Los seres humanos hemos desarrollado “un montón de herramientas biológicas, físicas y químicas que permiten manipular los objetos a escala atómica y molecular", explica Pedro Serena, físico del Instituto de Ciencia de los Materiales del CSIC. Desde su posición de investigador mantiene un compromiso con la divulgación de la ciencia que se materializa en libros como La nanotecnología (CSIC-Catarata), charlas y actividades para cautivar con el método científico.
La Universitat de València lidera una investigación en nuevas células solares finas, flexibles y semitransparentes hechas de perovskita. Se podrían poner en las ventanas de los edificios, donde filtrarían rayos solares y, al mismo tiempo, generarían electricidad.
La sofisticada nanomorfología de las alas de las libélulas y su homólogo sintético, el sílicio negro. / Ivanova et al
Un estudio internacional, en el que participa un investigador de la Universidad Rovira i Virgili, abre las puertas a la creación de nuevos nanomateriales antibacterianos siguiendo las capacidades de los insectos. El trabajo compara los efectos letales que las alas de la libélula ejercen sobre determinadas bacterias con los que puede lograr el silicio negro sintético.
Investigadores del Instituto de Nanociencia de Aragón (INA) han diseñado catalizadores más eficaces y baratos para la industria química, así como avanzado en tratamientos de células tumorales mediante hipertermia con nanopartículas magnéticas. Los dos estudios han sido portada, respectivamente, de las revistas European Journal of Inorganic Chemistry y Angewandte Chemie.
Investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) han desarrollado y patentado una fuente emisora de luz basada en nanotubos de nitruro de boro con algunos defectos. Esta nueva fuente es apta para el desarrollo de dispositivos optoelectrónicos de alta eficiencia.
El horno de grandes dimensiones ha sido diseñado para obtener materiales densos a partir de polvo nanoestructurado. La instalación permitirá fabricar espejos para satélites, ventanas transparentes al infrarrojo para aviones y placas para blindajes.
Muchos no saben que la placa de inducción de su cocina empezó a gestarse hace treinta años en la imaginación de un equipo español, que probó su primer prototipo con unas onzas de chocolate en la tienda de ultramarinos de La Bañeza (León). Esta semana, la empresa BSH, antigua Balay, ha conmemorado la fabricación 5 millones de estas placas en su planta zaragozana de Montañana.
Investigadores españoles han creado un material biomimético capaz de ser modelado a escala nanométrica, lo que aumenta su sensibilidad, selectividad y velocidad de detección de sustancias químicas. El método de fabricación desarrollado ha sido protegido mediante patente.