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Oscar Marín (1971) trabaja en desarrollo cerebral en el Instituto de Neurociencias de Alicante. En 2007 fue uno de los fundadores del European Research Council (ERC), y formó parte del consejo durante más de seis años.
Desde la fundación del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés), en la que participó, ¿se han cumplido las expectativas?
Creo que se han excedido. Yo no pensaba que fuera a funcionar bien y a durar tanto tiempo, porque en Europa somos un poco erráticos en políticas. Sin embargo, creo que el ERC ha llegado para quedarse. Nadie cuestiona que es la fuente más importante de financiación de la investigación básica. Estuve en el consejo casi seis años y medio, hasta 2008, cuando ya estaba todo puesto en marcha y era solo cuestión de hacerlo rodar. Fue un esfuerzo que ha merecido la pena.
¿Cómo cree que va a evolucionar?
Hoy casi todos los principios fundamentales del ERC se mantienen: que esté basado en la excelencia; que no tenga nada que ver con el principio del justo retorno de los países miembros; que el dinero se reparta de manera horizontal; y la importancia de los investigadores más jóvenes. Todavía depende de los programas Marco, pero nadie discute que en el próximo va a volver a tener un papel muy importante, y que es un instrumento que va a cambiar la forma de hacer ciencia básica en Europa. Cada vez va a tener más peso para financiar a los investigadores que empiezan.
¿España está bien posicionada en cuantos al número de becas que recibe?
Hay dos instrumentos grandes en el ERC, uno para los investigadores jóvenes y otro para los mayores. Con los mayores estamos peor de lo que deberíamos. En las becas de jóvenes estamos bien situados, lo que quiere decir que hay talento y gente brillante con ganas de realizar sus proyectos en España. El talento hay que cultivarlo y darle los medios adecuados.
¿Por qué hay menos éxito del que debería entre los mayores?
Es difícil saberlo. En Europa hay un alto componente de autoinhibición. Las becas ERC han adquirido tanto prestigio que nadie quiere que no se la den, y, obviamente, no se dan a todo el mundo. Hay que olvidarlo y superarlo. Por otro lado, quizá no haya tantos investigadores de supercalibre como pensamos. El ERC está sirviendo como benchmarking. Dentro de España, entre comunidades autónomas las diferencias son muy claras, y eso debería servir de herramienta para ver de forma rápida dónde funcionan las cosas y dónde no.
¿Convendría una institución como el ERC a nivel nacional en España?
Sí, sin duda. Nos ayudaría a hacer mejor un montón de cosas que hacemos mal. Pero es muy complicado. Tendría que ser muy independiente de la política. El ERC puede hacer lobby con parlamentarios sobre su presupuesto, pero aquí acaba la implicación de los políticos y empieza el trabajo del consejo. En España esto no ocurre. Los políticos no tienen suficiente con decir cuánto dinero va a ciencia, además quieren que decidir cómo, cuándo y a quién hay que repartirlo.
En los inicios de su carrera recibió varias ayudas. ¿Cómo influyeron en su profesión?
Desde que volví a España, hace ya diez años, he tenido la suerte de contar con ayudas europeas de muy alto nivel. Recibí uno de los primeros premios EURYI, que son las antecesoras de las becas ERC para los que empiezan. Eso te pone en una dimensión diferente. Empiezas con fondos muy competitivos, mientras la mayoría de jóvenes investigadores en España tienen que pedir su primer proyecto y esperar un año a que se lo den. El año pasado recibimos una beca del ERC que nos permitió seguir compitiendo en las ligas mayores. Investigar cuesta mucho dinero, es muy multidisciplinar, y eres tan bueno como la gente que atraes a tu equipo. Y eso hay que pagarlo.
¿Cuáles son sus líneas de investigación en el Instituto de Neurociencias de Alicante?
Nos interesa entender el desarrollo de la corteza cerebral. Queremos saber qué ocurre cuando el plan se desvía de la normalidad. Por primera vez estamos empezando a entender cómo trastornos muy sutiles durante el desarrollo producen a largo plazo desviaciones muy importantes que generan un cerebro que funciona ligeramente diferente.
¿Qué enfermedades estudian?
Las enfermedades neurológicas caen en dos grupos muy básicos: puede que el cerebro se forme bien y a partir de un cierto momento empiece a degenerar, o puede que desde el desarrollo algo vaya mal. Nosotros nos dedicamos a este segundo grupo, que incluye el autismo y la esquizofrenia. Queremos entender la enfermedad, saber lo que va mal, y sobre esa base diseñar medicamentos.
Hace pocos meses la publicación del nuevo manual de los trastornos mentales, DSM-5, causó fuertes polémicas entre los profesionales de la salud. ¿Usted quéopina?
Creo que refleja el estado de desconocimiento que tenemos. Sabemos tan poco del cerebro que todavía hay más campo fértil por delante que por detrás.