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José María Ordovás, presidente del Grupo Multidisciplinar del Ministerio de Ciencia

“Los científicos somos el blanco de quienes buscan culpables en lugar de soluciones a la COVID-19”

Es pionero en el estudio de la relación entre dieta y envejecimiento. Al inicio de la pandemia, él y otros investigadores se ofrecieron a asesorar al Gobierno “para salir lo mejor posible de esta situación dando pasos basados en la ciencia”. Le preocupa en extremo que la población relaje demasiado las precauciones y vivamos una segunda ola durante el verano, “algo terrible para las personas mayores”.

José María Ordovás es director del laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts, en Boston, donde estudia la relación entre dieta, genes y envejecimiento. / Foto cedida

José María Ordovás (Zaragoza, 1956) preside el grupo de 16 científicos asesores del ministerio de Ciencia e Innovación para la COVID-19. Siguió la llegada del coronavirus a España desde Estados Unidos, donde reside, “con sensación de impotencia”, como cuando “ves dos coches en rumbo de colisión y sabes que se la van a pegar, pero no puedes evitarlo”, dice. Pionero en el estudio de la relación entre la dieta, los genes y la salud, Ordovás es director del laboratorio de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts, en Boston, e investigador Senior de IMDEA Alimentación, en Madrid.

Con la desescalada, hay un mensaje que quiere marcar en fosforito: “No podemos bajar la guardia”. En esta entrevista recuerda la importancia de una buena alimentación para hacer frente a la COVID-19; habla del papel de la ciencia en la toma de decisiones; y llama la atención sobre el reto que supondrá producir una vacuna para todos, cuando se descubra.

Con la 'desescalada' hay cierta sensación de que esto ha sido un mal sueño que ya ha terminado. ¿Qué opina?

El mensaje es claro y global: esto no ha acabado ni acabará en un futuro próximo. Nuestras vidas van a seguir dependiendo de la COVID-19, a la espera de que la investigación encuentre la barrera contra el virus, es decir, la vacuna. Y no ocurrirá mañana. Todos los días se habla de la “inminencia” de la vacuna, pero no solo es descubrirla. ¡Hay que fabricarla!

“Nuestras vidas van a seguir dependiendo de la COVID-19 a la espera de que la investigación encuentre la vacuna, y no ocurrirá mañana”

¿En qué sentido fabricar la vacuna supondrá un problema?

Con cada nueva pandemia la capacidad de producción de vacunas ha estado muy por debajo de las necesidades. Esto es un reto para la OMS desde hace décadas. Incluso en EE UU la capacidad de fabricación está muy por debajo de las necesidades internas. Con la COVID-19 no solo hay que descubrir la vacuna, sino además crear nuevas instalaciones para producirla. Y existe la preocupación añadida de las desigualdades geográficas y sociales.

Suena muy pesimista.

No es pesimista, es realista. No solo el mal sueño no se ha terminado, sino que nos podemos encontrar ante la tormenta perfecta, sobre todo para las personas mayores que han estado confinadas, con un sistema inmunitario debilitado, quizá por carencias nutricionales —comunes en este segmento de la población—, psicológicamente afectadas por la soledad o por el miedo.

¿No hay posibilidad de que la epidemia remita en verano?

No sabemos si el verano va a traer un respiro. Es un virus nuevo, no conocemos sus hábitos. La evidencia sugiere que no nos vamos a librar totalmente de él, así que tenemos que añadir al escenario las altas temperaturas y la necesidad del aire acondicionado, que precisamente ahora se habla de limitar. En 2003 hubo una ola de calor brutal, con un exceso de mortalidad de 6.600 muertes en menos de dos meses. Desde entonces la mortalidad por olas de calor ha descendido, pero en gran parte por el aire acondicionado. Ahora los golpes nos pueden venir de todos lados. Así que el mensaje es: ¡No bajar la guardia y anticiparlos! Para eso tenemos la ciencia.

¿Es en serio lo del aire acondicionado?

Se está estudiando en qué medida podría contribuir a la dispersión del virus, pero no estamos en posición todavía de hacer recomendaciones.

