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Cualquier enfrentamiento bélico tiene unas consecuencias terribles para la salud de la población y dura generaciones. Al número de muertes, heridas graves y problemas psicológicos, hay que sumarle la pérdida de recursos sanitarios que origina. Esto afectará durante años al bienestar y progreso de la sociedad.
Un estudio de big data ha analizado las actuaciones de los agentes del Departamento de la Policía de Chicago. Sus resultados revelan que los agentes blancos varones recurren más a la violencia que los agentes negros, hispanos y las policías mujeres.
Las víctimas fueron cinco adultos y cuatro niños, según los huesos hallados en una cueva de la Alta Ribagorza aragonesa. No se conoce la identidad de los atacantes, pero los restos revelan que asesinaron con extrema violencia a los familiares de los pastores del Neolítico por disputas territoriales o robo de ganado o de mujeres.
Un estudio pionero revela que la escasez de recursos empeora las capacidades mentales de los adolescentes sirios desplazados incluso más que los traumas de la guerra. Según sus autoras, es urgente abordar este problema porque está en juego el futuro profesional y social de miles de niños y niñas.
Una investigación llevada a cabo por expertos de varios centros catalanes supone un nuevo avance sobre las bases genéticas del comportamiento agresivo en la especie humana. El trabajo también revela una base genética compartida entre la agresividad de niños y adultos y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y entre la agresividad en adultos y la depresión severa.
Cuando ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada en 2011 terminaban más de cuatro décadas de terrorismo. Lo letal de algunos momentos pudo hacer creer que aquello se trataba de una auténtica guerra. No fue así porque ni hubo dos bandos ni la violencia cobró las dimensiones de una contienda, pero ello no es óbice para que se hable de final y de paz, según un estudio de la Universidad del País Vasco.
Vivir en grandes ciudades, experimentar abuso físico o sexual, consumir cannabis o abusar del alcohol durante la infancia o la adolescencia son algunos elementos que pueden determinar el riesgo de comportamiento violento en la edad adulta. Así concluye una nueva investigación, publicada en Molecular Psychiatry, que subraya como en los individuos con tres o más de estos factores se multiplica hasta diez veces la posibilidad de presentar actitudes agresivas.
Una comisión internacional de expertos ha trabajado en los elementos clave de una nueva agenda de salud global. La educación sobre la sexualidad, los servicios de fertilidad y el asesoramiento para la violencia de género son parte esencial del documento, presentado hoy en Johannesburgo, Sudáfrica. El informe muestra que estas medidas salvan vidas, promueven la igualdad y aumentan los ingresos familiares.
Según un estudio llevado a cabo por investigadoras de la Universidad de Valladolid, es fundamental la existencia de un registro nacional que recoja todos los casos notificados o denunciados de violencia al personal sanitario. Por el momento, únicamente la Organización Médica Colegial tiene un índice que se nutre de los datos de sus colegios provinciales, pero es muy limitado.
Expertos de la Universidad de Sevilla han demostrado que más una de cada cuatro adolescentes tiene dificultades para reconocer determinadas situaciones de maltrato en sus relaciones sentimentales. Tras encuestar a unos 4.500 estudiantes de entre 15 y 26 años, esta investigación refleja que hay actitudes sexistas como la violencia por desapego (indiferencia y descortesía hacia la pareja) que los jóvenes no identifican como casos de humillación, pese a ser una de las más empleadas.