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¿Dejarán de ser efectivas? ¿Será esta la variante que escape de nuestro sistema inmunitario? ¿Qué habría que hacer en el peor de los escenarios? Virólogos e inmunólogos españoles nos responden a las cuestiones que más preocupan sobre ómicron.
La nueva variante B.1.1.529, apodada ómicron, se ha extendido por el planeta y nuevos países anuncian su detección cada día que pasa. Mientras se investigan aspectos como su mayor transmisibilidad, la mayor pregunta es la que rodea su relación con las vacunas. Varios expertos responden.
“Para averiguarlo es necesario aislar la variante y enfrentarla a sueros de pacientes que hayan sido vacunados o infectados con el virus (idealmente con variantes distintas)”, cuenta Sonia Zúñiga, viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC).
“De este modo se puede conocer la capacidad de neutralizar el virus por la respuesta de anticuerpos que generan las vacunas. Para tener información sobre la eficacia será necesario que pase más tiempo y se vea en los datos epidemiológicos, a escala poblacional, si la eficacia de las dosis se mantiene o ha disminuido”, añade.
El ensayo más rápido para saber si hay resistencia o no es usar el suero de individuos inmunizados con las vacunas y enfrentarlos con ómicron. Esto indicará si esos anticuerpos tienen capacidad de neutralizar el virus o no
Lo mismo explica el catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada (UGR), Ignacio J. Molina: “El ensayo más rápido para saber si hay resistencia o no es usar el suero de individuos inmunizados con las vacunas (con anticuerpos frente a la variante original, que es la que se usó como inmunógeno) y enfrentarlos con ómicron. Esto indicará si esos anticuerpos tienen capacidad de neutralizar el virus o no”.
“Si lo neutralizan, las vacunas probablemente sean eficaces. Esto hay que corroborarlo con otro ensayo, más complejo, para medir la inmunidad celular. También necesitaremos datos epidemiológicos, que nos dirán si las personas vacunadas se infectan más con la nueva variante”, apunta.
Según África González, catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo, “los datos de laboratorio pueden llevar unas semanas, pues ya se tienen sueros de personas inmunizadas y se pueden testar frente a la nueva variante”.
Igual opina Molina: “El ensayo de anticuerpos es relativamente rápido, podríamos tener datos en dos o tres semanas. El estudio de la inmunidad celular es algo más lento, quizá hagan falta un par de meses. Para el estudio de la infectividad sobre personas se tardará más, probablemente alrededor de medio año”.
Menos específico es José Jiménez, investigador del King's College London: “Todavía llevará un tiempo saberlo porque la variante ómicron es muy minoritaria aún. Para obtener datos fiables hay que tener una muestra mayor y esto es algo que no sabemos si ocurrirá. Eso sí, bastante antes tendremos datos in vitro del poder neutralizante de los anticuerpos generados con las vacunas”.
Para el experto que trabaja en Reino Unido, “estos datos van a ser importantes e indicarán si esta nueva variante tiene el potencial o no de evadir, al menos parcialmente, la respuesta de los anticuerpos. Sin embargo, si esto ocurre no significa que vaya a suceder lo mismo en personas; no podemos olvidar que la respuesta inmunitaria es mucho más que solo la generación de anticuerpos”.
De la misma forma, González subraya cómo los datos in vitro no son extrapolables completamente a la realidad. “El sistema inmunitario es muy complejo. Yo lo muestro como un ejército de distintos soldados (centinelas ya preparados, con armas diferentes, y también soldados de élite). Y en los laboratorios se suele estudiar únicamente los anticuerpos totales y los neutralizantes”.
Que los anticuerpos disminuyan algo el reconocimiento de una nueva variante no siempre tiene por qué reflejarse de forma directa en la realidad de las personas infectadas, pues no estamos viendo la acción de los otros ‘soldados’. “Al ver el nuevo virus, nuestro sistema inmunitario también aprende de nuevo. Por esto, la única evidencia real será ver la eficacia en impedir enfermedad grave, hospitalizaciones y muertes en personas. Para eso los datos epidemiológicos serán claves”, insiste.
“La variante preocupa porque contiene un número mayor de mutaciones en la proteína de la espícula y, además, muchas de ellas se concentran en la zona de unión al receptor celular. Al menos teóricamente, es posible que hubiesen cambiado las propiedades del virus en cuanto a su entrada en las células y a la capacidad de los anticuerpos de bloquear la infección”, puntualiza Sonia Zúñiga.
En cualquier caso, la viróloga deja claro que en biología no es fácil predecir el efecto de tantos cambios combinados y hay que esperar a los resultados experimentales. Además, los datos son todavía escasos y poco representativos, ya que de momento gran parte de las personas infectadas se han identificado en África, donde el porcentaje de población vacunada es bajo en comparación con otros lugares.
La variante preocupa porque contiene un número mayor de mutaciones en la proteína de la espícula. Pero en biología no es fácil predecir el efecto de tantos cambios combinados y hay que esperar a los resultados experimentales. Además, los datos son todavía escasos y poco representativos
“Es probable, como ha ocurrido con otras variantes, que la capacidad neutralizante de las vacunas existentes sea menor. Pero es posible que esa menor capacidad neutralizante todavía sea más que suficiente para protegernos del desarrollo de una enfermedad grave. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la variante delta”, expone Ignacio J. Molina.
Tal y como muestra África González, el sistema inmunitario ya ha visto una ‘foto del enemigo’ por la vacuna y la infección y, aunque este cambie, lo va a seguir reconociendo. “Las variantes del coronavirus no cambian tan drásticamente para perder toda la inmunidad y ómicron tiene mutaciones compartidas con otras variantes (beta, delta…) para las que las vacunas seguían siendo eficaces”.
“Los peores pronósticos serían que esta nueva variante fuera más transmisible, virulenta que la variante delta y resistente a las vacunas. Si esto ocurre habría que actualizar los sueros actuales. Teóricamente es un procedimiento fácil, pero hay que añadir todo el proceso de producción por lo que llevaría dos o tres meses”, afirma José Jiménez.
Sin embargo, no podemos olvidar que la variante ómicron tiene 32 mutaciones en la proteína de la espícula. “Por esta razón es posible que hubiera que hacer también algún ensayo para evaluar la seguridad de la vacuna actualizada antes de su comercialización a gran escala”, remarca.
Ignacio J. Molina también habla de un plazo de unos tres meses: “De hecho, el contrato de ampliación del pedido de vacunas firmado por la Unión Europea y las farmacéuticas especifica que, en caso de necesidad, las nuevas versiones de vacunas deberían estar listas antes de 100 días”.
Pero, por ahora, lo mejor que podemos hacer es vacunar a todos aquellos mayores de 18 años que aún no lo han hecho, enviar vacunas a países en vías de desarrollo y ayudar en la logística para que puedan vacunar a las personas más vulnerables, con el fin de evitar el desarrollo de nuevas variantes, como comenta África González.
Así de tajante es la investigadora de la Universidad de Vigo: “Esta vacunación global podría hacerse en unas semanas, ya que hay vacunas disponibles. Sin embargo, no está ocurriendo así. Es un dolor que estén caducando vacunas y tirándose a la basura en países ricos cuando pueden salvar vidas. Es el procedimiento más barato y efectivo con el que contamos”.