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Los enormes recursos que EE UU y Europa destinan a megaprogramas de investigación sobre el cerebro humano están mal enfocados, según Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial que hoy recibe el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación. Su propuesta es estudiar primero cómo funciona el cerebro de animales pequeños, como las libélulas.
Marvin Minsky, catedrático emérito de Media Arts and Sciences en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha expresado este lunes en rueda de prensa su desacuerdo con el enfoque actual de los grandes programas de investigación sobre el cerebro humano, como los puestos en marcha por EE UU y la UE: “Esa gente no sabe qué buscar en el cerebro. Va a ser una pérdida de dinero, y producirá teorías erróneas que tardaremos muchos años en borrar”.
“Vale más dedicar menos dinero a muchos proyectos pequeños, que mil millones de dólares a un único programa para investigar el cerebro humano”, ha añadido este padre de la inteligencia artificial, quien plantea su alternativa: “Lo que deberíamos hacer es estudiar cómo funciona el cerebro de animales pequeños, como una libélula, por ejemplo”.
Minsky, que hoy recibe el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación, sigue siendo fiel a su visión del cerebro humano como una ‘máquina de carne’. “Las personas somos máquinas muy evolucionadas”, ha indicado el veterano científico, aunque está convencido de que las máquinas acabarán superándonos en inteligencia.
Para el experto en inteligencia artificial (IA), esta rama de la ciencia ha avanzado mucho más lentamente de lo que se creía en sus inicios, y una de las causas es la falta de impulso a la investigación básica: “Los grandes avances en este ámbito se dieron entre los años 60 y 80 del pasado siglo, pero luego la investigación se paró en la universidades”.
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Minsky ha comentado la “extraña paradoja” de que, en sus inicios, la IA y las ciencias de la computación estuvieran amparadas por la investigación militar, que tras la Segunda Guerra Mundial contaba con bastantes fondos y escaso control, justo lo contrario de lo que ocurre con la investigación civil, donde hay que justificar en muy poco tiempo los fondos. De esta forma la investigación militar acaba siendo “más libre y creativa” que la civil.
El catedrático también ha insistido en que para impulsar el avance de la inteligencia artificial es necesario “apoyar más a la gente con buenas ideas”, en especial a los jóvenes, para los que es difícil desarrollar su trabajo a largo plazo. “Ahora una persona joven no puede encontrar ayuda para trabajar sobre el cerebro a no ser que proponga alguna utilidad práctica en los próximos tres años, así que estamos estancados”.
Sobre los hipotéticos peligros que se deriven de las máquinas inteligentes en el futuro, Minsky ha comentado que cualquier nuevo sistema complejo puede sufrir accidentes, sobre todo al principio. “Todo el mundo entiende que el progreso implica asumir ciertos riesgo”, ha dicho, además de indicar que el punto de equilibrio está en decidir qué riesgos puede asumir la sociedad.