Su área de estudio -la nutrición- no es de las que más se han relacionado con la COVID-19. ¿Cómo es que coordina el grupo de científicos asesores?

“No solo el mal sueño no se ha terminado, sino que nos podemos encontrar ante la tormenta perfecta, sobre todo para las personas mayores que han estado confinadas, con un sistema inmunitario debilitado”

Soy miembro del Comité Científico Técnico de la Agencia Estatal de Investigación. Al ver lo que estaba pasando, el Comité comunicó en una carta al ministro Pedro Duque nuestra preocupación como científicos y nuestra disponibilidad para contribuir a salir lo mejor posible de esta situación, dando pasos basados en la ciencia. Inmediatamente recibimos respuesta positiva y se nos encomendó sugerir un comité multidisciplinar de expertos. Así lo hicimos. Vimos que la nutrición era un aspecto crucial, así como el énfasis en las personas mayores. Como investigo en nutrición y salud, especialmente en el envejecimiento, fui propuesto como miembro de este nuevo grupo.

¿Cuál es la relación entre la nutrición y la COVID-19?

Es muy, muy importante, ya lo decía Napoleón: "Los ejércitos caminan sobre los estómagos". Esto es más real aún en lo que respecta al sistema inmunitario: su funcionamiento depende de la nutrición. Si es buena, funciona eficazmente; si no, no. Atención: no es que una buena alimentación vaya a prevenir el contagio, pero si nos contagiamos, la batalla que vamos a montarle al virus será más efectiva. También es importante por las comorbilidades que afectan el curso de la enfermedad: la obesidad, la diabetes y la inflamación.

Ha dicho antes que la nutrición de las personas mayores no suele ser óptima.

La nutrición de la tercera edad a menudo es deficiente en varios nutrientes, así que este es otro punto urgente en estos meses: hay que reparar todo lo posible esta situación para que en las olas sucesivas el virus se encuentre con sistemas inmunitarios más potentes y luchadores.

También investiga la predisposición genética a sufrir la COVID-19 de manera más o menos grave. ¿Hay ya algún resultado?

Hay resultados prometedores, pero muy preliminares. Por ahora debemos considerar que todos estamos expuestos, todos debemos extremar las precauciones y recibir los cuidados médicos apropiados, independientemente de nuestra genética

“Una buena alimentación no va a prevenir el contagio, pero si nos contagiamos, la batalla que vamos a montarle al virus será más efectiva”

Volviendo a su función en el grupo de expertos, ¿se observa mejor desde fuera de España lo que ocurre aquí?

Es importante aclarar que no estoy desconectado de España. Colaboro estrechamente desde hace décadas con grupos de investigación e instituciones españolas, a menudo haciendo viajes semanales, y tengo un grupo de investigación en IMDEA Alimentación, en Madrid. La capacidad de observar la situación desde arriba, como un satélite, quizá me de esa visión que hace falta para coordinar un excelente grupo de colegas.

En el grupo hay personas de áreas muy distintas. ¿Cómo está siendo el trabajo?

Fantástico. Espero que nos sirva de lección para el futuro. Esta pandemia debe combatirse con una estrategia científica global, además de con epidemiólogos y virólogos. Lo mismo ocurre con otras enfermedades. La obesidad, por ejemplo, que ahora se ha visto que también es un riesgo para la COVID-19, es una pandemia que con el tiempo tenemos que erradicar, y solo lo haremos con el esfuerzo integrado de investigadores básicos y aplicados, sociólogos, economistas, expertos en big data, inteligencia artificial, expertos en salud pública, psicólogos, ecologistas, etcétera.

Desde el ministerio les han planteado preguntas. ¿Cuáles? ¿Tienen ya respuestas?

Nos han planteado una docena de preguntas; preferiría no entrar en más detalles. Sí, aunque llevamos poco tiempo trabajando tenemos algunas respuestas, basadas en el mejor conocimiento científico. No siempre son soluciones, pero al menos damos indicaciones acerca de por dónde no se debería ir en la toma de decisiones. Y por cierto, a pesar de que estamos trabajando de manera totalmente altruista, somos blanco de aquellos que, en lugar de soluciones, buscan culpables. Pero eso no va a desviarnos de nuestro camino.

