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Los atentados de la semana pasada en París, perpetrados en nombre de un dios, reabren una herida mal cicatrizada en Europa. El mundo vuelve a mirar hacia el fundamentalismo religioso. Un nuevo estudio demuestra que entre los musulmanes que viven en Europa, la hostilidad hacia otras minorías no es un fenómeno aislado; pero tampoco es sinónimo de violencia. Según su autor, Ruud Koopmans, director del Centro de Ciencias Sociales WZB de Berlín (Alemania), “el Islam no es el problema”.
El ataque a la revista satírica francesa Charlie Hebdo –que el miércoles 14 de enero vendió cinco millones de ejemplares de su último número por todo el mundo– no ha sido únicamente una agresión a la libertad de expresión y a la vida; también lo ha sido a los valores religiosos de una gran mayoría de musulmanes que viven en la Unión Europea, cuyos ideales son pacíficos e incluso flexibles entre los más jóvenes.
Para Ruud Koopmans, único autor de un estudio publicado a principios de enero en el Journal of Ethnic and Migration Studies y director del Centro de Ciencias Sociales WZB de Berlín (Alemania), el fundamentalismo religioso se definiría de tres formas: los creyentes vuelven a las eternas e inalterables reglas establecidas en el pasado; estas reglas solo permiten una interpretación de lo que es obligatorio para todos los creyentes; y las reglas religiosas tienen prioridad frente a leyes seculares.
El sociólogo insiste en que el fundamentalismo religioso –también interpretado como una fuerte religiosidad– es una ideología, es decir un conjunto de ideas que hacen referencia a actitudes frente a la forma de interpretar la vida.
“El fundamentalismo no necesariamente incluye o justifica la violencia, puesto que esta última es un comportamiento y no una ideología”, explica a Sinc Koopmans en conversación telefónica desde Berlín (Alemania). El especialista compara este fundamentalismo con el fascismo y el comunismo, otras ideologías que no tienen por qué ser sinónimo de violencia.
Sin embargo, “el fundamentalismo religioso puede radicalizarse. En general no tiene por qué llevar a la violencia, aunque sí puede llegar a mostrar actitudes hostiles frente a otras minorías”, añade el experto.
Pero el fundamentalismo religioso no es solo propio del Islam: el término se originó con un movimiento protestante a principios del siglo XX en EE UU, que extendió un retorno a los ‘fundamentos’ de la fe cristiana y a una interpretación literal de las reglas de la Biblia.
Ideologías extendidas pero no universales
El estudio de Koopmans, basado en una encuesta realizada en 2008 a 9.000 europeos, compara los fundamentalismos religiosos de los inmigrantes e hijos y nietos de inmigrantes musulmanes, turcos y marroquíes (suníes y en menor medida alevís) y el de cristianos (católicos, protestantes, adventistas del séptimo día, testigos de Jehová y pentecostales) nativos europeos en Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica, Austria y Suecia, países con una larga trayectoria generacional de inmigración.
“De manera general, entre un 40% y un 45% de los musulmanes europeos tienen ideas religiosas fundamentalistas, es decir que aprueban las tres definiciones del término. Austria es el país que presenta mayor porcentaje, un 55%, mientras que Alemania es el que menos, un 30%”, explica Koopmans.
Según el científico, el fundamentalismo no es marginal entre los musulmanes de la Europa occidental. “Si bien una mayoría de musulmanes tiene visiones más liberales de la religión, esta minoría de musulmanes fundamentalistas es significativa”, subraya el investigador que añade que aunque estas actitudes están extendidas “no son universales entre los musulmanes europeos”.
Los resultados demuestran que si se tienen en cuenta la primera y segunda generación y si se toma cada definición de forma independiente, casi un 60% volvería a las raíces del Islam, un 75% piensan que solo hay una interpretación posible del Corán –obligatorio para cada musulmán– y el 65% dice que las reglas de la religión son más importantes que las del país en las que viven. “Pero en segundas generaciones de musulmanes los niveles son ligeramente inferiores (entre el 50% y el 70%)”, certifica el experto.
