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Un estudio pionero relaciona las sustancias químicas de tipo hormonal con la obesidad

Según una investigación presentada en el Congreso Europeo sobre Obesidad, la exposición en el útero o durante la infancia a las sustancias químicas conocidas como disruptores endocrinos, utilizadas para fabricar productos como biberones, revestimientos de las latas de alimentos y algunos envoltorios y envases de plástico para alimentos, podría contribuir al desarrollo de obesidad. Estos disruptores mimetizan o alteran los efectos de las hormonas en el organismo.

En el Congreso Europeo sobre Obesidad organizado por el Instituto Nacional de Ciencias Ambientales (NIEHS) de los EE UU y la Fundación Nacional Suiza para la Ciencia, los expertos han ofrecido nuevas pruebas que demuestran que los ratones expuestos a disruptores endocrinos durante el embarazo (en unos niveles comparables o similares a los niveles de exposición en seres humanos), tenían una descendencia obesa en la fase adulta y con alteración de las funciones genéticas y metabólicas implicadas en la regulación del peso.

“Los resultados de estos estudios sugieren que la susceptibilidad a la obesidad se desarrolla en el útero o en las primeras fases de la vida y que la exposición a diversas sustancias químicas domésticas comunes pueden, probablemente junto con la nutrición fetal, desempeñar un papel importante a la hora de aumentar dicha susceptibilidad”, señaló Jerry Heindel del NIEHS.

“Estos datos pueden cambiar la visión que tienen las personas sobre la obesidad y cómo la tratan. Si estos resultados resultan ser ciertos en los seres humanos, entonces habría que cambiar el enfoque y, en lugar de centrarse en la pérdida de peso como adultos, habría que concentrarse en la prevención del aumento de peso durante el desarrollo reduciendo la exposición a este tipo de sustancias”.

Una de las sustancias químicas investigadas es el Bisfenol A, o BPA, un ingrediente de los plásticos de policarbonato. En estudios anteriores, los investigadores mostraron indicios de que éste se desprende desde los envases, botellas de alimentos, envolturas de plástico y resina que reviste las latas de alimentos.

Además de en la orina y en la sangre, se ha detectado en el líquido amniótico, en la placenta, en la sangre del cordón umbilical y en la leche materna de un gran porcentaje de las personas examinadas en los países desarrollados. Los experimentos de laboratorio han descubierto que el BPA puede aumentar la producción de adipocitos.

El efecto del peso se produce incluso con dosis bastante bajas

El profesor Beverly Rubin, neuroendocrinólogo de la Tufts University (EE UU), descubrió que los ratones hembra cuyas madres habían sido expuestas a BPA desde el principio del embarazo hasta el día 16 de la lactancia mostraban aumento de peso en la etapa adulta. La ingesta de alimentos y los niveles de actividad no fueron diferentes entre los ratones que engordaron y los que no. El estudio mostró una alteración en la sensibilidad a la insulina y en el equilibrio de la glucosa, así como en la regulación del peso por la hormona leptina.

“Este estudio indica que la exposición durante el desarrollo a esta sustancia química antes y justo después del nacimiento puede ejercer una prolongada influencia sobre la regulación del peso corporal”, indicó Rubin.

En otro experimento presentado en la conferencia, Suzanne Fenton, bióloga investigadora en la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, descubrió que cuando el ácido perfluorooctanoico (PFOA) - un agente antiadherente utilizado en decenas de productos desde las bolsas de palomitas de maíz para microondas hasta los revestimientos de las cajas para pizza y otros envases para alimentos- se administraba a hembras de ratón preñadas, su descendencia era inusualmente pequeña al nacimiento y después los ratones eran obesos en la edad adulta.

Por el contrario, los ratones cuyas madres no habían estado expuestas a la sustancia química, tenían un patrón de crecimiento normal, al igual que los ratones que sólo habían estado expuestos como adultos. El PFOA se detecta en la sangre de todas las personas del mundo, pero se detecta en unas concentraciones hasta 100 veces superiores en áreas industriales contaminadas.

“En nuestro estudio se muestra que el efecto del peso se produce ya con dosis bastante bajas. De hecho, sólo observamos este efecto cuando la dosis es reducida, lo que indica que quizás las diferentes dosis desencadenen problemas de salud en el cuerpo a través de distintos mecanismos, o que dosis elevadas pueden causar problemas más graves y enmascarar potencialmente el aumento de peso anormal”, explicó Fenton.

“Lo que tenemos que hacer ahora es descubrir el mecanismo de acción de esta sustancia química para determinar si existe el correspondiente riesgo para la salud en la población humana”.

En un tercer estudio, se observó que cuando los científicos trataban con tributilina ratones hembra preñadas en una dosis comparable a la observada en humanos, se activaba un programa genético en la descendencia que les habilitaba para ser obesos. La tributilina, utilizada en la pintura de barcos, en los envoltorios plásticos de alimentos y como fungicida en las cosechas, se ha observado que puede impregnar los alimentos.

“La exposición durante el desarrollo es probablemente más grave que la exposición en la fase adulta, ya que los datos obtenidos con este tipo de exposiciones sugieren que la reprogramación pro-obesidad es irreversible, lo que significa que estarás toda tu vida luchando contra el aumento de peso”, afirmó Bruce Blumberg de la Universidad de California (EE UU).

“Que el efecto en los animales sea igual al que existe en los seres humanos dependerá de las concentraciones en la población humana. Los datos que tenemos sugieren que, al menos para esta sustancia química, está en el intervalo para el que se observan efectos, aunque es necesario llevar a cabo más investigaciones para determinar la magnitud del riesgo”, concluyó.

Fuente: International Obesity TaskForce
Derechos: Creative Commons
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