“Se está estudiando si el aire acondicionado podría contribuir a la dispersión del virus”

¿Se ha sentido atacado?

Al poco de ser nombrados se nos atribuyeron decisiones con las que no habíamos tenido nada que ver. Es fruto de la ignorancia. Se han criticado nuestras respuestas antes de haber dado ninguna.

Ustedes no son los expertos que asesoran en la desescalada.

No en las medidas que se han tomado hasta ahora.

Pero tienen relación con los demás comités asesores.

Por ahora no, nuestro grupo es de formación reciente y trabajamos día y noche para responder a los asuntos más inmediatos. Pero nuestro propósito es establecer tal contacto tan pronto como sea posible. Todos los comités deben estar bajo la misma presión, y son profesionales excelentes; en aquellas preguntas que tengamos en común deberíamos presentar un consenso. La unión hace la fuerza, si nos coordinamos tenemos más probabilidades de cumplir con éxito la misión para la que se nos ha constituido, desde diferentes ministerios.

¿Son públicos los informes que ustedes elaboran?

Por ahora no, pero la idea es hacerlos públicos en un futuro muy próximo.

¿Qué peso tienen en las decisiones que toma el Gobierno?

Todavía no podemos evaluar su impacto. Hasta ahora sabemos que nuestra información ha pasado a los destinatarios sin modificación alguna, señal de que nuestra opinión es considerada altamente.

“Los científicos somos un colectivo a imitar por los políticos para dejar los partidismos a un lado cuando hay que reaccionar ante situaciones extremas”

¿Qué pensó, estando en Estados Unidos, cuando la epidemia llegó a España?

Nos lo han preguntado mucho tanto a mí como a mi hijo, José Manuel Ordovás-Montanés, que investiga los mecanismos básicos de la COVID-19. No sé cómo describirlo, quizá es como cuando estás conduciendo y ves dos coches en rumbo de colisión; sabes que se la van a pegar y no puedes evitarlo. Es una sensación de impotencia, de pensar, ¿cómo es posible? ¿En qué están pensando? Es estupor, pena, sorpresa por la falta de reacción adecuada. Ya lo dice el refranero popular: cuando las barbas de tu vecino —en este caso Italia— veas pelar, echa las tuyas a remojar. En el caso de España ha sido pelado en seco y muy doloroso.

¿Cómo ha vivido las declaraciones de Trump en la pandemia, por ejemplo la de la lejía?

Sin comentarios. Ahí sí que uno se siente como en el medio de ese mal sueño que mencionábamos: ¡No, no puede ser! ¡No hay manera de que esto esté realmente pasando! Ni la más absurda de las tragicomedias de Pedro Almódovar hubiera recreado las situaciones que se han dado. No hay explicación racional.

La información proporcionada por la OMS ha sido a veces criticada o utilizada para justificar una reacción tardía. ¿Cuál es su visión?

Mi visión se resume en una frase: en tiempos de crisis, los inteligentes buscan soluciones y los inútiles culpables.

¿Qué resultado de investigación le ha sorprendido más en esta pandemia?

“En tiempos de crisis, los inteligentes buscan soluciones y los inútiles culpables”

Más que resultados me ha sorprendido la capacidad de los científicos de unirnos frente al enemigo común. Hay excepciones, lamentablemente, pero en general ha primado la generosidad y la apertura para avanzar. En este sentido, los científicos somos un colectivo a imitar por los políticos para dejar los partidismos a un lado cuando hay que reaccionar ante situaciones extremas.

¿Qué es lo más importante que, en su opinión, debe saber el público no experto acerca de esta pandemia?

Que los científicos existimos para buscar soluciones a los problemas de la humanidad y para mejorar nuestras vidas. También, que cada uno de nosotros contribuimos a la solución y al problema. La respuesta de los españoles ha sido ejemplar durante el confinamiento, pero es extremadamente fácil desandar el camino andado y caer otra vez en la situación tan catastrófica en que hemos estado sumidos.

Quiere decir que vendrán más oleadas, pero nosotros podemos hacer que sean menos duras.

Exactamente, la intensidad dependerá del comportamiento de la sociedad, de cada uno de nosotros.

 

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