sus características sísmicas puede suponer una mejora sustancial en la evaluación de la percepción del riesgo, así como en la posibilidad de generar tsunamis asociados.”
Estas observaciones refuerzan la necesidad de mantener la investigación geológica en el mar de Alborán e integrar esta información en los planes de gestión del riesgo sísmico y ordenación costera. “Comprender cómo crecen e interaccionan las fallas activas es esencial para anticipar posibles escenarios y mejorar las estrategias de prevención del riesgo”, puntualiza Canari.
En conjunto, el equipo destaca la importancia de combinar, como en este caso, disciplinas como la geología marina, la geofísica y la geomorfología, así como integrar los resultados en contextos geodinámicos, lo que ayuda a entender mejor cómo crecen y evolucionan los grandes sistemas de fallas y los terremotos que pueden generar.
Esta metodología, aseguran, podría aplicarse a otras regiones marinas menos estudiadas del mundo, como el margen continental del sur de California o la zona del mar Caribe.
“Los resultados no solo mejoran nuestro conocimiento sobre la geodinámica del Mediterráneo, sino que también nos invitan a mirar bajo la superficie: a reconocer que existen procesos lentos pero constantes que transforman el planeta y con los que debemos aprender a convivir de forma informada y segura”, concluyen las expertas y el experto.