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El secreto de la memoria

Un científico australiano y uno italiano han descubierto que el cerebro de los insectos más útiles para el ser humano manifiesta una diferenciación estructural entre los dos hemisferios que le da ventajas evolutivas. Su estudio, que ha aparecido en la revista de acceso libre Plos One, se centra en la abeja.

Primer plano de la Apis mellifer
Primer plano de la Apis mellifera. Foto: SINC /TIO

El sofisticado cerebro de las abejas es más parecido al del ser humano de lo que se pensaba. Según Lesley Rogers, del Centro de la Neurociencia y de la Conducta Animal de la Universidad de New England (Australia), y Giorgio Vallortigara, del Centro Mente y Cerebro de la Universidad de Trento (Italia), las abejas tienen un cerebro asimétrico como el de los mamíferos, los peces, los anfibios y las aves.

Hasta ahora nunca se había imaginado que también los invertebrados pudieran presentar una asimetría funcional entre los dos hemisferios del cerebro.

Entre los seres humanos, las lesiones del hemisferio derecho están siempre asociadas a dificultades en la percepción visual y espacial, como la incapacidad para identificar rostros familiares. En cambio, las lesiones del izquierdo, que controla la mano derecha, causan generalmente trastornos en la producción y en la comprensión del lenguaje. Durante los últimos años, los científicos han descubierto que también otros animales muestran diferencias funcionales o anatómicas entre las dos mitades del cerebro.

Rogers y Vallortigara publicaron recientemente un artículo en la revista de libre acceso Plos One, que confirma que los insectos utilizan los dos hemisferios de su minicerebro (aproximadamente un millón de neuronas por cien mil millones en el caso de los seres humanos) de manera diferente. Pero ¿para hacer qué?

Los dos neurocientíficos han descubierto que la Apis mellifera protagoniza un fenómeno curioso que tiene a que ver con su memoria olfativa. Ante una pequeña gota de solución azucarada, la abeja extiende, normalmente, su trompa para absorber el líquido. Rogers y Vallortigara acostumbraron a sus abejas a percibir un olor a limón momentos antes de facilitarles la gotita de comida. Así, gracias al reflejo pavloviano, las abejas aprendieron a extender sus trompas con solo el olor, “recordando” lo que debería suceder a continuación.

Las cosas cambian, según los investigadores, cuando se venda una de las dos antenas. Después de una hora de aprendizaje, la antena derecha “recuerda” que con posterioridad al olor a limón habrá comida, en cambio la izquierda no. Transcurridas tres horas, la memoria olfativa comienza a trasladarse. Y después de seis horas es la antena izquierda la que recuerda, incluso durante más de un día.

Hay dos hipótesis que pueden explicar un fenómeno tan interesante. En primer lugar, la estimulación de las antenas podría tener un efecto diferente en el cerebro. La derecha podría formar una memoria a corto plazo en el hemisferio izquierdo, mientras que la antena izquierda formaría una de largo plazo en el hemisferio derecho.

Otra alternativa radica en considerar que la generación de memoria es idéntica en ambos lados del cerebro, pero con tiempos de acceso diferentes a través de cada una de las antenas.

En cualquier caso, la asimetría del cerebro de las abejas se puede explicar evolutivamente: volando de una flor a otra, buscando el néctar en momentos diferentes del día, la antena derecha podría aprender nuevos olores sin interferir con la memoria de largo plazo.

Según los científicos, la asimetría entre los dos hemisferios cerebrales evita además que las funciones se dupliquen, y hace posible que se puedan ejecutar al mismo tiempo actividades diferentes. Vallortigara ya lo ha demostrado para los polluelos: sus cerebros asimétricos son instrumentos fantásticos de supervivencia, porque gracias a esa diferencia de funciones pueden ejecutar dos acciones, como picotear la comida y vigilar que no llegue un depredador.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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