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El yacimiento de la Gran Dolina en Atapuerca (Burgos) guardaba desde hace cerca de un millón de años el cráneo de un oso (Ursus dolinensis), el primero que se encuentra de esta nueva especie en el mundo. En la campaña de excavaciones 2012, que comenzó el 17 de junio, los arqueólogos y paleontólogos han hallado además herramientas de piedra de 370.000 años, y, como adelantaba SINC la semana pasada, ocho nuevos individuos de hace 4.3000 años en un sepulcro colectivo en la Cueva de El Mirador.
La campaña de excavaciones que finaliza el próximo 25 de julio ya ha dado algunos frutos. El equipo de Investigación de Atapuerca han presentado hoy los nuevos hallazgos, entre los que destaca el cráneo completo de oso (Ursus dolinensis) en el nivel TD4 en la Gran Dolina de entre 900.000 y un millón de años de antigüedad.
Los nuevos restos fósiles aportan “nuevas pistas para poder definir esta especie”, ha declarado a SINC el arqueólogo Jordi Rosell, de la Universidad Rovira i Virgili y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES). Es una especie que parece que estaría muy cercana del ancestro común entre los osos pardos actuales (Ursus arctos) y el gran oso de las cavernas (Ursus spelaeus).
“El oso utilizaba las cuevas para hibernar, de hecho hemos encontrado actividades de hibernación y algunos zarpazos en la pared, pero no competía directamente con los carnívoros”, aclara Rosell, responsable del nivel TD4 en la Gran Dolina, quien señala también que los restos fósiles descubiertos podrían pertenecer a animales viejos que mueren durante este período o a cachorros.
Según los científicos, el cráneo completo de Ursus dolinensis hallado durante esta campaña permitirá clarificar la posición de esta especie en el árbol evolutivo de los osos. Su comparación con otros yacimientos euroasiáticos servirá para conocer su expansión territorial por Europa, y si fue una especie endémica de la Sierra de Atapuerca y de la Península Ibérica.
Bifaces entre bisontes
En el nivel TD10.2 de la Gran Dolina, los científicos han seguido encontrando restos de 370.000 años de antigüedad de bisontes, lo que confirma el “absoluto predominio” de estos fósiles. Pero a estos se suman restos que apuntan a un uso prácticamente exclusivo del sílex, que confirmaría “una extrema especialización tecnológica”, totalmente desconocida hasta ahora en Atapuerca.
En la base del nivel de los bisontes han aparecido además bifaces, instrumentos característicos del período Achelense (hace entre 700.000 y 100.000 años) que también se han hallado en el yacimiento vecino de Galería, y también en la Sima de los Huesos.
Con este descubrimiento los arqueólogos pretenden relacionar los datos de las tres cavidades donde aparece esta tecnología para definir el uso que se dio a cada uno de estos espacios. El objetivo final es conocer las formas de vida de los grupos de Homo heidelbergensis.
Durante la presentación de los hallazgos hoy, los codirectores del Proyecto Atapuerca, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga han señalado que gracias a los trabajos iniciados hace 10 años, se ha llegado ya a los niveles basales en la Gran Dolina. De este modo, todos los niveles fértiles desde el punto de vista arqueopaleontológico han sido ya sondeados y se tienen datos sobre cuál es la dinámica general en cada uno de ellos.
La principal aportación es que, según el registro de industria lítica documentado, se puede afirmar la presencia humana continua en todo el tramo del Pleistoceno inferior de este yacimiento (hace entre un millón de años y 800.000 años).
Un sepulcro colectivo de 4.300 años
Como adelantó la semana pasada SINC, en la Cueva del Mirador, los arqueólogos han desenterrado los restos de al menos 8 nuevos individuos en un sepulcro colectivo de hace unos 4.300 años, donde se llevaban ya exhumados los restos de un mínimo de 12 individuos.
Los nuevos restos aparecen amontonados, dispuestos de forma aleatoria, algunos dispersos y otros en conexión anatómica, lo que indica un uso prolongado del sepulcro y la práctica de desplazar los restos óseos hacia el perímetro de la cámara sepulcral para depositar en la parte central a los nuevos cadáveres, al estilo de las cámaras dolménicas.
La excavación de 2012 ha permitido también confirmar que los cadáveres eran depositados sobre el suelo, sin sepultar, y que ninguno de ellos muestra evidencias de haber sido perturbado por la acción de los carnívoros.
Según los científicos, esta última evidencia permite deducir que la boca del sepulcro estaba cerrada, “muy probablemente por una estructura de madera”. “Sería difícil explicar por qué ninguno de los huesos presenta mordeduras de carnívoro, que habrían accedido a los cadáveres expuestos atraídos por el olor”, concluyen.