Los saurópodos, los mayores dinosaurios terrestres, tenían una temperatura corporal de entre 36 ºC y 38 ºC, cifras semejantes a las que registran los mamíferos modernos. El análisis de isótopos de los dientes fósiles de estos animales plantea si los saurópodos podrían haber sido de sangre caliente.
Especie de anomalocarídido del Cámbrico, conocida como Laggania. Es el modelo más parecido a los nuevos ejemplares hallados. Foto: Esben Horn.
Un estudio internacional revela que los cerebros de los primeros mamíferos evolucionaron para tener unos sentidos del olfato y del tacto más sofisticados. Los investigadores analizaron los fósiles de dos especies con más de 190 millones de años y observaron que las áreas del cerebro que controlan estos sentidos experimentaron un crecimiento más avanzado que el resto de zonas.
Escáner tridimensional del fósil de lagarto encontrado en Alemania. Foto: Robert Reisz
El esqueleto del mamífero descubierto.
El sapo verde (Bufo viridis) estuvo presente en la Península Ibérica durante el final del Pleistoceno inferior.
Reproducción de la cabeza de Tiarajudens eccentricus. Foto: Juan Cisneros
Un equipo internacional de científicos, con participación española, ha reconstruido, a través de huesos y dientes fósiles, el régimen alimentario de dos roedores de más de un kilogramo de peso que habitaron Tenerife y Gran Canaria hace más de 2.000 años. El aumento de tamaño respecto a las especies peninsulares se debió a la adaptación a una dieta vegetariana no herbácea.
Un estudio internacional, con participación española, ha demostrado que los cambios evolutivos en la morfología de los dientes de los caballos se deben a modificaciones previas en la alimentación. Los resultados confirman que el registro fósil de los dientes es clave para entender la selección natural de Darwin y los cambios climáticos del pasado.
Reconstrucción del fósil encontrado. Imagen: Jianni Liu.