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Un nuevo estudio revela que poblaciones con poca vegetación y alejadas de los centros neurálgicos son un foco para la eclosión de enfermedades transmisibles entre especies, como es el caso de la covid-19 o la más reciente viruela del mono. Solo ocho de veintisiete estados brasileños presentan un riesgo bajo de propiciar nuevos brotes.
La viruela del mono es el último episodio de una amenaza emergente: las enfermedades infecciosas que saltan de animales a humanos. Estas representan un problema global de salud pública cada vez más recurrente. La sobrepoblación, una mayor movilidad, la destrucción de ecosistemas y el comercio de especies son algunas de las causas que explican su auge.
Los técnicos del Ministerio de Sanidad y las comunidades de la ponencia de alertas han culminado un protocolo para la detección precoz de casos de viruela del mono. La ministra Carolina Darias ha informado este viernes de que 23 nuevas muestras de pacientes sospechosos han dado positivo por PCR en virus de viruela no humana.
La Comunidad de Madrid ha informado de que la región tiene siete casos confirmados y 24 sospechosos de viruela del mono, que en estos momentos se encuentran en estudio en coordinación con el Centro Nacional de Microbiología. Las personas en estudio evolucionan positivamente y se encuentran aisladas en sus domicilios, aunque se debe mantener una vigilancia estrecha por si precisaran hospitalización.
Los que trabajan en zoonosis ya lo sabían desde hace décadas: todo está interconectado en materia de salud. En España, la reciente aprobación del Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente reconoce esta realidad, pero considerando la pandemia, es conveniente que la epidemiología ambiental y la vigilancia sanitaria sobre los animales sea tarea prioritaria.
Al menos 165 especies de virus transmitidos por animales pueden infectar a humanos, pero este número podría estar infravalorado. Investigadores de la Universidad de Glasgow proponen usar la inteligencia artificial para analizar los genomas virales y predecir, desde el momento de su descubrimiento, aquellos patógenos con mayor riesgo de provocar patologías zoonóticas en humanos.
El presidente de EE UU ha pedido a los servicios de inteligencia que investiguen sobre el origen del SARS-CoV-2. La orden se produce tras ganar enteros en los últimos días la teoría de que pudo salir de un centro de investigación de Wuhan (China). En la investigación realizada por la OMS al comienzo de la pandemia, este organismo concluyó que que era “extremadamente improbable” que el virus se hubiera originado en un laboratorio.
Una carta publicada en Science pide dilucidar el origen del SARS-CoV-2 sin descartar la hipótesis de un fallo humano. La mayoría de virólogos cree que esta posibilidad es muy poco factible y, en cualquier caso, no implicaría ingeniería ni intencionalidad; incluso critican que los autores busquen con firmas lo que no consiguen con pruebas. Todos los datos defienden que el origen animal es el más probable.
En cuevas de murciélagos y mercados de carne de animales exóticos, “detectives de enfermedades” buscan identificar virus letales antes de que se propaguen a través de poblaciones humanas y así prevenir la próxima crisis de salud pública mundial. El investigador de la Escuela de Salud Pública de Harvard Christopher Golden se adentra en ellos en Rastreadores de virus, de National Geographic.
La fauna de latitudes antárticas podría estar en peligro por los patógenos que dispersan los humanos en localidades y bases científicas del océano sur, según un estudio liderado por la Universidad de Barcelona y el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias.