El aumento global de la temperatura ha provocado que el hielo del Ártico, hábitat del oso polar (Ursus maritimus), se derrita dos veces más rápido. La reducción del hielo ha aumentado los riesgos de ahogamiento de esta especie y afecta también al ciclo de vida de las focas (su principal presa). / Ansgar Walk
La presencia del lince en la Comunidad de Madrid ha sido siempre un tema controvertido. La supuesta población que habitaba la región se dio por extinguida oficialmente en 2002. Sin embargo, el hallazgo de excrementos en una zona de los ríos Alberche y Cofio reabre el debate. Con el análisis del genoma extraído de estas deposiciones, los científicos confirman la presencia de linces ibéricos en Madrid.
El clima cálido ha obligado a la flor de las nieves (Leontopodium alpinum) a colonizar altitudes más elevadas, en busca de temperaturas más frescas, a la que está adaptada y necesita para sobrevivir. / Col Ford y Natasha de Vere
Científicos españoles han aplicado por primera vez un modelo matemático para estudiar los efectos que las extracciones de huevos o pollos pueden tener en la dinámica poblacional del quebrantahuesos, un ave carroñera en peligro de extinción en los Pirineos. Los resultados muestran un escenario preocupante, ya que en un panorama actual sin manejo, solo en un 23% de los escenarios hay crecimiento poblacional. El estudio desaconseja el manejo de los huevos o pollos por los efectos negativos que puede tener en la viabilidad poblacional de la especie.
Los abejorros (Bombus) se están viendo obligados a desplazarse muy al sur con respecto a su hábitat en Europa y América del Norte en busca de temperaturas más adaptadas a su ciclo de vida, algo alarmante si se tiene en cuenta que son los principales polinizadores de una región. / Tony Wills
El aumento de las temperaturas favorecería un mayor desarrollo de las hembras de la tortuga verde (Chelonia mydas) en el periodo de incubación de los huevos, perjudicando el desarrollo de los machos. A la larga esto afectaría negativamente a la reproducción de la especie. / Brocken Inaglory
El exceso de CO2 es absorbido en gran parte por los océanos y ello afecta directamente a las poblaciones de kril, del que se alimenta la ballena azul (Balaenoptera musculus), que en el futuro se vería obligada a desplazarse mucho más al sur en busca de estos seres vivos. / Mike Baird
El panda gigante (Ailuropoda melanoleuca) se ve amenazado por la variación en la distribución del bambú, su principal fuente de alimento (puede ingerir hasta 20 kg por día), una planta que se adapta muy lentamente al cambio de clima. / National Biological Information Infrastructure
Están por todas partes y, sin embargo, los dinosaurios no nos dan miedo. Hace años que se sabe que no se extinguieron del todo, ya que las aves son un grupo de terópodos que sobrevivió a la crisis de hace 66 millones de años. La nueva producción de Pixar, que se estrena esta semana, imagina cómo habría sido el mundo si los dinosaurios –no aviarios– siguieran poblando la Tierra. Paleontólogos españoles reflexionan sobre esa hipótesis de ciencia ficción.
Al contrario de lo que se pensaba hasta ahora, el aumento en los niveles de CO2 está haciendo proliferar algunos tipos de microalgas que lo utilizan para crecer más rápidamente. Es el caso de los cocolitóforos, microalgas cubiertas de calcio, que en los últimos 45 años han multiplicado por diez su concentración en el Atlántico Norte. El cambio incontrolado en el jardín oceánico puede repercutir sobre el ciclo del carbono y, en último término, en la industria pesquera.