Según el trabajo, el fundamentalismo islámico, también denominado islamismo, predomina en Europa si se compara con el fundamentalismo cristiano –del que solo un 4% de cristianos se siente identificado con las tres afirmaciones de la definición–. Entre los protestantes, el fundamentalismo alcanza el 12%. “Todos los fundamentalistas son fuertemente religiosos pero eso no quiere decir que las personas fuertemente religiosas sean fundamentalistas. La fuerte religiosidad está más frecuentemente asociada a los fundamentalistas islámicos que a los cristianos”, asevera.
Además, el fundamentalismo cristiano e islámico decrece cuando el estatus socioeconómico es mayor, “y esto se cumple de manera más fuerte entre musulmanes”, señala el sociólogo. Sin embargo, “aunque en Europa el fundamentalismo religioso está más extendido en el Islam, en EE UU por ejemplo es el fundamentalismo cristiano, sobre todo protestante, que alcanza mayores adeptos”, observa Koopmans quien apunta que los datos del estudio no son extrapolables al resto del mundo.
En España, que tiene una inmigración más reciente y por eso no ha formado parte del estudio, los adeptos al fundamentalismo religioso, sobre todo islámico, alcanzan cifras similares. Un estudio realizado por el Centro de Investigación estadounidense Pew demostraba que los fundamentalistas islámicos superan el 30% de partidarios. “En realidad, no hay mucha variabilidad entre los países europeos”, declara el investigador.
Hostilidad hacia otras minorías
Las reacciones generadas a raíz de los últimos atentados en la capital francesa no han hecho más que enriquecer una creciente islamofobia y un rechazo hacia los musulmanes. “Pero el Islam no es el problema. Tampoco es cierto que una mayoría de musulmanes tenga ideologías fundamentalistas”, afirma el experto.
El fundamentalismo religioso no es reciente. Ya desde la década de los 90 el cristianismo y el islamismo recogían estas actitudes, que se han mantenido estables en el caso de este último.
“Lo que es relativamente reciente es el crecimiento de la violencia, que tiene que ver con la situación en Siria e Irak, y que ha intensificado el problema”, sostiene Koopmans. Otros estudios afirman que entre el 10% y 15% de los musulmanes en la UE estarían dispuestos a utilizar la violencia para defender su fe.
Aunque la violencia no necesariamente forme parte de esta ideología, es patente la hostilidad hacia otras minorías como homosexuales, judíos, y occidentales (en el caso de los musulmanes) o ante los musulmanes (en el caso de los cristianos). De forma conjunta, los musulmanes son los que se muestran más hostiles frente a las tres minorías mencionadas, alcanzando entre el 25% y el 30% de rechazo. La hostilidad de los cristianos no llega al 5%.
Sin embargo, de manera independiente, los fundamentalistas cristianos muestran mayor hostilidad frente a los musulmanes (superando el 50%) y a los judíos (entre el 30 y el 35% de los fundamentalistas cristianos se muestran hostiles). En el caso de los fundamentalistas islámicos, la hostilidad hacia los homosexuales, los judíos y los occidentales supera el 70% entre sus adeptos.
“El fundamentalismo religioso está fuertemente vinculado a la hostilidad hacia otras minorías”, recuerda Koopmans. Pero en esto el nivel socioeconómico también influye. Los que tienen un mayor estatus socioeconómico son más tolerantes y menos xenófobos.
Referencia bibliográfica:
Koopmans, Ruud. “Religious Fundamentalism and Hostility against Out-groups: A Comparison of Muslims and Christians in Western Europe” Journal of Ethnic and Migration Studies 41(1): 33-57 DOI: 10.1080/1369183X.2014.935307, 2 de enero de 2015
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