El Gobierno asturiano y la Universidad de Oviedo han instalado en Lugones el primer medidor de black carbon (partículas microscópicas de carbón procedente de la combustión) de España y uno de los pocos que existen en Europa. Los datos recogidos permitirán analizar el impacto de las partículas de carbono en la salud y en el medio ambiente, y detectar el origen de las emisiones contaminantes.
Un equipo de científicos liderados desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han desarrollado un micro-rotor de nitruro de silicio gracias al uso de este nanomaterial. La técnica podría servir para potenciar la miniaturización de dispositivos complejos.
Tekniker-IK4 participa en un proyecto europeo que investiga nuevos materiales basados en nanopartículas carbonosas para aplicarlos a sectores como la automoción o la construcción.
La sostenibilidad de los productos que consumimos es un reto fundamental para la sociedad y cobra cada vez más importancia para compradores y empresas. Un investigador de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) ha ideado un sistema de ecoetiquetado que ofrece información medioambiental indicando la huella de carbono que generan estos bienes y servicios durante su “ciclo de vida”.
Gustavo Fernández Huertas ya está en la elite de la Química europea. Con sólo 31 años pero con un más que brillante currículum, este joven químico abulense acaba de ser galardonado con el prestigioso Premio Sofja Kovalesvkaja, un galardón que conceden la Fundación Von Humboldt y el Ministerio de Educación de Alemania a investigadores extranjeros y que está dotado con 1’6 millones de euros, una cantidad que el científico destinará a la creación de un equipo de investigación que durante cinco años estudiará el principio de selectividad de las moléculas biológicas.
El telescopio espacial Herschel ha detectado vapor de agua en una vieja estrella.
Los huesos tienen capacidad de regenerarse por sí solos cuando sufren algún daño parcial. Sin embargo, la realidad es bien distinta cuando se trata de una lesión traumática o tumoral y la pérdida del tejido es sustancial. Hoy en día, estos casos se tratan con diferentes tipos de injertos, pero presentan varias desventajas: rechazo, contaminación o limitación de donaciones.
¿Puede la presencia de un defecto del menor tamaño posible, es decir un defecto atómico, modificar de manera notable las propiedades de un material? Esta cuestión crucial ha sido estudiada por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en colaboración con el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM), en sistemas de tipo grafeno, cuya estructura bidimensional otorga a estos defectos atómicos un papel crítico.