En un mundo que durante siglos les negó el acceso al saber matemático, algunas se atrevieron a destacar en este campo. Desde una caja de ahorros fundada en un aula hasta la órbita de un cometa calculada a mano, estas pioneras no solo rompieron barreras, sino que redefinieron el sentido mismo de contar, calcular y enseñar.
El 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Mujer Matemática, coincidiendo con la fecha de nacimiento en 1977 de la iraní Maryam Mirzakhani, primera mujer ganadora de la prestigiosa medalla Fields. Ese mismo día de 1820 nació también Florence Nightingale, enfermera que salvó la vida de miles de soldados de la guerra de Crimea. Lo hizo utilizando estadísticas que convencieron al Gobierno británico para mejorar las medidas higiénicas de los centros hospitalarios.
A lo largo de la historia muchas mujeres han utilizado las matemáticas para mejorar la vida de las personas (y de las mujeres en particular). Un claro ejemplo es el de la aragonesa María Andresa Casamayor y su obra Tyrocinio Arithmetico, en el que enseñaba las reglas básicas de la aritmética, y cómo usarlas en transacciones comerciales. Era la primera mitad del siglo XVIII.
Son muchas más las mujeres que han sumado, y suman, a la historia. Sirvan estas líneas como un pequeño homenaje a todas ellas.
Priscilla Wakefield. / Wikipedia
A finales del siglo XVIII, en el norte de Londres, una niña anota sus primeros peniques. A su lado, Priscilla, cuáquera, madre, escritora, autodidacta, filántropa, le enseña a calcular el gasto semanal.Priscilla Wakefield fundó en 1798 la primera caja de ahorros para mujeres y niñas en una época que las excluía legalmente del manejo de dinero. Lo hizo desde el aula, no desde la banca, y con visión ética, sin ánimo de lucro.
Wakefield no pisó una universidad. No por falta de capacidad, sino por un sistema que no la contemplaba. Aprendió entre libros de economía moral, textos científicos y conversaciones cuáqueras. Para ella, sumar no era para comerciar: era para resistir. En un tiempo en que las mujeres no accedían al conocimiento matemático, estudió contabilidad, administración doméstica y economía por su cuenta.
En 1792 fundó la School for Industry. Allí, niñas pobres aprendían a leer, escribir, coser… y calcular. Era supervivencia enseñada como ciencia. La escuela era una incubadora de autonomía. Cada suma era una declaración de existencia. Wakefield, sin saberlo, diseñó una educación STEM (acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) mucho antes de que se acuñara el acrónimo. Pero en su caso, la “ciencia” no era para competir en rankings: era para sostener hogares y sobrevivir sin renunciar a la dignidad.
Maria Mitchell, astrónoma estadounidense y pionera de los derechos de la mujer, a partir de un retrato de H. Dassell, 1851 / Wikimedia commons
María Mitchell nació en Nantucket, Massachusetts, entonces un importante puerto ballenero. Educada según los principios cuáqueros, que fomentan el trabajo, valoran la educación y promueven la igualdad, tuvo las mismas oportunidades de estudiar que sus hermanos varones, algo poco habitual en su época que marcaría su futuro.
La astronomía formó parte de su vida desde niña. Su padre trabajaba calibrando los instrumentos de navegación de los barcos. Mitchell, con gran curiosidad por las estrellas y habilidad para hacer cálculos, se convirtió en su ayudante. Con 14 años, los balleneros confiaban en ella para ajustar los cronómetros que guiarían sus travesías en alta mar.
El 1 de octubre de 1847, observando una región del cielo que conocía bien, detectó una mancha blanca que surcaba el firmamento en un área donde antes no había ninguna actividad, dedujo que era un cometa y procedió a calcular su órbita, presentando sus resultados en enero. Su descubrimiento fue reconocido con la medalla de oro otorgada por el rey Christian VIII de Dinamarca a los descubridores de cometas telescópicos. Ese cometa fue conocido como el “cometa de la señorita Mitchell” hoy C/1847 T1.
Este hallazgo la convirtió en la primera mujer astrónoma de renombre mundial y en la primera mujer admitida en la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, todo un hito en el siglo XIX.
En 1865, Mitchell rompió otro techo de cristal: fue contratada como la primera profesora de Astronomía del Vassar College, una universidad de élite para mujeres en Nueva York. Era la única mujer entre los nueve profesores. Posteriormente fue nombrada directora del observatorio astronómico del centro, donde trabajó con uno de los telescopios más potentes de EE. UU., especializándose en el estudio de Júpiter y Saturno.
A pesar de su prestigio y experiencia cobraba menos que sus colegas. Luchó contra la brecha salarial, que establecía que las profesoras cobraran menos porque “los hombres tenían que sostener a sus familias” consiguiendo un aumento de salario. Esta injusticia la motivó a participar en la lucha por los derechos de las mujeres, uniéndose en 1873 a la Asociación Americana para el Avance de las Mujeres, un grupo dedicado a la reforma educativa y la promoción de la educación superior para mujeres.
Durante más de 25 años formó a generaciones de mujeres que posteriormente ocuparían puestos en instituciones científicas como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
María Guerrero, la primera mujer reconocida oficialmente como contable. Mundo Gráfico/Wikimedia Commons
México, 1908. Mientras en el sur del país empezaba a gestarse la revolución campesina liderada por Emiliano Zapata exigiendo justicia, María Guerrero libraba otra revolución más silenciosa, más solitaria, pero igual de heroica, una revolución en la que los rifles se habían sustituido por libros y las balas por plumas.
En una época en la que las mujeres estaban llamadas a bordar, obedecer o rezar, María eligió “adeudar”, “acreditar” y “saldar”.
Poco se sabe de la infancia y juventud de María, más allá de que nació en Ciudad de México en 1867 y que en 1894 se inscribió en la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA), aprovechando la oportunidad de que estos estudios se abrían por primera vez a las mujeres.
El 19 de diciembre de 1908, María defendió ante un tribunal exclusivamente masculino su examen profesional. Abordó casos prácticos contables que parecían sacados de los libros más complicados. Con cada explicación y cada resolución cautivó al tribunal.
Su examen fue aprobado por unanimidad, por la calidad de su conocimiento y por la fuerza con la que defendió su lugar en la historia.
María se convirtió en la primera mujer titulada oficialmente como “contadora” en México, y… ¡en el mundo! Había roto ese “techo de cristal” sin rifles, con palabras, llevando a cabo su propia revolución en un mundo en el que solo a los hombres les era permitido “contar”.
En los años que siguieron a aquel histórico día, María se dedicó a transmitir su pasión por la teneduría de cuentas. Enseñó a sus alumnas los criterios de cargo y abono, y la dignidad de un oficio que hasta entonces había sido negado al género femenino.
Raquel Villacampa: doctora y profesora de Geometría y Topología, Universidad de Zaragoza (UNIZAR). Aurora Sevillano: profesora titular de Escuela Universitaria en el área de economía financiera y contabilidad (UNIZAR). Mª Begoña Pérez, catedrática de Economics (UNIZAR). Mª Pilar Laguna: profesora de lenguajes y sistemas informáticos (UNIZAR). María Sumelzo: profesora en la Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación.