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La contaminación asociada a la actividad humana y, en particular, el abandono y gestión inadecuado de residuos de todo tipo, denominado comúnmente basuraleza, podría estar afectando a la práctica totalidad de las áreas naturales del país, incluyendo áreas protegidas.
El análisis de más de 49.000 datos, procedentes de más de 2.500 muestras de agua, suelos y sedimentos recogidos en espacios naturales, concluye que la presencia de contaminación difusa podría estar afectando al conjunto del patrimonio natural español.
Así lo indica el informe 'Ciencia LIBERA. Análisis de la contaminación difusa en los espacios naturales', cuyos resultados representan el primer análisis a gran escala realizado para determinar la presencia en el medio natural de este tipo de contaminación, la difusa, que se acumula a partir de abundantes fuentes de contaminación puntual, que incluyen —en un lugar preferente— a la basuraleza, la basura abandonada en el campo.
El trabajo lo han llevado a cabo técnicos de la organización conservacionista SEO/BirdLife en colaboración con el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC) y el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC).
El análisis se enmarca en el proyecto LIBERA, una iniciativa en alianza con Ecoembes, para aportar conocimiento en torno al impacto que supone el abandono de basura en la naturaleza, el fenómeno de la basuraleza, también conocido como littering o basura dispersa.
Para que los resultados sean representativos, se han seleccionado 140 Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad (IBA, en su acrónimo en inglés), de las 469 identificadas en España. La distribución es homogénea, tanto por ecosistemas como por regiones, en las que se han tomado un total de 2.595 muestras diferentes.
Zonas muestreadas y analizadas por el proyecto Ciencia LIBERA. / SEO/BirdLife
El estudio ha analizado, a escala química, la presencia de 119 contaminantes, escogidos por su alto nivel de toxicidad y su potencial efecto negativo sobre hábitats y especies, en aguas, suelos, sedimentos y heces de zorro.
94 de las IBA analizadas han sido declaradas Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), dentro de la Red Natura 2000; tres ubicados en Parques Nacionales (Islas Atlánticas, Cabañeros y Picos de Europa); y 29 en parques naturales, incluyendo Delta de L’Ebre, L’Albufera de Valencia, Doñana y Mar Menor.
El trabajo también ha medido la presencia de meso y microplásticos en las mismas zonas, así como su asociación con la presencia de basura abandonada en el entorno.
Clasificación de la basuraleza visible más encontrada, por tipos. / SEO/BirdLife
En total, se han analizado 411 muestras de agua, que han dado lugar a 24.249 datos; y 280 muestras entre suelos y sedimentos, que han generado 16.520 datos sobre contaminantes químico-orgánicos. Por otro lado, se ha comprobado la presencia de 31 metales en muestras de sedimentos y suelos de las 140 IBA, generando 4.340 datos por cada tipo de matriz. Todo ello ha supuesto el análisis de 49.449 datos.
Con este informe, se pone a disposición de la comunidad científica y de las administraciones públicas una herramienta nueva para poner en marcha estudios que permitan cerrar el ciclo y evaluar cómo estos contaminantes están afectando a la flora, la fauna e incluso a la salud humana.
“Urge un cambio de modelo donde la responsabilidad, la eficiencia, la sostenibilidad y el respeto por nuestra riqueza natural se impongan al resto de valores que integran la cadena de producción y consumo. Necesitamos avanzar muy rápido hacia la circularidad y abrir, sin miedos, el debate sobre el cuánto y el cómo consumimos”, apunta la directora ejecutiva de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz.
“Los compuestos han sido escogidos por su alto grado de toxicidad, su persistencia en el medio y el riesgo que pueden llegar a suponer para la fauna y la flora, fundamentalmente debido a su posible bioacumulación”, afirma Octavio Infante, responsable del programa de Conservación de Espacios de SEO/BirdLife.
En agua, se encontraron contaminantes en el 97,1 % de las IBA. Tan solo cuatro de los espacios analizados estaban libres de contaminación. Del total de las 140 IBA estudiadas, el 22 %, es decir, 32 espacios, presentan una suma de más de 5000 ng/L (nanogramos/litro) de contaminantes en agua, lo que indica un fuerte impacto por contaminación.
Un voluntario recoge muestras de agua del río Torío a su paso por León, cerca de un vertedero ilegal. / SEO/BirdLife
Por familias de contaminantes analizados, los fármacos son los más detectados en aguas. La cafeína está presente en el 74 % de las muestras, seguida del valsartán, medicamento empleado para controlar la presión arterial (44 % de las muestras analizadas), el anticonvulsivo carbamazepina (39 % de las muestras analizadas) y el tramadol (33 %), analgésico empleado en tratamientos neurológicos. Otros fármacos de uso más extendido, como el paracetamol (23 %) también son habituales, al igual que la nicotina (23 %).
