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Miles de vidas truncadas, pueblos sumergidos y desolados, y centrales nucleares descontroladas: el país nipón se enfrenta a su peor pesadilla desde que el 11 de marzo sufriera un terremoto de 9 grados en la escala de Richter y un tsunami devastador. Pero seísmos y maremotos conviven desde siempre con una isla que no existiría si no fuera por el movimiento constante de las placas tectónicas.
“Los japoneses tienen que dar gracias a que su país exista por la zona de subducción de las placas (hundimiento de una bajo otra), si no, no existiría. Ni los terremotos ni la tectónica de placas son malos. Todo lo contrario”, asegura a SINC Miguel Ángel Rodríguez Pascua, investigador en el Área de Investigación en Peligrosidad y Riegos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
Japón es un arco-isla, que se genera, en la mitad norte del país, gracias a la flexión de la placa del Pacífico. Ésta subduce la placa norteamericana y origina la masa continental del país, que se eleva cada vez más. Por la fuerza de la subducción y el vulcanismo, la materia asciende a la superficie, “con lo que aumenta el territorio de Japón, pero se necesitan millones de años”, apunta el experto.
Los seísmos y los volcanes son “positivos” porque forman parte de la dinámica natural del Planeta, y equilibran los gases en la atmósfera. “En el momento que dejemos de tener terremotos y volcanes nos pasará lo mismo que a Marte: seremos un planeta muerto”, zanja Rodríguez Pascua, quien añade que los que generan los desastres son los seres humanos.
Pero la tierra bajo el país nipón está más viva que nunca. La velocidad de deformación (a la que subduce la placa del Pacífico por debajo de la norteamericana) es de 83 milímetros al año de media. Ahora, por la liberación de energía producida por el terremoto, se ha movido de golpe 2,4 metros hacia el este.
“La isla principal del archipiélago, la de Honshu, se ha hundido también medio metro, lo que significa que las zonas de costa que se hallaban menos de medio metro por encima del anterior nivel del mar han quedado sumergidas”, declara a SINC Daniel García, investigador en el Servicio Geológico de EE UU (USGS, por sus siglas en inglés).
El sismo, con un epicentro situado a 130 km de la costa de Japón, produjo también un tsunami “casi instantáneo” con olas de hasta 10 metros de altura que arrasó con las zonas más bajas de la costa noreste del país. “Su efecto en la costa dependió de la geometría local y la del fondo marino en la cercanía de la costa”, detalla Mauricio González, investigador del Grupo de Ingeniería Oceanográfica y de Costas de la Universidad de Cantabria.
¿Un país preparado para la catástrofe?
Japón es uno de los países mejor preparados del mundo ante los seísmos. Sin embargo, a pesar de la alta actividad sísmica registrada hasta el día del gran terremoto, los japoneses nunca pensaron que tras el sismo del miércoles 9 de marzo –de 7,2 grados- ocurriría uno mayor.
Pero el terremoto “de la costa pacífica de Tohoku de 2011”, como lo denomina la Agencia Meteorológica de Japón, ha sido uno de los cinco mayores de la historia moderna. Las personas que lograron sobrevivir al seísmo, se enfrentaron al posterior tsunami, que no perdonó.
“El país tiene 130 millones de habitantes, con un 70% en sus costas”, manifiesta a SINC González. La población, sobre todo de Sendai, la zona más afectada, sólo tuvo unos minutos para reaccionar.
“El sistema de alerta japonés avisó a las autoridades en tres minutos y a la TV y la radio a los siete minutos. El tsunami en Sendai tardó en llegar alrededor de diez a doce minutos. En esta zona tan plana y de grandes dimensiones, es imposible físicamente hacer una evacuación en tres o cinco minutos”, añade el experto en tsunamis.
