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Un estudio internacional muestra que los seres vivos grandes, longevos y de baja fertilidad en riesgo de extinción, sean vegetales o animales, son responsables del 80% de la diversidad funcional en los ecosistemas del planeta.
La modificación del curso de los ríos por el ser humano mediante la instalación de barreras como alcantarillas, norias o plantas hidroeléctricas puede generar problemas en su biodiversidad y en sus ecosistemas.
Científicos de más de 20 centros de investigación han analizado a escala global los distintos factores que intervienen en la estabilidad de las comunidades vegetales. En ecología, el concepto de estabilidad se refiere a la respuesta frente a los cambios, que hace posible la coexistencia de las especies a lo largo del tiempo.
En un cuarto de siglo (entre 1990 y 2014) las áreas boscosas de Cataluña han sufrido un descenso generalizado de su capacidad de capturar dióxido de carbono. Asimismo, el agua azul, la lluvia que no aprovechan las plantas y llega a los ríos y acuíferos, se ha reducido hasta un 29 %.
Los bosques templados que llevan más de 100 años conservándose tras sufrir siglos de actividad humana todavía no se han recuperado en su totalidad, un periodo mayor de lo que se había estimado hasta ahora. Esta es la principal conclusión de un estudio español.
El mejillón mediterráneo, el alga wakame y algunas especies de plantas terrestres e invertebrados están entre las 13 especies que tienen más probabilidades de dañar los ecosistemas de la península antártica. Esta es la principal conclusión de un estudio, en el que ha participado un investigador de la Universidad de Córdoba.
De los ocho millones de especies que existen, un millón está en peligro como consecuencia de la acción humana, según datos de la mayor plataforma mundial para el estudio de la biodiversidad. En ella participa este investigador del instituto BC3 del País Vasco, que ahora trabaja con economistas y científicos sociales para evaluar la diversidad de valores, no solo los económicos, en torno a los bienes naturales.
Un proyecto internacional denominado ArchaeoGLOBE reconstruye cómo se han usado los suelos en todo el mundo desde la revolución neolítica y su impacto en los ecosistemas. Los datos revelan un planeta intensamente transformado por cazadores-recolectores, agricultores y pastores hace ya 3.000 años, mucho antes de lo propuesto tradicionalmente
Los ciclos de nutrientes del suelo pueden desincronizarse rápidamente en respuesta a un incremento del CO2 atmosférico. Esta es la conclusión de un estudio, liderado por la Universidad de Cádiz, que ha instalado en una zona de eucaliptos grandes estructuras que liberan CO2 de forma continuada para observar las consecuencias.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Alcalá revelan que uno de los tipos de los plásticos biodegradables más utilizado hoy en día como alternativa a los tradicionales libera nanopartículas que ejercen efectos tóxicos sobre organismos de ecosistemas acuáticos.