Los retardantes de llama (OPFR, por sus siglas en inglés), empleados habitualmente en productos de origen plástico, se han hallado en el 70 % de las muestras. También se ha estudiado la presencia de benzofenona, frecuente en productos plásticos y en cosmética solar. Se ha hallado su rastro en el 23 % de las muestras.
Los plaguicidas se han detectado en el 57 % de las muestras. Los compuestos más presentes son el clortoluron (24 %), el clorpirifós (24 %), cuyo uso fue recientemente prohibido, y el isoproturon (22 %).
Por último, se han analizado 17 tipos de perfluorados (PFAS, por sus siglas en inglés), que se emplean en la fabricación de teflón, Gore-Tex, ceras para material de esquiar, espumas anti-incendios, entre otras múltiples aplicaciones. De estos 17 PFAS analizados, cuatro se han encontrado en concentraciones de entidad, de entre el 10 % y el 17 % de las muestras, dependiendo del PFAS analizado.
En suelo, todas las muestras analizadas contenían algún tipo de contaminante. Atendiendo a los niveles de concentración, 6 de las 140 IBA muestran niveles de riesgo (superiores a 5000 ng/g.).
Basuraleza encontrada en la ZEPA de Carrizales y Sotos de Aranjuez, en el río Tajo. / SEO/BirdLife
Se detecta presencia de OPFR, relacionados en este caso con el vertido de basura plástica. En suelos, el compuesto más frecuente de esta familia es el ppp-TCP, que se utiliza para la fabricación de barnices, lacas y como plastificante, pero también como retardante de llama en la fabricación de poliestireno y termoplásticos. Está presente en el 45 % de las muestras.
También se hallaron ftalatos, plastificantes que se emplean como aditivos para la fabricación de plásticos para aportar flexibilidad, y que pueden encontrarse en una gran gama de productos.
Destaca la elevada incidencia de los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH, en sus siglas en inglés), detectados en un 71 % de las muestras. Su presencia indica el vínculo de la IBA con zonas donde hay vertidos de petróleos o quema de combustibles fósiles asociados a agricultura, tráfico o actividad industrial, entre otras.
En cuanto a los plaguicidas, es reseñable la presencia de clorpirifós (27 % de las muestras), de uso muy extendido hasta su prohibición en 2020, en algunos casos incumpliendo los estándares ambientales fijados por la normativa.
Respecto a las 140 muestras de sedimentos, el perfil de contaminación es similar al de los suelos y, de nuevo, el estudio no encuentra ni una sola IBA de las 140 analizadas sin presencia de algún tipo de contaminante. 27 de las IBA analizadas presentaban valores superiores a los de riesgo, 5.000 ng/g.
Los análisis químicos de suelo y de sedimento revelan la persistencia en el medio de productos en desuso desde hace décadas. Es el caso de los Bifenilos Policlorados (PCB), que se emplearon masivamente en España en los años 70 como aislantes para equipos eléctricos como transformadores, interruptores, condensadores o termostatos; y de los pesticidas organoclorados (los conocidos DDT), utilizados a gran escala entre 1950 y 1980. Ambos compuestos fueron prohibidos en España en 1994, y su detección en este análisis es ubicua, aunque a concentraciones de traza, reflejo de su uso histórico.
En suelos y sedimentos, los vestigios de DDT se detectan en hasta un 80 % y hasta un 75 % de las muestras respectivamente. En cuanto a los PCB, los compuestos analizados llegan a detectarse hasta en el 69 % de las muestras analizadas en suelos; y en el 33 %, en sedimentos.
Por último, y en relación a los metales pesados, se encuentran en niveles anormalmente altos, y por encima de los umbrales asociados con un riesgo ambiental, en al menos 13 de las IBA estudiadas. Algunos casos eran esperables, como es la presencia de altos niveles de mercurio o arsénico en IBA cercanas a antiguas minas de cinabrio u otros sulfuros metálicos. En otras áreas no asociadas a este tipo de realidades, se han detectado niveles elevados de hasta 9 elementos.
Los resultados también apelan a aquellos sectores productivos que emplean los contaminantes descritos en el estudio. Para los autores del estudio es necesario apostar por la innovación, el ecodiseño y el uso de materiales inocuos para el medioambiente. "El nuevo marco normativo sobre residuos ha de avanzar con total rapidez en este sentido, pero la proactividad de los sectores será determinante para poder avanzar con rapidez", manifiestan.
De igual modo, la ciudadanía puede adoptar una posición activa, escogiendo opciones de compra que permitan la reutilización y minimicen la generación de residuos; y, cuando no quede más remedio, reciclando de forma adecuada.
“Los resultados constatan la importancia de actuar contra la basuraleza de forma inmediata y el hecho de que todos estamos de forma directa implicados en el problema”
“El objetivo de CienciaLIBERA es ofrecer conocimiento científico para poder generar soluciones duraderas. Y sus resultados constatan el sentido del trabajo que hemos venido desarrollando hasta ahora: la importancia de actuar contra la basuraleza de forma inmediata y el hecho de que todos estamos de forma directa implicados en el problema.” concluye Óscar Martín.