Al paisaje desolado tras el maremoto se suman las réplicas en un país ya de por sí en tensión constante. “Las réplicas durarán años. Cuanto mayor es un terremoto, más réplicas, de mayor magnitud y durante más tiempo, genera. De forma general, se pueden esperar réplicas de una magnitud hasta un grado menor que la del terremoto principal (en este caso de hasta 8 grados)”, certifica García.
Pero a medida que pasan las semanas, “la frecuencia de las réplicas decrece, y también la probabilidad de que sean grandes”. Aunque más de un año después del terremoto de Chile ocurrido en febrero de 2010 y de 8,8 grados en la escala de Richter se siguen registrando réplicas de hasta 6,0-6,2 grados. “En este caso es esperable un comportamiento similar en Japón”, advierte el investigador.
Las réplicas también podrían generar otro tsunami pero de menor intensidad, “aunque dañino localmente”, asegura el científico de la Universidad de Cantabria. Y todo porque el sistema necesita “reacomodarse” generando réplicas, pues el fondo marino se alzó entre seis y quince metros el pasado 11 de marzo.
Un tsunami ‘nuclear’
La magnitud del terremoto y la posterior gran ola que llegó a la costa, que en algunos puntos alcanzó hasta los 10 metros, también inutilizaron el suministro eléctrico de los seis reactores de la central nuclear de Fukushima, la más próxima al epicentro.
Como resultado, fallaron los sistemas de refrigeración de las plantas, aumentó la presión y se produjeron varias explosiones de hidrógeno, con la posterior liberación de partículas radiactivas y la activación de un plan de emergencia. El accidente ha mantenido en vilo al mundo entero, y las autoridades japonesas trabajan contrarreloj para introducir agua en las piscinas y enfriar los reactores.
“En Japón las centrales nucleares están muy bien construidas, pero estimaron un terremoto máximo un punto inferior al que se produjo en esa zona. Están diseñadas bastante por debajo de lo que tendrían que aguantar, y aún así han aguantado bien”, indica el investigador del IGME.
La alarma nuclear generada esta semana por varias explosiones en los reactores de la central de Fukushima ha reabierto el debate de la energía nuclear. “En España las centrales nucleares se construyeron en los años ’70, cuando el estudio de la tectónica de placas acaba de aceptarse. Revaluar el estado de estas centrales ahora es importante porque lo que sabíamos en ese momento no es lo que conocemos en la actualidad”, recuerda Rodríguez Pascua.
A pesar de los efectos del desastre natural, los expertos coinciden en que Japón es uno de los países mejor preparados ante un seísmo y el que posee el mejor sistema de alerta local del mundo. De no ser así el número de víctimas sería mucho mayor.
Pero, ¿se puede hacer más? “Las zonas ahora afectadas podrán ser zonas protegidas en el futuro impidiendo urbanizar nuevamente, ya que físicamente es casi imposible evacuarlas si el tsunami ocurre al frente. Pero ¿qué hacer, si ocurre al frente de otra zona similar? ¿Hacer un dique de protección a lo largo de toda la costa? No hay dinero para financiar esto. Es muy complicado”, insinúa González.
En el caso de España, en 1755, en el tsunami provocado por el terremoto de Lisboa murieron cerca de 15.000 personas, “cuando todavía la costa no estaba urbanizada y no había boom turístico en verano”. Si volviera a ocurrir ahora en España, ¿estaríamos preparados?
Los 10 terremotos más grandes:
1/. Chile en 1960 de 9,5 grados.
2/. Alaska (EE UU) en 1964 de 9,2 grados.
3/. Sumatra (Indonesia) en 2004 de 9,1 grados.
4/. Costa noreste de Japón en 2011 de 9 grados.
5/. Kamchatka (Rusia) en 1952 de 9 grados.
6/. Chile en 2010 de 8,8 grados.
7/. Ecuador en 1906 de 8,8 grados.
8/. Alaska en 1965 de 8,7 grados.
9/. Norte de Sumatra (Indonesia) en 2005 de 8,6 grados.
10/. Assam (Tibet) en 1950 de 8,6 grados.
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